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El Tintero / OPINIÓN

Primavera valenciana

El inicio oficial de la estación más florida del año junto al día internacional de la felicidad y la imagen que se hizo viral estos días de la calle Játiva entre la estación del norte y el instituto Luis Vives abarrotada me traen a la memoria aquello de la ‘primavera valenciana’

22/03/2017 - 

Queda lejano, parece que haya pasado una década más que un lustro. La percepción que tenemos de los diferentes acontecimientos a lo largo de nuestra vida es relativa, a veces recordamos las aventuras de la infancia y no lo que hicimos el último verano. Las manifestaciones en la calle y las pancartas que acapararon la atención de las televisiones nacionales tuvieron lugar hace ahora cinco años (y un mes) en nuestra ciudad. 

Fíjense, dos conceptos tan bellos, tan agradables, tan nuestros como primavera valenciana, si buscas imágenes en la red sólo encuentras revueltas, fotografías de manifestantes desafiando a la autoridad policial y pancartas, qué manera de malbaratar la imagen de estos términos. En cambio si le añaden la expresión ‘primavera a la valenciana’, encontrarán arroces de todo tipo y condición, entre los que se cuela algún candidato de aquella coalición electoral que formaron Podemos, Compromís y Esquerra Unida. 

Aquellas revueltas que no se produjeron en primavera sino en el frío mes de febrero tenían como origen una protesta estudiantil y de rebote –nunca mejor dicho– quejas por las actuaciones policiales, fueron días de tensión donde los más jóvenes se sentían protagonistas de una lucha para conquistar no se sabe bien qué. Es lo que tiene el antipático y sufrido mundo occidental con sus democracias constitucionales, tan aburridas que permiten que cada cierto tiempo la gente organice una batalla para luchar por algo y ganar a alguien, que diría el gran Gila. Las barricadas tienen un gran impacto visual pero no son ni la mejor ni la más eficaz forma de defender derechos y proponer argumentos, aunque sí la manera más rápida de obtener la atención mediática, tan denostada como deseada en este siglo XXI. 

Como les decía en la entradilla, la imagen viral de la zona que transcurre entre la estación del norte y la calle Marqués de Sotelo me recordó a la de una movilización como la de aquella época, pero esta vez la gente no combatía a las fuerzas del orden, sino que presenciaban o escuchaban la mascletà en paz y armonía, venían a Valencia para saborear la fiesta de las Fallas. Un contraste entre imágenes parecidas pero tan diferentes.

Otro recuerdo que me vino en las pocas mascletàs que he visto este año, fue el del movimiento ‘intifalla’ que protagonizaron hace cuatro años algunas personas cercanas a los partidos gobernantes actualmente en ciudad y comunidad –especialmente cercanos a Compromís–. Gracias a Dios (y al cargo) este año no tuvimos que ver esas protestas que lograban afear un momento festivo y de júbilo como son los minutos previos y posteriores a la mascletà. Cómo cambian las cosas cuando los protestones acceden al poder, entonces dejan en el armario las pancartas y sacan la ingeniería social.

El recuerdo de aquellas protestas hace unos años frente a la tranquilidad actual y la falta de incidentes graves en los días en que la ciudad casi duplica su población me lleva a la reflexión de que el pueblo valenciano con su eterno meninfotisme es un pueblo pacífico, feliz y afable que genera una sana convivencia. Veamos en esta auténtica y floreciente primavera valenciana la parte positiva de nuestro carácter que pese al ninguneo en las inversiones estatales –otra vez Cataluña se lleva el gato al agua– y el eterno problema con la infrafinanciación, hacen de esta tierra el lugar más maravilloso del mundo para vivir, gozar y disfrutar de la primavera, valenciana por supuesto.

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