VALÈNCIA. Núria Graham llega a La Casa de la Mar de Alboraia un día de poniente a más de 30 grados. Presenta, sin embargo, Marjorie, su último LP, que se sitúa (porque los discos -a veces- sitúan en el invierno irlandés. Sobre su último disco y su proceso creativo en general, atiende las preguntas de Cutlurplaza.
- Empecemos por el final, por At Last, tu último single. Al lanzarlo solo un año después de sacar un LP, ¿querías cerrar un ciclo porque era un descarte o quieres avanzar cómo sonará el próximo?
- No había una intención en concreto, simplemente son dos canciones que no hubieran salido en cualquier otro momento, así que decidí lanzarlas. Las canciones tienen una vida muy concreta, y At last la compuse antes que las de Marjorie, pero no encajaban en el disco ni en lo que estoy preparando ahora. No entraba en la narrativa, pero no quería dejar de sacarla.
- Empezaste a presentar Marjorie a las puertas de la pandemia ¿Cómo han descansado las canciones del disco después de estar un año en barbecho?
- Pues creo que muy positiva. El disco ha tenido una vida extraña, pero no mala. Obviamente, salió en un momento en el que no sabíamos lo que vendría. Pero bueno, pude hacer la presentación en el Apolo la última semana de febrero, que fue un momento culminante: ya casi había pasado todo para mí, porque salió el disco y lo pude presentar como quería. Luego, con el confinamiento, también ha tenido su función, la gente ha tenido tiempo para escuchar las canciones y descubrirlas. Pero bueno, no quiero comerme el coco, ha sido algo curioso.
- ¿Cuál es tu relación con las canciones del disco?
- Bueno, es complicado de saber porque todo va y viene con cada una de ellas. Haces un disco, grabas las canciones que son tus favoritas entonces, y luego cuando lo lanzas no conectas tanto con alguna; y mientras tanto, disfrutas muchísimo una que sacaste dos discos atrás… Este disco lo sigo disfrutando mucho porque aún estoy tratando de entenderlo, y eso es un ejercicio muy interesante.
- Explicas que es tu disco más personal, pero lo haces a través de otras historias…
- Bueno, siempre digo que un disco es como una maldición. No tenías ganas de saber de ti mismo, y al final acabas hasta cantando sobre ello. Es cierto que hay cuestiones que pueden ser personales, pero no lo he hecho desde la autobiografía, sino contando historias como la de Shirley o Hazel. Esa ficción, basada también en personajes que me he encontrado en la realidad, es una licencia artística.
- Tal vez es que hay una sobrevaloración por parte de los periodistas que nos ha dado por preguntar cuánto del autor o de la autora hay en su obra. ¿Es excesiva esta indagación?
- Bueno… Lo es para mí, aunque es verdad que exista ese punto personal. Por otra parte, es normal que a la gente le llegue diferente un disco que, más allá de que te gusta, te resulte interesante y quieras indagar cuánta verdad de la vida de quien la ha hecho hay en las canciones. Yo no me lo planteo así.
- El otro día, una chica tuiteó que ya tenía su vestido de flores preparado para tu concierto, pero Marjorie te transporta a un ambiente invernal en plena Irlanda, ¿hay un mood con el que afrontar tu música?
- Es un disco que cree para que al escucharlo te transportara a un lugar, por eso está lleno de historias de Irlanda. El disco es perfecto para un día lluvioso, pero como otras muchas cosas, es mutante y puede estar en muchas ocasiones diferentes. Creo que mi música se puede adaptar bien a ello.
- Sobre todo porque va hacer poniente y más de 30 grados. Por cierto, El Petit de Cal Eril. y Ferran Palau se inventaron la etiqueta de pop metafísic, en el que te incluyeron; ahora que dejan de utilizar esa categoría, ¿cuál crees que ha sido su utilidad y cuánto de dentro te sentiste en ella?
- Nunca me he considerado de una etiqueta ni una escena. El pop metafisic era más una cosa familiar que resumía lo que pasaba entre nosotros. Pero no va más allá, hicimos el festival de pop metafísic pero yo ni creo que lo que haga sea metafísico ni pop. Me cuesta mucho sentirme parte de algo como un escena o una etiqueta. Lo importante es lo que compartirmos, desde puntos musicales muy diferentes. La conexión, en este caso, fue Jordi Matas, y a partir de entonces somos una piña, pero como etiqueta el pop metafísic no tiene ningún sentido.
- ¿Tu proceso creativo te lleva a pensar el concepto sonoro del proyecto antes y empezar a componer después; o al revés, a coger un grupo de canciones y ver cómo hilarlas?
- Tengo diferentes maneras de trabajar, la verdad. Ha habido ocasiones en las que la grabación casi era un ensayo más y acababa de construir el disco casi en el estudio. Marjorie, sin embargo, fueron un montón de temas que salieron de hacer mucho songwriting en casa. Se ha creado a partir de ideas de producciones, mano a mano con mi bajista Jordi Casadesús. La manera de producir las canciones surgen de cada momento. Más en mi caso, que funciono más a presión que con ideas planeadas.
- ¿Y hacia dónde va tu trabajo para el próximo disco?
- No puedo decidir hacia donde quiero ir, pero ahora mismo, estoy obsesionada con el piano y no toco nada la guitarra. Mi obsesión ha cambiado porque la vida ha ido como ha ido, me he comprado un piano, y es una herramienta diferente con la que experimentar y escribir. En todo caso, el proceso creativo de mi próximo trabajo va a ser largo, no se ve a grabar ni en verano ni cerca de él.
- Muchas veces se habla de ti en clave generacional, ensalzando tu juventud. ¿Crees que se le presta demasiada atención a tu precocidad?
- Es curioso, porque yo soy del 96 y creo que la música que hago no tiene nada que ver con la que hace y escucha mi generación. A cada uno la música le sale de lugares diferentes, y a mí lo que me ha influenciado es haber pasado por una escuela de música, aficionarme a ciertos grupos… No hago música desde mi edad, sino desde lo que ha construido mi estilo y mis intereses.