Definitivamente València se ha ganado un hueco entre los destinos de arte urbano más interesantes del planeta. Aunque, vaya, la ciudad todavía no lo sabe
VALÈNCIA. Qué factores hacen que València sea un buen reclamo para artistas urbanas de aquí y de allá. Qué hace que, pese a que la ciutat apenas lo incorpore a su recetario de atributos, un movimiento latente nos sitúe como un punto referencial, un núcleo donde suceden algunas de las cosas más interesantes en su comunidad.
Una percepción de cambio de estado. El paso de la formación de una escena a la proyección de un escenario. Y, por elevación, qué queda a partir de ahora.
Algunas de las voces que configuran las iniciativas por llegar, articulan los factores de un proceso encendido. Las medianeras de València relucen entre los lugares más insospechados como pequeños fuertes prometidos. ¿Pero por qué?
Coinciden las voces en representar a València como una ciudad con menores barreras para la intervención urbana. No tanto una libertad pretendida, más bien producto de un desdén. El director creativo argentino Andrés Sbrancia, instalado en la ciutat desde hace apenas unos meses (“vine y me confinaron”) esboza la sensación: “Cuando hay un solar y lo tapian, en Madrid lo borran, acá es casi legal: te dejan pintarlo y no lo borran. Te ve un policía y pocas veces se detiene”.
La importancia del acceso a la vivienda y a un espacio de trabajo como sesgo vital para la concentración artística. La combinación delicada entre tamaño de la ciudad y coste es, cree Sbrancia, una clave bien decisiva: “es barata a la hora de venirse a vivir, te alquilas un local por mucho menos precio que en la mayoría de capitales europeas, pero al mismo tiempo no es un lugar donde no pasa nada, sino que tienes una agenda intensa, por eso es un lugar espectacular para venirse”. Él mismo, uno de los impulsores del festival de arte urbano de Buenos Aires, Proyecto Dúo, eligió València tras numerosos escarceos.
La sensación de cambio, de transformación, es un reclamo líquidamente sexy en cualquier narrativa urbana. “Interesa el discurso de regeneración a través del arte, de un cambio que se activó a partir de un período de obsolescencia cultural”, plantea Lluís Salvador, director de Zedre Art & Bikes y habitual en relacionar las intervenciones en murales con el transcurso por la urbe. “Permite que el arte urbano sea catalizador de ese cambio de chip, al final buscamos generar emociones”.
El productor artístico y fotógrafo Omar Quiñones dibuja la composición de cierto sustrato social: “hay una escena muy juvenil, muy renovadora. Igual no con la misma intensidad pero puede que pase aquí lo que en Barcelona a principio de los 2000”. Y sigue: “Deberíamos aprovechar este filón que se genera de manera espontánea… aprovecharlo con proyectos que puedan amalgamar, que se trabaje de una manera proyectual”.
Lluís Salvador prolonga: “falta que la ciudad se lo crea, que sepa lo que tiene”, “la ciudad no se da cuenta de la baza que supone el arte urbano a nivel turístico”.
Evitando a toda costa simplificar el argumentario con la boutade recurrente de que en València hace mucho sol y se vive muy bien, el ligero equilibrio entre movimiento y pausa enuncia una envoltura favorable. “La infraestructura de la ciudad hace mucho, puedes unir muchos puntos fácilmente, la bici te lo permite casi todo”, continúa Andrés Sbrancia. “La amplitud permite mayor vistosidad de las medianeras, movimientos más cómodos”.
“No es que en València haya más medianeras -fija Lluís Salvador-, en todas las ciudades hay muchas, pero aquí es un poco más sencillo intervenir. El arte en la calle está muy vinculado a la bici, acompañamos el arte con la propia evolución de la ciudad”.
Causa y a la vez consecuencia, una de las razones capitales es la capilaridad de talento. Exportado e importado casi por igual en un viaje de ida y vuelta que se retroalimenta. “Hay una concentración de talentos inmensa: 2SHY, Felipe Pantone, Paul Loubet, Abel Iglesias… Artistas que pueden permitirse exponer en galerías de capitales europeas continuamente pero que al mismo tiempo viven aquí porque se sienten en un buen entorno”, plantea Andrés Sbrancia. Hay un momento crucial, cuando en 2011 Seen, “el Goodfather del graffiti”, decidió establecerse en València. “Contrató a muchos ayudantes de acá, contribuyó al cambio”, sigue Sbrancia.
“Favorece -replantea Omar Quiñones- que los artistas que son de aquí han tenido reconocimiento en el extranjero, eso ha allanado el camino para que muchos sigan el camino inverso”.
Escasas barreras, mejores precios para instalarse, aroma a transformación, una disposición urbanística favorable… y una tupida red de artistas. Claves para un posicionamiento en curso. O quizá es la espontaneidad, que no haya un plan.