VALÈNCIA. Es martes 29 de octubre. A las 18:00 horas, Teresa, vecina de Paiporta, recibe una llamada de su ex marido, quien le advierte de que su hija debe quedarse ingresada en el hospital debido a unas fuertes molestias estomacales. Sin vacilar, mete un par de mudas en una bolsa, sale de casa y coge el coche para dirigirse a València a pasar la noche en el hospital junto a su hija, sin imaginar que esa sería la última vez que vería su hogar en pie. Apenas media hora después, sobre las 18:40 horas, recibe un mensaje de su amiga: "Tere, ¿estás bien? Parece que se está inundando Paiporta".
Teresa recuerda aquel trayecto en coche desde su pueblo hacia la capital: "Vi a gente corriendo, sacando los coches y, en la rotonda próxima a Picanya, vi cómo el agua empezaba a avanzar". No obstante, pasadas las 19:00 horas, pudo llegar a su destino, aunque, en ese momento, el escenario en Paiporta era "similar a una pesadilla": lo que parecía un episodio de mal tiempo típico del otoño pronto se convirtió en una inundación devastadora que arrasó con viviendas, coches y más de 60 vidas en este municipio de l'Horta Sud.
"En el hospital, me enteré de que mi casa ya no existía", cuenta Teresa a este diario. Precisamente, fue su hermano quien le trasladó esta noticia por teléfono, cuando la cobertura se restableció en el pueblo. Al ver cómo las calles se inundaban, trató de salvar la casa de Teresa, que vivía en una planta baja, pero quedó atrapado por la rapidez con la que subía el agua: "En media hora tuvimos que subir a los pisos superiores porque nos ahogábamos". Para sus padres, cuya vivienda se encuentra junto al Barranco del Poyo, la situación también fue aterradora: "Aquello fue un tsunami. El agua venía por dos frentes, arrastrando coches y electrodomésticos. Era como estar en la película Lo Imposible".
En las primeras horas de la madrugada, el nivel del agua comenzó a descender, aunque las comunicaciones seguían cortadas. De hecho, Teresa no pudo regresar a Paiporta hasta dos días después y, al llegar, encontró un escenario apocalíptico: "Todo estaba cubierto de barro, los coches estampados contra las fachadas. Era irreconocible". Hasta el momento, Paiporta ha contabilizado 62 fallecidos y se ha convertido en el epicentro del desastre, conocido ya como la 'zona cero' de esta Dana.
Han transcurrido más de diez días desde el inicio del temporal, pero el tiempo parece haberse detenido en Paiporta. Muchas familias, como la de Teresa, enfrentan condiciones de vida insalubres: "No tenemos agua caliente y todo huele a putrefacción. Es como vivir en un campo de batalla". En el sótano de la casa de sus padres, el barro aún emana gases peligrosos, y los esfuerzos de limpieza son insuficientes: "Estamos solos. Nos hemos buscado la vida para todo". A pesar de este panorama desolador, la comunidad se ha volcado en el municipio.
Los primeros días, los vecinos de Paiporta sacaron los muebles afectados por la inundación y el barro de las calles con sus propias manos, sin ayuda de las autoridades. "Vinieron oleadas de jóvenes a socorrernos, y eso es de agradecer. Si no fuera por ellos, no habríamos avanzado nada", relata Teresa. Sin embargo, este apoyo no ha sido suficiente para paliar el alcance de la tragedia. La ayuda institucional ha llegado tarde, por lo que muchas personas mayores y vulnerables enfrentan en estos momentos una situación crítica.
En ese sentido, la burocracia representa un obstáculo para acceder a las ayudas prometidas. Teresa denuncia que los formularios digitales son inalcanzables para quienes no cuentan con los medios o conocimientos tecnológicos suficientes: "Mi vecina, que lo ha perdido todo, no sabe usar un ordenador. Si no la hubiésemos ayudado entre todos, no habría podido solicitar los 6.000 euros aprobados por el Gobierno de España". A esto se suma la falta de transporte público, que dificulta los desplazamientos a los puntos de información habilitados para tramitar las ayudas económicas.
La gestión, según asegura Teresa, "es un desastre absoluto". Mientras tanto, las necesidades básicas siguen sin cubrirse. Muchas casas están aisladas y los mayores no pueden salir debido al barro. El suministro de alimentos, ropa y material para retirar el fango depende casi exclusivamente de personas voluntarias y particulares, que trabajan sin una coordinación clara. "Estamos sobreviviendo gracias a la solidaridad de la gente, pero necesitamos más medios. Es agotador no ver un final a esta situación".
La visita a la 'zona cero' de los Reyes de España, acompañados por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y el president de la Generalitat, Carlos Mazón, fue recibida con sentimientos encontrados por los vecinos de Paiporta. El padre de Teresa cree que la presencia de estas figuras políticas no fue suficiente para calmar la indignación generalizada: "Entiendo que haya rabia. No es normal que aparezcan cinco días después, cuando ya hemos hecho todo el trabajo más duro. Llegaron tarde y mal".
La reacción de algunos vecinos durante esta jornada, marcada por los abucheos, los insultos y alguna que otra agresión física, refleja el descontento de una comunidad que se siente abandonada. Sin embargo, Teresa cree que parte de ese recibimiento pudo estar orquestado: "La gente está enfadada, pero no es agresiva. Hubo quien quiso aprovecharse del momento para boicotearlo y esto no representa el espíritu de Paiporta". Además, insiste en que las autoridades han fallado en lo esencial: la reubicación de las familias afectadas. "Es incomprensible que, tras un desastre de esta magnitud, no nos hayan trasladado a algún lugar como hoteles o pabellones. Nos han dejado abandonados en nuestras casas destruidas".
Teresa reconoce a Valencia Plaza que el camino hacia la normalidad será largo y difícil. Ha perdido su casa y sus recuerdos, aunque no su determinación. "Tengo claro que necesitaré ayuda psicológica para superar esto, pero también sé que saldremos adelante". Mientras tanto, su familia, como muchas otras afectadas por la Dana, continúa peleando por recuperar su vida. "Hoy somos la noticia, pero en unos meses, ¿quién se acordará de nosotros?". Como viene sucediendo en catástrofes de esta magnitud, la pregunta de los vecinos de Paiporta resulta comprensible, puesto que refleja con exactitud el temor de que, pese a las promesas y discursos pomposos, todo quede en el olvido.