VALÈNCIA.El espíritu de trotamundos urbano de Toni Cantó se cultivó desde pequeño. Cambió de domicilio y centro escolar tres veces en su infancia y adolescencia: de la Academia Montaner en la calle Cuba pasó al Luis Vives en la Fuente de San Luis; después se fue a vivir un año a Barcelona para, tras la separación de sus padres, instalarse en Benicàssim y estudiar en un instituto de Castellón. «Finalmente volví a València y terminé COU en el Benlliure, muy cerca de nuestro nuevo domicilio en unas fincas muy grandes en Pintor Vilar, junto a la calle Alboraia», relata.
Llama la atención su paso por el Benlliure, un instituto con cierto simbolismo en la izquierda valenciana y en el que, sin ir más lejos, cursaron sus estudios a posteriori todos los miembros de la formación original de Obrint Pas. Un grupo que, a buen seguro, no está en la playlist de Cantó. «Realmente era un buen instituto con un gran profesorado. Aprobé COU y el selectivo, aunque no llegué a la nota de corte de Medicina que era a lo que me animaba mi familia a estudiar», explica el diputado de Ciudadanos, el mayor de cuatro hermanos.
El joven Toni se ganaba la vida poniendo copas o haciendo de relaciones públicas en Woody, Distrito 10, Pachá —que luego fue Arena— los fines de semana. ¿Qué hacía con el dinero? Coger un Auto-Res camino de Madrid y hospedarse en un hostal para presentarse a pruebas. «Al principio hice algunas fotos y desfiles con Francis [Montesinos], con quien tenía amistad, y también hice algunas cosas relacionadas en Madrid pero yo iba buscando sobre todo pruebas de interpretación», recuerda. Cantó nadó a contracorriente. Su familia le orientaba para que fuera cirujano torácico como su padre, «uno de los mejores del mundo» —asegura—, pero ya en la adolescencia evidenció que no tenía madera para seguir sus pasos. «Una vez, tendría yo 16 años, me metió en una operación que encima se complicó y... bueno, salí espantado. Si lo hizo para convencerme, ¡consiguió todo lo contrario!», explica entre risas.
Curiosamente, la inspiración que el ahora diputado había encontrado para ser actor la redescubrió cuando ya había iniciado su carrera artística. «Lo había borrado de mi mente pero yo soñaba de niño con eso. Un día en el desván de mi abuela descubrí una caja llena de cosas mías de cuando era pequeño y topé con un dibujo que hice de un teatro y la puerta de un camerino con mi nombre. Siempre estuvo dentro de mí», rememora.
El entonces proyecto de actor pisaba la capital en plena movida madrileña. «Iba alucinando todo el día», asegura Cantó, quien define aquella etapa como una «explosión» para un chico de familia «de clase media aburguesada» que llega y se mete «en todo el mogollón de la moda, el cine, el teatro, la tele...». «Viví Madrid en su época más libre. Ahí conocí a los primeros gays que vivían su sexualidad de forma abierta sin complejos, a las primeras mujeres libres para ser empresarias, liderar compañías, en definitiva para hacer lo que les diera la gana...», enumera, para a continuación lamentar la «nueva ola de puritanismo» que a su juicio flota hoy en la capital.
«El tema es que en la movida madrileña estábamos todos: quiero decir, había valencianos, gallegos... gente de toda España»
¿Y la Movida valenciana? Algunos consideran que en aquella época también en la Comunitat había una cierta revolución artística que incluso podía competir con Madrid en algunos aspectos. «Es cierto que aquí había un núcleo de personas que, a nivel artístico, hacían muchas cosas y congregaban a mucha gente alrededor. Ahora bien, creo que también se confunde un poco el tema de la Ruta [del Bakalao] que fue otra cosa en la que quizá faltaba un poco más el componente cultural que sí tuvo de forma más clara y bestia la Movida madrileña», explica.
En este punto, Cantó aprovecha además para lanzar su enésimo dardo al nacionalismo. «El tema es que en la movida madrileña estábamos todos: quiero decir, había valencianos, gallegos... gente de toda España. Eso era lo fantástico de allí y que a día de hoy sigue ocurriendo, que la gente no te pregunta de dónde vienes. Algo que, por así decirlo, sí ocurre más en Barcelona o en lugares del País Vasco», argumenta.
Pero no todo era glamour y desenfreno. El actor valenciano se formó cinco años en el Teatro Nacional María Guerrero, trabajando «con los más grandes». Tras diversos papeles para la televisión y el cine, le llegó en el teatro uno del que guarda un especial cariño en la obra de Shakespeare Mucho ruido y pocas nueces (1997), con la que cosechó un éxito que le catapultó a Siete vidas, pionera en las sitcoms españolas, lanzada a la pequeña pantalla a finales de los años noventa.
Desde entonces, Cantó ha ido encadenando trabajos cuando su andadura política se lo ha permitido, además de fundar su propia empresa teatral. «Me di cuenta de que en esta profesión estar a la espera de que te llamen genera ansiedad. Así que la única manera de hacer lo que más te apetece es producir tus propias funciones de teatro o coproducir una serie de televisión». Y en ello está. En enero interpretará a Wheeler, «un tipo de cincuenta y tantos años que atraviesa una crisis que creo que entiendo» (ríe), dentro de la obra Linda Vista escrita por Tracy Letts.
Ahora bien, tener una empresa propia no le ha permitido salirse con la suya siempre como actor. Admite que en este tiempo en el que viene dedicándose a la política ha tenido que dejar pasar varios papeles que le interesaban. «Muchas veces, la verdad. Es una cuestión de tener o no tener tiempo. Y lo cierto es que he tenido que descartar ofertas atractivas porque estoy en un momento y edad en el que salen papeles muy buenos para hombre», comenta.
Eso sí, la popularidad alcanzada en su ámbito político también tiene otra cara de la moneda en su faceta como actor. Sería ingenuo pensar que haber participado activamente en un partido político no tiene a veces consecuencias en los escenarios. «Sí, seguro que algunos me miran diferente y que en muchos ayuntamientos no podré volver a trabajar», admite con naturalidad el parlamentario de Ciudadanos.
En sus ratos libres, Cantó desconecta de la política y de los escenarios leyendo. Cita la última novela policíaca de Jo Nesbo, el creador de la serie del detective Harry Hole, y también Tonto de remate, de Richard Russo, una secuela de Ni un pelo de tonto, de la que también se hizo una película protagonizada por Paul Newman. «Me encanta ese escritor y es una joya ese libro», recalca.
«Sin duda, la vida de Toni Cantó merecería una serie televisiva o una película dada su rica trayectoria dentro y fuera de los escenarios»
El político y actor emplea buena parte del resto de su tiempo con sus hijos de 15 y 12 años —la mayor falleció en accidente de tráfico en 2011—, con los que ve «bastante cine infantil o adolescente». «La última película que vi con ellos fue Johnny English. Me gusta mucho Mr Bean, es un clown maravilloso y le admiro profundamente», subraya, para añadir que por su cuenta sí ve alguna serie a través de plataformas. Sobre esto, señala que ve más bien poco la televisión. «Estuve ocho años de mi vida sin ella y la verdad es que mis hijos ya ni la encienden. Por eso me extraña ese empeño de PSPV y Compromís en montar esa tele [À Punt] y gastarse ese dinero creyendo que van a influir en una sociedad que ya no ve la tele... Es muy naif y demuestra que viven en el siglo pasado. Eso no quiere decir que no apoyemos una televisión que utilice el valenciano como vehículo y que ofrezca información local, pero de una manera sostenible», explica.
Al margen del ámbito profesional y familiar, la transformación del actor de éxito en político de tirón merece mención aparte. Participó en la fundación de Vecinos por Torrelodones, colaboró con Ciudadanos en sus inicios, entró en UPyD en 2008 y, finalmente, pasó a las filas del partido naranja en 2015, sin dejar indiferente a nadie. Sin duda, la vida de Toni Cantó merecería una serie televisiva o una película —y eso que a buen seguro no se conoce ni una décima parte de su prolífico anecdotario— dada su rica trayectoria dentro y fuera de los escenarios. El actor ha protagonizado en el ámbito político no pocas grandes actuaciones, algún que otro batacazo —¡ay!, las redes sociales— y algún que otro giro dramático que le convierten en un personaje siempre digno de entrevistar.
A lo que daría luz verde, divertido, es a la propuesta de Plaza de interpretar en una serie —atentos HBO y Netflix— los últimos años de Pedro Sánchez. «¡Claro!, me gustan los papeles de malo», bromea, para lanzarse a analizar otros posibles protagonistas: «La historia de Albert Rivera tiene más solidez y mayor contenido. A Pedro lo veo un personaje más vanidoso y vacío, que va a meter a este país en grandes problemas solo por aferrarse al poder». ¿Y José Luis Ábalos? «Es otro tipo de personaje más tabernario y chusco, pero como digo, me parecen muy interesantes los papeles de malo».
* Esta entrevista se publicó originalmente en el número 50 de la revista Plaza