El profesor Antonio Bar, catedrático Jean Monnet de la Universitat de València y experto nacional para la Unión Europea, da su visión sobre los conflictos árabes que se han recrudecido en los últimos años, bajo el prisma de alguien que lo vivió personalmente como asesor de la Comisión Europea para el establecimiento de la Autoridad Palestina hace ya veinte años
VALENCIA. El siglo XXI ha traído una progresiva desestabilización de Europa, tanto económica como política. Lo que parecía la Arcadia feliz, con una Europa unida y en paz durante los últimos sesenta años, se está convirtiendo a pasos agigantados en una Europa a dos velocidades, tanto económica como política, dado el grado de desintegración que pueden acarrear los últimos acontecimientos bélicos y sociales a las orillas del Mediterráneo.
—Siria es un ejemplo de proxy war, un conflicto donde potencias extranjeras están lidiando por sus intereses, con Estados Unidos como protagonista en las últimas guerras de Oriente Próximo. Y mientras, Europa se desangra económicamente.
"En el tema del Norte de África y África en general somos los europeos los que nos estamos cargando ese continente y los que nos hemos cargado a Gadafi"
—Es verdad que Oriente Medio está en conflicto por los errores de política internacional y de estrategia de Estados Unidos, que son graves. Pero en el tema del Norte de África y África en general somos los europeos los que nos estamos cargando ese continente y los que nos hemos cargado a Gadafi. Ha sido un desastre. Estados Unidos se mantuvo al margen, sólo pusieron los aviones de colaboración estratégica.
—Pero resulta poco creíble que la Primavera Árabe naciera espontáneamente en las redes sociales, en países con una brecha tecnológica tan grande.
—La desestabilización a través de las redes sociales se hizo por un lado, pero otra cosa son las operaciones militares. Y el que derribó a Gadafi no fue un Twitter. El que derribó a Gadafi fue un avión francés.
—Pero las caídas de los gobiernos de Egipto y Túnez fueron anteriores.
—Y también es cierto que Egipto estaba viviendo el establecimiento progresivo de un régimen islámico con un poder militar muy fuerte. Posiblemente se podría haber negociado con Morsi para calmar sus veleidades ultra-religiosas pero muchos creyeron que era difícil de convencer y que había que eliminar ese peligro. Es verdad que, frente al peligro de una dictadura religiosa, hemos tenido la alternativa de un gobierno militar. Desde un punto de vista egoísta y europeo, es mucho mejor la dictadura militar.
—Con la Primavera Árabe no se logró alcanzar la democracia en esos países. ¿Para qué ha servido?
—En un mundo islámico y ultra-religioso como el de Oriente Próximo, salvo en Túnez, las democracias no han sido muy exitosas. Y en el Norte de África tenemos democracias relativamente moderadas con dosis de autoritarismo, como lo que tenemos en Marruecos o en Jordania. Pero no debemos comparar Marruecos con España, ni Jordania con Reino Unido. Lo que hay que comparar es a Marruecos con Argelia, con Líbano, Siria o Iraq. O comparar Túnez o Jordania con Arabia Saudita. No podemos imponer una democracia a quien no la quiere.
—Por cierto, han caído todos los países árabes que eran aliados soviéticos: Afganistán, Siria, Iraq, Libia...
—Sí. En Afganistán surge en la época de la guerra civil, cuando aparecen los talibanes y se crea Al-Qaeda.
—Apoyados por los Estados Unidos.
—Sí, aunque por la CIA. Fue una operación, según dicen todos los libros publicados hoy sobre el tema, que se hizo al margen del propio presidente. Los presidentes que gestionaron todo aquello eran muy abiertos, democráticos y muy liberales, sin veleidades autoritarias. Pero efectivamente, es un aparato de Estados Unidos el que hizo ese desastre en Afganistán.
*Regina Laguna es directora general de Relaciones con la UE y el Estado de la Generalitat valenciana. La serie de entrevistas ha sido realizada en junio de 2015, con anterioridad a su nombramiento.
(La conversación con Antonio Bar se puede leer íntegra en la revista Plaza de noviembre).