Equiparar Islam con terrorismo es tan ilógico como explicar todo occidente con las palabras del extremista Donald Trump
VALENCIA. En un ecosistema de expertos totales y soluciones monolíticas es fácil dejarse seducir por explicaciones simples. Andamos necesitados de respuestas que nos tranquilicen y los expertos en todo y en nada aprovechan para dibujar relaciones causales con una seguridad abrumadora.
La distancia desde la que escribo esto, las 10 horas de diferencia horaria, me permiten el lujo de desconectar esas fuentes de ruido blanco.
La búsqueda de explicaciones fáciles nos hace relacionar la tragedia de Tarragona con los atentados de Bruselas. El mundo se ha vuelto loco. No salgamos de casa entonces. El horror inesperado a la vuelta de la esquina genera más temor que el de otras latitudes, de Siria a Sri Lanka. Es pues el momento de preguntarnos por nuestra distinta manera de reaccionar. El momento de reflexionar sobre el espanto de la guerra de la que huyen los refugiados cuando lo que hemos visto en Bruselas es una muestra.
Y escuchamos entonces las soluciones simples, en el peor sentido del término: cerrar fronteras, construir muros, lanzar bombas, demonizar identidades.
Se vuelve necesario recordar lo obvio, respirar hondo, y volver a las calles. El miedo es un trampa bien profunda y una profecía auto-cumplida. Paralizando nuestra actividad diaria, encerrándonos y desconfiando del extraño engendramos la inseguridad de la que en teoría nos protegíamos.
El terrorismo no está causado por una religión y las respuestas que parten de esa interpretación no solo están condenadas al fracaso sino que son altamente contraproducentes.
El periodista e historiador libanés de origen palestino Samir Kassir publicó en 2003, dos años antes de morir asesinado, por la explosión de una bomba puesta en su coche, el libro Being Arab donde argumenta que el mundo árabe no es estático ni se encuentra en un proceso de regresión al fanatismo.
Las grandes aportaciones intelectuales, culturales y sociales de Oriente Medio han sido oscurecidas por una visión caricaturizada de fanatismo y conservadurismo. El mundo árabe es parte de la modernidad. No una oposición a la misma.
En pocas palabras, equiparar Islam con terrorismo es tan ilógico como explicar todo occidente con las palabras del extremista Donald Trump. Ligando una cosa con la otra, The Economist ha afirmado que el impacto negativo de una eventual presidencia de Trump en la economía mundial sería peor que un monumental crecimiento del terrorismo islámico.
El argumento clave de Kassir es la demanda a occidente de abandonar el control sobre Oriente Medio junto a una llamamiento a los árabes a superar el sentimiento de derrota. “No solo occidente tiene que re-examinar su postura, el mundo Árabe en particular necesita hacer un esfuerzo profundo para erradicar las ambigüedades que fomentan una lógica de confrontación cultural”.
Como Kassir afirma, no debemos confundir terrorismo con resistencia. No debemos responder al terrorismo con otro tipo de terrorismo: el del control y la dominación. No debemos ver gigantes en molinos ni dibujar dianas en territorios.
La solución geopolítica es compleja y dejaré las relaciones internacionales a sus profesionales. Solo reclamo la obviedad de que no tomemos la parte por el todo. No podemos condenar de un plumazo a millones de personas por hechos imputables a una minoría radicalizada.
Y a nosotros solo nos queda seguir viviendo. Aferrarnos a las estadísticas que prueban que Europa es un lugar más seguro que nunca, que los episodios de violencia son aislados, que el horror aleatorio es muy improbable. Nuestro miedo es la victoria de todos los fanatismos, también de los nuestros.