Ha llegado un punto en el que si entra un álbum más, tiene que salir otro por él. A pesar de haber donado y vendido una parte importante de su colección, las dimensiones siguen siendo abrumadoras
VALÈNCIA. No sabe exactamente el número de comics que tiene, sabe al menos los metros que ocuparía ponerlos en línea recta: más de 100. Álvaro Pons abre las puertas de su casa a Cultur Plaza en contestación a la nueva estrella de Netfix: Marie Kondo. La controvertida coach del orden sugirió que la gente no debería tener más de 30 libros en su casa al ser estos seres muertos que se acumulan y solo ocupan espacio. Así que este diario ha querido preguntar al dueño de una de las megabibliotecas privadas de la cultura valenciana (que también podría servir como nombre de un programa documental).
Álvaro Pons es profesor universitario, pero ante todo es un divulgador ciéntifico, de la ciencia de la viñeta. Ha dedicado su vida, y especialmente sus últimos años, a la difusión del cómic con un empeño personal que le ha sido reconocido a nivel nacional. Recientemente, ha entrado a formar parte del consejo del IVAM tras haber pasado por la experiencia de ser comisario de la exposición VLC. València Linia Clara y de haber donado más de 2.000 fanzines para crear la primera fanzinoteca de España. Además, se ha creado también un Aula de Cómic en la Universidad de València respaldada por el Vicerrectorado de Cultura y por la Cátedra de Estudios del Cómic, que también se formó hace poco y que también está capitaneada por Pons. Se podría decir que uno de los máximos responsables de que esta narrativa esté despegando en València es, sin duda, él.
Pero todo esto no surge de la nada, sino de una afición que nace desde que tiene tres o cuatro años, cuando aprendió a leer (él tuvo una escolarización tardía) a través de tebeos. Ya en la adolescencia empieza a comprarse las primeras revistas de cómic, que acumula en su cuarto, y de manera natural y visceral, las acaba ordenando y empezando a coleccionar. Ahora ha llegado un momento en el que, literalmente, ya no caben más cómics en la habitación que tiene reservada únicamente para estos. "Ya no tengo más espacio. Si entra un álbum en la colección, tiene que salir otro", explica. Hay decenas y decenas de baldas, además de unas cuantas pilas de libros desordenados que están o pendientes de lectura o leídos y pendientes de ser donados o regalados. Porque sí, ante "la pregunta que más hace la gente" ¿te los has leído todos?, Álvaro Pons asegura que por supuesto, que cómo no los va a haber leído. Va a un ritmo envidiable de uno al día, que consigue devorar con disciplina a la hora de planear su rutina.
Pons no es un coleccionista al uso porque su objetivo no es acumular y acumular tesoros, sino más bien -por una parte- guardar experiencias lectoras que tiene un carácter sentimental y -por otra- crear una biblioteca con interés a la que poder acudir para sus artículos y estudios divulgativos.
Preguntado sobre la dichosa medida de Marie Kondo, Pons se muestra más compresivo que lo que ha sido la masa desde que estalló la polémica: “yo puedo entender a lo que se refiere, porque un libro realmente es la experiencia que tú has tenido con una historia. Eso es guardado en tu cerebro y es ahí dónde tienes que acumularlo. Yo he leído novelas que con tan solo una lectura te podría recitar párrafos enteros y hay otras de las que no me acordaré ni del argumento principal” cuenta. Y añade: “lo que es un sinsentido es tener libros para no leerlos”.
Todo esto lo dice frente a esos 100 metros de cómics, clasificados por países, con una sección dedicada a los álbumes y colecciones a los que le tiene más cariño. Faltan muchos ya: algunos miles de cómics de grapa fueron vendidos ya hace años y otros tantos miles han ido a parar al IVAM y bibliotecas. El apego, como la sorpresa de leer una novedad que le resulte chocante, se van perdiendo, aunque tiene una espina clavada: “de lo que más me ha costado despegarme ha sido de los fanzines, aunque bueno, están en el mejor sitio en el que puedo haberlos dejado”.
Y en efecto, es un viaje de ida y vuelta, porque la creación de la fanzinoteca del IVAM creada a partir de su donación significa que la institución comprará más volúmenes para darle continuidad. Al igual como se plantea qué hacer con todos los libros teóricos de los que dispone. Su empeño es firme: “ya hemos pasado la frontera de que el cómic se considere un arte menor o infantil, pero ahora la gente necesita información e Historia”. Más aún en València, una ciudad que “siempre ha destacado y que cuenta ahora con tres potentes patas para ser la punta de lanza del cómic en España: la fanzinoteca, la Cátedra y Tenderete”. Tres iniciativas a los que otros territorios están haciendo ojos para copiar su modelo.
Le pedimos antes de la charla y la sesión de fotos que escoja tres álbums que quiera destacar de su colección, pero al final elige cinco. Histoire de Monsieur Jabot está considerado el primer cómic de la historia y él guarda una segunda edición antiquísima que sostiene para la cámara con admiración. De este álbum de 1837T ya se pueden sacar algunas de las tendencias que marcarán la historia de los libros de viñetas, entre ellas el uso de la parodia. A Smithsonian Book of Comic-Book Comics es una recopilación de ilustraciones publicadas en prensa que fue el primer álbum de gran formato que se compró. Estaba en Futurama, y desde que le echó un ojo hasta que se lo pudo comprar pasó tiempo ahorrando lo suficiente con el miedo a que cualquier día alguien lo consiguiera antes que él y se lo quitara de la estantería de la tienda. El diario de Gabi es una rareza: el álbum real de un niño scout que contó a través del dibujo la Guerra Civil Española ue estaba viviendo. La edición salió de una manera muy limitada por una tirada que hizo personalmente la famila del dibujante y que "por carambolas del destino" un ejemplar acabó a manos de Pons. La invasión de los Elvis zombis es otra rareza, esta de Gary Panther, que solo se editó en España en la década de los 80. La historia es tan bizarra como su título promete. Finalmente, Little Nemo es una colección que guarda, junto a Krazy Kat, un lugar privilegiado en la bilbioteca de Álvaro: son las dos únicas colecciones con las que no le importa acumular ediciones y ediciones. A veces el corazón es más fuerte que la gestión del espacio.