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LA OPINIÓN PUBLICADA

Pactar a cambio de una sonrisa bipartidista

  • Ribó y Gómez, camino del Rialto. Foto: ESTRELLA JOVER
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Han pasado ya dos meses desde que se produjeron las elecciones generales del 28 de abril y la investidura de Pedro Sánchez sigue, más o menos, donde estaba: no hay avances, porque el PSOE no logra garantizarse los votos necesarios para ganar la votación. Ya se habla de una segunda votación en septiembre, o incluso de repetir las elecciones.

La cosa quedó más clara en los ayuntamientos, aunque sólo fuera porque aquí los partidos no tenían otro remedio, dado que los ayuntamientos debían constituirse ya. Pero incluso aquí nos encontramos problemas posteriores a la constitución. Por ejemplo, y sin ir más lejos, en València ciudad, donde Compromís y PSPV tampoco se ponen de acuerdo para alcanzar un pacto de Gobierno entre ambos y existe la posibilidad de que Ribó acabe gobernando en solitario.

¿Por qué encontramos tantas dificultades? A primera vista, la cosa está clara: ya no estamos en el modelo bipartidista, en donde las mayorías absolutas eran factibles y, si no se conseguían, estaba claro cuáles eran los socios potenciales para obtener esos pocos votos que faltaban, y qué sería necesario hacer para convencerles (generalmente, hablar catalán en círculos íntimos).

Ahora, en cambio, nos encontramos en el imprevisible escenario del multipartidismo, en el que los partidos "serios" y "razonables" han de convivir con malvados partidos emergentes que intentan arrebatarles el sillón, y dificultan las negociaciones en todos sus aspectos. La cosa queda clara si prestamos atención a lo que dicen la mayoría de los analistas y opinadores de cabecera al respecto de la investidura de Pedro Sánchez: la culpa es de la infinita ambición de Podemos por alcanzar sillones ministeriales, y en su defecto del egoísmo y falta de compromiso democrático de Ciudadanos, que no quiere abstenerse para así facilitar la investidura.

Sin embargo, existe otra posibilidad, y es que la dificultad para alcanzar pactos estriba en que los partidos antaño representantes del modelo bipartidista, PP y PSOE, no están demasiado acostumbrados a pactar. No lo están, al menos, de igual a igual con sus supuestos socios. Así, la investidura de Pedro Sánchez no parece llegar nunca porque el PSOE no manifiesta tener mucha prisa por entablar negociaciones con nadie en particular, y a estas alturas sólo tiene garantizado el voto del PRC, el Partido Regionalista de Cantabria. Que es, sin duda, el voto más campechano del Congreso, pero así y todo insuficiente para obtener la investidura.

Con los demás, el PSOE no ha conseguido acordar la investidura aún. Y no lo ha logrado porque su estrategia parece consistir en conseguir los votos de los demás gratis. Así, PP y Ciudadanos deberían abstenerse por el bien de España; Podemos ha de votar a favor de un Gobierno de progreso en el que Podemos tenga la menor presencia que sea posible. ¿Y los independentistas? Que se abstengan sin ni siquiera reunirse ni dialogar nada con el PSOE, y sin hacer demasiado ruido. Una investidura limpia, sin apenas votos en contra, y a mandar. Sólo con el PNV los socialistas no se hacen demasiadas ilusiones, pues saben que tendrán que negociar esos votos, y con apelar a la gobernabilidad o al bien del país no será suficiente.

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