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el billete / OPINIÓN

Los ofendiditos valencianos

11/04/2021 - 

"Los malentendidos y la pereza ocasionan si cabe más extravíos en el mundo que la astucia y la maldad" (Werther, en Las penas del joven Werther, de Goethe).

Durante las vacaciones de Pascua decidí releer una de las obras que marcó mi juventud y volver a subrayar ese episodio en el que el protagonista relata una conversación en la que le dice a Friederike: "Con el mal humor pasa exactamente lo mismo que con la pereza, pues, en realidad, es una suerte de pereza. Nuestro natural tiende demasiado a ella y, sin embargo, con que solo una vez tengamos fuerza suficiente para sobreponernos, el trabajo nos sale solo y encontramos en la actividad un verdadero placer".

De las palabras de Werther –o de Goethe– se infiere que ya en la Alemania del siglo XVIII existían los ofendiditos, que no es un fenómeno de ahora porque la historia se repite y basta leer a los clásicos para descubrir que todos nuestros sentimientos y comportamientos son tan antiguos como la raza humana. Igual de válida es la fórmula que propone el autor alemán para evitar ponerse de mala leche por lo que dicen los demás y que un servidor, modestamente, hizo suya hace muchos años en lo que denominó la "libertad de atención", como contaba en esta columna el pasado febrero.

En esas estaba cuando no pocos valencianos salieron esta semana en tromba contra Isabel Díaz Ayuso por, supuestamente, haber menospreciado a València en una respuesta a Pedro Piqueras en Telecinco. Lo de siempre, una frase sacada de contexto para denunciar que un político ha dicho algo que nunca quiso decir. Piqueras le pregunta a Ayuso por "Valencia", en relación a la incidencia de la pandemia, y la presidenta madrileña responde que Madrid se tiene que comparar no con capitales de provincia sino con capitales europeas; "por densidad de población", añade, por si alguien no lo había entendido. Cualquiera con dos dedos de frente entiende que se refiere a que, por su tamaño –6,64 millones de habitantes– y, sobre todo, por su movilidad –millones de desplazamientos diarios en Cercanías y Metro–, las circunstancias de Madrid solo son comparables a las de capitales como París, Londres o Roma. Ayuso no menospreció a València porque a Ayuso se la refanfinfla València, de la misma forma que a los valencianos nos la debería refanfinflar la Comunidad de Madrid.

Además, en ese punto Ayuso tiene razón. Uno de los errores de la lucha contra la pandemia, a juicio de quien esto escribe, ha sido y es imponer las mismas medidas a entornos urbanos diferentes y, más aún, a grandes ciudades y a entornos rurales aún más diferentes. Aplicar las mismas mediciones y las mismas soluciones a Madrid que a un pueblo de 150 habitantes, lo que llevó al absurdo, entre otros, de confinar durante semanas a poblaciones rurales con uno o dos positivos porque la incidencia se disparaba por encima de 500. La mascarilla, por cierto, sigue siendo obligatoria en los paseos por la orilla del mar o por el monte aunque no haya ni dios en cien metros a la redonda. Otro absurdo.

Me prometí no volver a escribir de Ayuso y de Madrid porque su sobreexposición "me reglota", como a Mónica Oltra, pero resulta que Ximo Puig ha decidido entrar en campaña para echar una mano al bueno de Ángel Gabilondo, que ni quiere ni debe bajar al barro de discutir sobre declaraciones en lugar de sobre ideas. Lo ha hecho, el president, de la peor manera, primero sumándose al coro contra Ayuso, como si la candidata del PP no tuviera suficiente promoción con los ataques de Iglesias, Sánchez y los medios de comunicación afines, y segundo, presumiendo de gestión sanitaria.

Presumir de gestión aprovechando la hora valle para señalar a otra comunidad autónoma se te puede volver en contra porque alguien puede preguntar por qué no te comparaste en enero, cuando hubo que rehacer los gráficos para que cupiera el pico de contagios de la Comunitat Valenciana. ¿Qué habría dicho Puig si Ayuso se hubiera fotografiado con un mapa como el que exhibió el otro día para sacar pecho? ¿Qué habrían dicho los ofendiditos si Ayuso hubiese ido a una televisión a comparar las dos gestiones señalando el número de muertos, como hizo nuestro presidente?

Foto: GVA

Además, te expones a que algún periodista se deje de declaraciones y coja la calculadora para descubrir que desde que se decretó el estado de alarma el pasado 25 de octubre, con amplio margen de actuación para las CCAA, la Comunitat Valenciana ha registrado mil muertos más que la de Madrid. Concretamente, 5.452 fallecidos en el territorio de la cogobernanza de Puig frente a 4.458 en el de Ayuso, 994 más con los datos del Ministerio de Sanidad, que si cogemos los fallecidos según la Conselleria –siguen sin coincidir–, aún serían treinta o cuarenta más. Dado que Madrid tiene una población un 33% mayor, la diferencia en términos de fallecidos por cada 100.000 habitantes es para arrepentirse de haber abierto la boca: 109 frente a 67. Con los bares abiertos.

Pero es que si nos vamos al 20 de junio de 2020, el día que terminó el primer estado de alarma y empezó la cogobernanza –hasta entonces había mando único de Salvador Illa–, comprobamos que la Comunidad de Madrid ha registrado en diez meses 6.289 fallecidos y la Comunitat Valenciana, 5.748. Son 541 más en números redondos, pero en muertos por cada 100.000 habitantes los valencianos sufrimos 115 decesos frente a 95 en Madrid.

Esto no significa que uno aplauda la política de Díaz Ayuso ni critique la de Puig. Más bien lo contrario. En este periódico hemos apoyado todas las medidas restrictivas del Consell, por duras que fueran, porque evitan contagios y muertes, y hemos criticado –a priori, no a posteriori– que no fueran más estrictas de cara a Navidad o que hubiera vacaciones escolares en Magdalena y Fallas cuando no había fiestas. 

Sin embargo, los números son los que son y si los políticos van a echarse los contagios y los muertos a la cara –estamos a las puertas de una campaña electoral que se adivina terrible–, conviene que se estudien primero los datos.

Foto: EDUARDO MANZANA

Por el bien de todos, sería más edificante que nos contaran que los científicos han estado trabajando en analizar la eficacia de cada medida en cada autonomía para averiguar cómo evitar los contagios, porque nadie ha conseguido frenarlos del todo. Que respondieran a preguntas como por qué, si Madrid está mal por sus medidas poco restrictivas, Navarra tiene más contagios que Madrid, como ya ocurrió en la segunda ola, cuando el Gobierno de Sánchez decretó el estado de alarma solo en la capital. ¿Por qué hay Comunidades Autónomas con picos y valles muy pronunciados y otras con oscilaciones más suaves? ¿Por qué hubo efecto Navidad en la Comunitat Valenciana y no efecto Fallas? ¿Hasta qué punto Filomena o el mal tiempo en marzo han ayudado a cortar los contagios? 

Las respuestas servirían para orientar al Gobierno y las CCAA para que dejaran de tomar medidas incongruentes que desconciertan y hacen más profunda la fatiga pandémica. Pero es mucho pedir a unos gobernantes que gestionan la pandemia con un ojo puesto en sus intereses políticos, desde Ayuso a Sánchez, pasando por Iglesias y ahora Puig. 

Un servidor promete no volver a escribir de la presidenta madrileña, que los valencianos ya le hemos hecho suficiente campaña y, además, hacer aspavientos desde València por las ofensas recibidas es tan estéril como criticar desde España al candidato republicano para que los norteamericanos voten al demócrata.

… Y remata Werther: "¿O no es más bien que nos enojamos en lo más íntimo por nuestra propia indignidad, porque no nos gustamos a nosotros mismos, lo cual va siempre unido a cierta envidia acuciada por una cierta vanidad?"

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