Así dejó pasar València la oportunidad de meterse en la competición de barcos IMOCA de 60 pies y vincularse a la Vendée Globe
VALÈNCIA.- En agosto de 2008 València acogió el primer Gran Premio de Fórmula 1 en el circuito urbano que recorría en gran parte el magnífico puerto de Copa América y la que por entonces se llamaba Marina Real Juan Carlos I, que más tarde la política sectaria se encargó de cambiar el nombre. Un proyecto ambicioso que a la por entonces alcaldesa Rita Barberá le revolvía las tripas por varios motivos, uno de ellos porque se iban a cepillar la buena imagen que tenía el recién construido puerto valenciano para la disputa de la 32ª Copa América.
No sé si es por desconocimiento, por radicalidad o por incultura, pero cada vez que la izquierda española gobierna en alguna comunidad con acceso al mar, la náutica en general y la vela en particular se ve afectada negativamente y se la aparta a un lado esgrimiendo que es un deporte de ricos y antipopular. Esta es una premisa que esgrimen los políticos que gobiernan con las orejeras puestas que sin encomendarse a nadie toman decisiones nefastas para una gran mayoría de ciudadanos. Una decisión muy equivocada, de la que se pueden dar argumentos ya probados.
Cuando llegó la extrema izquierda a gobernar el Ayuntamiento de Barcelona lo primero que se cargó fue la regata Barcelona World Race, una prueba que se disputaba cada cuatro años alrededor del mundo en barcos IMOCA de 60 pies y que ponía a la Ciudad Condal en el mapa. Se disputaron, con gran éxito, cuatro ediciones y fue la punta de lanza para que Barcelona volviera a estar en el mapa del mundo. Incluso hubo un año que el alcalde de Barcelona, Xabier Trías, y el presidente de la Fundación para la Navegación Oceánica de Barcelona, Maite Fandós, dieron el campanazo del comienzo diario de la bolsa de Nueva York. Un hecho más que relevante, importante.
* Lea el artículo completo en el número de julio de la revista Plaza