Me encantan los bocadillos, amo el cordero y adoro los bares. Tal conjunción, ahora tiene un nombre: Paquito
Mi infancia está íntimamente ligada a los bocadillos que comía en el bar cuando a mi madre no le daba tiempo a hacerme la comida, que era a menudo. Unas décadas después, el bocadillo sigue teniendo algo especial porque es la antesala de que después va a suceder algo bueno: un concierto, una obra de teatro, tumbarse en la playa para ver la lluvia de estrellas, una excursión o un cine de verano. Nuestra vida está llena de memoria y bocadillos.
Esta semana estuve en Madrid y probé el que promete ser el último hit entre pan, se llama Paquito y se puede encontrar en más de 50 bares y tabernas de la capital. Es un bocadillo de carne de cordero que cada local adapta a su estilo. Hay Paquitos clásicos, que emulan a su primo mayor, el Pepito, y otros que actualizan la receta y la adaptan a los nuevos con tiempo, con salsas, cilantro o pepino.
Las dos versiones que sirven en El Palentino, ese bar tan mítico de Madrid, estaban rebuenas. Tanto el Paquito tradicional, con su filete deshuesado y su pan tostadito como la versión oriental del bocadillo son una maravilla. Un bonito ejemplo de cómo recuperar una carne que a menudo relegamos a la Navidad o relacionamos con escapadas a la Castilla profunda, pero que saca músculo con esta creación y se pone a la altura de otras carnes.
Si pasan este mes por Madrid, busquen a Paquito. Y luego, después del bocadillo, verán como pasan cosas bonitas.