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lo personal y político V

Pepe Gosálbez, de lo militar a lo político 

7/02/2021 - 

VALÈNCIA. Ha llovido mucho desde entonces. La familia se había trasladado a Madrid y volver a la tierra natal era todo un incentivo. Hasta tal punto de contar con ritual familiar propio: cruzar el embalse de Contreras en coche por la Nacional III era entrar en la provincia de Valencia y, por ende, activar el resorte de los casetes. Su padre introducía el que tocaba en ese preciso momento. Y así, ofrendando nuevas glorias a España y con la mirada puesta en el Mediterráneo, entraba entonces en territorio valenciano un actual concejal de Vox. Corría el interludio entre los setenta y los ochenta, eran años de la Transición.

Costumbres como esa no resultaban extrañas durante aquella juventud arraigada. El traslado a Madrid de la familia de Pepe Gosálbez (València, 1968) sacaba a la luz cierto orgullo valencianista, de una Valencia dentro de España, claro está, que se materializaba, por ejemplo, durante aquellas noches de fin de año en aquel piso de Chamberí en el que vivían, cuando las ofrendas a España resonaban en toda la calle proyectadas desde el bafle que sacaba orgullosa su familia.

- ¿Erais vosotros los del per a ofrenar?
- Sí, éramos nosotros.

Era una manzana próxima a la Dirección General de la Guardia Civil, casi exclusivamente conformada por viviendas que albergaban las familias de militares trasladados, y cuyo patio de luces constituía el whatsapp de los chavales en aquella época. Allí se habían mudado desde València a sus nueve años, después de que a su padre lo ascendieran a teniente coronel.

La presencia del verde militar no es baladí en los recuerdos que narra Gosálbez de cuando era crío en València. No eran pocas las ocasiones que el padre llevaba a los hijos a visitar la base aérea militar de Manises donde trabajaba. Allí tomó la comunión, en la capilla de las instalaciones del Ejército del Aire, seguida de su correspondiente comilona en el club de golf aledaño, también militar. El mismo telón de fondo que algunos hermanos elegirían para sus nupcias años más tarde.

Pero ni la dedicación paterna, ni los años de pubertad en las fincas militares de la capital le convencieron para dedicarse a las Fuerzas Armadas, y mucho menos para quedarse en Madrid: licenciado en Derecho en la Universidad Complutense, volvió a València tras sus estudios. "El ejército me ha gustado siempre pero no me llamaba para ser profesional", explica hoy sentado en uno de los locales del Mercado de Colón, unas tres décadas después.

Hasta que empezó como pasante en un despacho jurídico no entró en el servicio militar, precisamente en la central del Ejército del Aire en València. Recuerda aquel Pepe joven que incluso se planteó la objeción de conciencia, una opción "tan correcta como la otra". No era una renuncia ideológica, ni mucho menos, posiblemente era por comodidad, arguye. Motivos en todo caso inconcebibles para un padre coronel nacido en el 27. "Una noche se lo planteé -rememora- y me dijo que ni hablar, que ni se me ocurriera". No lo hizo, claro. Hoy lo comprende: era otra época, otra mentalidad, otro contexto.

Su familia siempre fue del majestuoso Ensanche más próximo a la céntrica calle Colón. Allí vivieron sus padres, sus ocho hermanos -dos chicas y seis chicos- y él mismo. Allí hoy vive su padre. "Ahora cuando subes y ves la casa tan vacía, da nostalgia". De cuando las habitaciones estaban repletas de juegos, peleas y perrerías. De las once barras de pan que de buena mañana traía uno de sus hermanos. "Mi casa era un festín constantemente". En definitiva, de cuando el Mercado de Colón era mercado y, bocadillo de atún y aceitunas en mano, paseaba de la mano de su madre por sus pasillos.

Rechaza de raíz que vivir en un barrio señorial como este haya influido en su modo de estar en el mundo. "Soy como soy y no porque haya vivido en determinado barrio", explica: "Antes y ahora me he movido por todos los puntos de València sin ningún problema". En cambio, lo estricto del mundo militar y lo disciplinario que exigía una casa de once personas sí parece haberlo marcado. Eso dice, al menos: "Creo que es fundamental para la vida; mis padres nos lo han inculcado desde bien pequeños". El orden y la disciplina. También la religión. Creyente, católico y practicante, se define como de una "familia normal, tradicional". De ir los fines de semana a misa, de mostrar "orgullo al salir en las procesiones". 

Lo informal de la política

De cómo un abogado en ejercicio acabó con asiento en el hemiciclo municipal no podría señalarse un único motivo. Que muchos políticos han estudiado derecho es algo constatable. "Creo que el derecho te da una visión muy general de lo que es la administración", asegura, y pese a no haber llevado nunca turno de oficio, sí dice haber prestado ayuda a "mucha gente que al final no te ha podido pagar". Lo cual expone como prueba del servicio público que reviste la profesión del abogado y que lo vincula también con la política. "Eso y haber visto a mi padre que ha sido un servidor público toda su vida", concluye.

Pero en la práctica, todo empezó hace apenas cuatro años. Eran tiempos de convulsión en Cataluña y -"como muchas otras personas"- Gosálbez, votante del PP, se encontraba profundamente decepcionado con Rajoy y de su "pasotismo". "No hizo absolutamente nada y nos sentimos traicionados", asegura, "ni con la ley de violencia de género, ni con la ley de memoria histórica...", ni con Cataluña. Fueron las intervenciones de Abascal en El gato al agua y otras entrevistas lo que lo atrajeron a Vox. Entró en la web, se convenció de la propuesta -"la única luz al final del túnel"- y se afilió. "Cuando me afilié en València apenas cabíamos en un 600", recuerda.

Año y medio después de entrar en el Ayuntamiento, admite que la política es un mundo "muy complicado". Y destaca sobre todo que, contra lo que muchos creen, la política es más informal de lo que aparenta. Para el abogado, los plenos y las comisiones no son tan rigurosos como un juicio. "Vas a la política con una idea y es totalmente distinta". Y la vida social, tan intensa como necesaria, "era algo que desconocía: no pensaba que había tantos actos". "La gente dice que estamos de acto en acto y no trabajamos, pero sí, tú trabajas y estás haciendo relaciones y conociendo a gente", se explica.

Sobre Vox niega cualquier relación con las etiquetas de franquista, ultraderecha o extrema derecha. "Los encasillamientos esos son absolutamente falsos", sentencia con toda seriedad: "Cuando murió Franco yo tenía siete años". A juicio de Gosálbez, la dictadura franquista "como todas las épocas de la historia, tiene sus puntos buenos y sus puntos malos" y la historia, como tal, "hay que respetarla". Por ello siempre insta a leerse las auténticas medidas que plantea Vox, "otra cosa es lo que se dice cuando se sacan las cosas de contexto".

Con Trump admite que pueda haber "cosas en común" y lo considera un buen presidente para Estados Unidos en términos económicos: "Para el resto [de países] no sé, pero para Estados Unidos sí", y presenta los bajos índices de desempleo como ejemplo de buena gestión económica -"ya me gustaría a mí en España"-. Otro podría considerarse el nacionalismo, el "querer a tu patria", tal y como entiende este término el concejal: "Eso no tiene nada de malo".

Lo malo, subraya, llega cuando ese "pretendido amor a tu patria pretende hacer daño a otros lugares", y señala el nacionalismo catalán al pretender "adueñarse" de la cultura valenciana. Se siente "muy español de València", y en su muñeca porta sólo una bandera, la española. "Las pulseras me molestan, no las llevo a gusto", confiesa, pero esta se la pone porque es poco abultada y porque es un regalo de una afiliada: "Si me hubieran regalado la valenciana la llevaría también".

Pescar de aquí y de allá y veranear en El Perellonet

Con todo, el edil de Vox asegura que no tiene "en concreto" ningún referente. "Al final vas pescando un poco de aquí y de allá", manifiesta, hasta el punto de gustarle cosas "incluso de políticos de la izquierda". No obstante, la lectura no es uno de sus mayores aficiones. Por una sencilla razón, apunta, "por mi profesión estoy leyendo todo el día y cuando llego a casa lo último que quiero es coger un libro". Su mujer y su hijo mayor -tiene dos-, eso sí, son "unos devoralibros".

También asevera no haber sido "muy de música; normalito". Sí recuerda, aun así, grupos que durante su juventud más le llegaron a atraer, como los rockeros británicos Dire Straits o los Bee Gees. En cambio ahora, los dueños del reproductor son otros: "En mi coche ponen la música mis hijos, Lady Gaga y compañía". Pero que nadie se confunda, esto dice que también le agrada. Cuarenta años han pasado desde el himno regional que ponía el padre al pop que marcan hoy los hijos. "Te ponen el CD correspondiente y te acoplas". Al fin y al cabo, el menor de nueve hermanos lleva acoplándose desde siempre.

El coche es una caja de recuerdos. No sólo por las idas y venidas a Madrid, sino también durante los veranos cuando se trasladaban a Ibi a pasar una temporada. Hoy, en cambio, pasa las vacaciones en una casa en El Perellonet donde, por cierto, coincide con Fernando Giner. "Hasta en verano estoy en València". La playa -que no la arena- resulta un agradable atractivo para el edil: "Cuando vivíamos en Madrid, veníamos y me apetecía siempre ir a ver el mar", relata, porque cuando vives en València "casi te da igual". Y así, ofrendando nuevas glorias a España y con la mirada puesta en el Mediterráneo, entraba entonces en territorio valenciano el actual concejal de Vox.

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