La formación en la Comunitat sigue siendo un gran partido aunque empiezan a quedarle solo los cimientos. Cada vez que Bonig consigue sacar la cabeza, un suceso histriónico o un golpe policial echa barro sobre las siglas y dirigentes que dominaron la Comunitat
VALENCIA. El Partido Popular de la Comunitat Valenciana vivió ayer otro lunes negro. Las actuaciones policiales, en este caso sobre el exvicealcalde de Valencia, Alfonso Grau, y la información publicada por la Cadena Ser sobre el expresidente de la Generalitat, Francisco Camps, que derivó en una comparecencia pública de éste, pusieron de nuevo el foco sobre el partido de manera negativa. La formación que lidera Isabel Bonig sigue siendo grande pero empiezan a quedarle solo los cimientos: cada vez que la presidenta consigue sacar la cabeza, un suceso histriónico o un golpe policial echa barro sobre las siglas y los dirigentes que dominaron la Comunitat.
Días como el de ayer ponen de manifiesto que si el PPCV quiere realmente resurgir, debe afrontar de inmediato ese congreso extraordinario que ha solicitado a Génova, aunque lo haya hecho casi pidiendo perdón. Pero debe afrontar un cónclave con la máxima participación de las bases posible: con la fórmula 'un militante, un voto', tal y como ha apuntado Bonig. Y preferiblemente, debe hacerlo antes de que se aborde un cónclave nacional puesto que, después, la dirección nacional resultante volverá a ejercer un control desde Madrid que ahora no puede darse por pura debilidad.
Y lo más importante: Isabel Bonig necesita tener rival.
Decía el expresidente Camps este lunes que no descarta presentarse a las primarias del PPCV "para volver a ganarle al PSOE" y, aseguraba, respecto a Compromís: "Me tienen pavor, me tienen miedo. Si me presento, les barro". Es más, el otrora líder de la formación popular aseguraba ayer que si diera el paso ganaría las elecciones "fácil, de calle".
Por otro lado, el diario Levante-EMV publicaba días atrás que el expresidente provincial de Nuevas Generaciones, José Luis Bayo, daría el paso para presentarse frente a Bonig por el liderazgo regional. Más allá de la simpatía que a unos o a otros, pueda generarle, no parece que Bayo pueda ser un rival de entidad para al actual presidenta del PPCV.
Que un partido de -supuestamente- 150.000 afiliados en la Comunitat Valenciana tenga solo a estos dos ejemplos citados como posibles aspirantes a discutir el liderazgo de la actual presidenta explica cuál es la situación del PPCV. La foto de Bonig proponiendo un congreso extraordinario junto a los tres presidentes provinciales -los que en mayor o menor medida tienen el control de la tropa- ahuyenta a posibles aspirantes. La sensación es que la derrota sería segura por lo que nadie que tenga mínimas opciones de presentarse y sacar un resultado digno tiene deseo de quedar marcado.
Si Bonig no se enfrenta a nadie, el congreso extraordinario, aunque se logre la opción de que vote toda la militancia, no tendrá ningún sentido. Resulta difícil de creer que no pueda articularse en un partido de semejante tamaño una alternativa a la actual presidencia, que recordemos, fue puesta a dedo por Génova.
De hecho, la mejor forma para la líder regional de validarse es la de tener un rival de altura que pusiera bajo el foco el cambio del PPCV: el primer congreso real con una campaña interna, una regulación del censo y una participación destacada. De esta manera, el ganador poseería un respaldo mayoritario y la credibilidad que otorga un proceso de estas características. Al perdedor, se le facilitaría la integración.