El histórico desplome del crudo ha hecho que muchos alberguen esperanzas de que las huellas de carbono puedan reducirse de forma permanente
MADRID. Una tormenta perfecta de desplome de la demanda -debido a la crisis del Covid-19- y exceso de oferta -por los desacuerdos entre los principales productores- dio lugar a un hecho sin precedentes el pasado mes de abril, cuando los precios del crudo se situaron en niveles negativos. Las medidas de confinamiento adoptadas en todo el mundo, que están obligando a la gente a quedarse en casa, están haciendo caer en picado las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
El espectacular desplome de los precios del petróleo es, ante todo, el resultado de la enorme caída de la demanda energética, consecuencia de las medidas de confinamiento adoptadas en multitud de países. El punto de inflexión tuvo lugar en la renovación del contrato de futuros de mayo del petróleo West Texas Intermediate (WTI), el 19 de abril, ya que los costes de almacenamiento habían aumentado mucho, comenzando a aproximarse a los límites de capacidad. Llegó el punto en que los traders estaban dispuestos a pagar hasta 37 dólares por barril para que alguien les quitara el petróleo de encima.
Después de esta violenta sacudida, comenzó el reequilibrio. Sin embargo, la recuperación de la demanda será muy gradual aunque las medidas de distanciamiento social se vayan retirando paulatinamente en el segundo semestre de 2020. El futuro del sector del transporte aéreo no es muy alentador: ¿la gente sigue dispuesta a embarcarse en aviones abarrotados con tanta asiduidad como antes, ahora que se ha constatado la eficacia de los canales de comunicación digital?
A primera vista, esto podría ser un buen presagio en lo relativo a la reducción de las huellas de carbono para combatir el calentamiento global y mantener a raya la contaminación. La reducción de los viajes dará lugar a una gran disminución de las emisiones de GEI este año; la Autoridad Internacional de Energía prevé un descenso nunca visto, del 8%, aunque sigue habiendo dudas sobre el alcance y la duración de este descenso.
Las trayectorias de recuperación que logren trazar EE UU (que representa el 20% del consumo mundial de petróleo) y China (14%) serán la clave. El impulso crediticio chino, uno de los principales indicadores del crecimiento tanto en China como en Estados Unidos, continúa disminuyendo. Esto indica que la demanda mundial de petróleo probablemente solo aumentará menos de la mitad de lo que lo hizo durante el repunte cíclico global de 2017.
Mientras las autoridades chinas no se decidan a adoptar un enfoque de 'lo que haga falta' en sus medidas de estímulo y el actual confinamiento que afecta a cuatro mil millones de consumidores en todo el mundo solo pueda ir eliminándose gradualmente, no cabe esperar una fuerte recuperación de la demanda de petróleo. Esto suscita la pregunta de si la reducción de las emisiones de GEI también podría ser mayor de lo esperado.
Jamás se habían registrado precios negativos para el petróleo, pero eso no ha parecido inquietar al mercado de valores. Lamentablemente, no. Hay razones para creer que los días más complicados para el petróleo ya han quedado atrás, y que la situación irá mejorando con el tiempo. Las bajadas de precios generan demanda. Históricamente, los niveles de precios bajos allanan el camino para la recuperación económica, ya que las industrias que más energía consumen tratan de aprovecharlos. Sin embargo, este proceso presenta un retardo importante: de media, unos 18 meses.
Además, la demanda podría verse impulsada por el cambio de preferencias de los consumidores, que pasarían de trasladarse en metro, autobús o tren a hacerlo en su vehículo particular, mientras persista el Covid-19. La progresiva recuperación de la demanda de petróleo supondrá que las emisiones de carbono terminarán por repuntar, como lo hicieron tras la crisis financiera mundial.
Peter van der Welle es estratega del equipo multiactivos de Robeco
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