VALÈNCIA. “Como excursionista que soy, y cuando voy paseando por el monte, muchas cosas me sorprenden y me deleitan, pero desde hace unos años hay unos elementos naturales en el paisaje de la Comarca que me despiertan gran curiosidad”. Así explica Juan García Barrachina, cómo descubrió los altares rupestres de La Serranía.
Entre los vericuetos de la historia y las formaciones de la naturaleza, se encuentran los altares rupestres de La Yesa, Alpuente y Titaguas que llamaron la atención de este excursionista. Estas rocas ancestrales, testigos de tiempos pasados, son el objeto de estudio y pasión de Barrachina, excursionista y arqueólogo autodidacta, que lleva más de una quincena de años inmerso en el misterio de los altares rupestres de La Serranía. Para él, estas piedras "caprichosas", "artísticas" y "espirituales" despiertan una gran curiosidad que ha guiado su investigación desde sus primeros pasos.
La búsqueda de respuestas comenzó en los años 2005 y 2006, cuando se le encomendó trazar una ruta senderista y ciclista que conectara las aldeas de Alpuente. Fue entonces cuando la entonces alcaldesa del municipio, Amparo Rodríguez, con la generosidad de quien comparte un tesoro escondido, le dio a conocer los altares y petroglifos que se escondían en el territorio municipal. Un descubrimiento que cautivó a Barrachina.
Estos altares rupestres, considerados los primeros monumentos de la humanidad, son un tesoro poco explorado en la región valenciana. Su propósito inicial apunta a rituales "mágicos", destinados a la realización de ritos con sus correspondientes liturgias. En ellos, antiguas comunidades humanas se congregaban para llevar a cabo prácticas que buscaban propiciar la lluvia, asegurar la fertilidad de los campos y garantizar la prosperidad de los rebaños, asegurando así el alimento tanto a animales como a personas.
Las características de estos lugares sagrados son notables y recurrentes: rocas labradas con cazoletas y canalillos votivos, escalinatas que conducen a sus cimas, orientaciones marcadas hacia puntos de interés astronómico, entre otros elementos enigmáticos que despiertan la imaginación. Para Barrachina, estos altares podrían remontarse a la Edad de Bronce, una hipótesis respaldada por el material arqueológico encontrado en la zona. Su teoría inicial sugiere una estrecha relación con la ganadería y la trashumancia prehistórica, donde se practicaban rituales y ofrendas en busca de la protección divina para el ganado y las cosechas.
A pesar de su importancia histórica y cultural, estos lugares permanecen en gran parte desconocidos y poco explorados en el Alto Túria. En su incansable labor de investigación y divulgación, Juan García Barrachina busca preservar estos altares rupestres como testimonios vivos de la profunda conexión entre el ser humano y la naturaleza a lo largo de milenios.
Este patrimonio arqueológico, casi olvidado en la comarca del interior valenciano, ha despertado el interés tanto de Barrachina como de otros apasionados por la arqueología local. Su labor de divulgación busca preservar estos altares rupestres, no solo como vestigios del pasado, sino como testimonios vivos de la conexión entre el ser humano y la naturaleza a lo largo de milenios.