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TRIBUNA LIBRE / OPINIÓN

¿Qué hago con mi parcela? Claves para evitar el declive de la agricultura

5/10/2017 - 

Según las previsiones del Servicio de Documentación, Publicaciones y Estadística Departamental de la Conselleria de Agricultura, Medio Ambiente, Cambio Climático y Desarrollo Rural publicadas recientemente para la campaña 2017-2018, la superficie citrícola valenciana sigue su tendencia decreciente, con una reducción de 2.000 hectáreas, en parte debido al cambio a otros cultivos pero también por el abandono. De hecho, la Encuesta sobre Rendimientos y Superficies de Cultivos del MAGRAMA sigue situando a la Comunitat Valenciana como líder nacional en el abandono de cultivo. Es claro que muchos agricultores no saben qué hacer con sus parcelas.

La agricultura es estratégica para la sociedad valenciana por su contribución a la creación de empleo, a la vertebración del territorio, al medio ambiente, a la adaptación y la mitigación del cambio climático y a los modelos sostenibles de producción de alimentos. La viabilidad de dichos modelos se ha visto limitada por el abandono de tierras, la fragmentación de la propiedad, la falta de una cultura de la gestión común de la producción, la escasa movilidad del mercado de tierras y la falta de herramientas que faciliten la planificación a profesionales del sector .

En la actualidad, según los datos del último Censo Agrario publicado por el Instituto Nacional de Estadística más del 80% de las más de cien mil explotaciones agrarias de la Comunitat tiene menos de 5 hectáreas de superficie agrícola útil y sólo un 10% puede ocupar una unidad o más de trabajo al año.

Echando la vista atrás, se observa que las estructuras agrarias de nuestro territorio no son inmóviles. El porcentaje de micro-explotaciones de menos de una hectárea ha caído del 47% en 1982 al 28% en 2009. Se está consolidando, poco a poco un segmento de explotaciones medianas que tienden a crecer en importancia. Ahora bien, la desaparición de las micro-explotaciones no ha ocurrido sin coste social y ambiental. 

Según datos de la Conselleria de Agricultura, Medio Ambiente, Cambio Climático y Desarrollo Rural, entre los años 1982 y 2013 son 150 mil hectáreas las que se han dejado de cultivar en la Comunitat. La desaparición de las pequeñas explotaciones tiene una fase previa: el abandono de parcelas.

¿Nos podemos permitir parcelas abandonadas? La conversión de las parcelas abandonas a bosque primario es cuanto menos compleja, y el destino real de la mayor parte de las mismas son descampados que rodean las poblaciones (olvidémonos de la vuelta a los años del boom inmobiliario). Amenazas como la Xylella Fastidiosa y otras plagas, los riesgos de incendios, todo ello nos lleva a plantearnos como imprescindible evitar el abandono como una cuestión casi de Estado. El problema se ve agravado por el despoblamiento rural y la elevada edad de los propietarios actuales.

¿Cómo movilizar las estructuras agrarias en beneficio de actividades emprendedoras? Para muchos propietarios el problema de la agricultura es casi irresoluble por la caída inexorable de la rentabilidad en las últimas décadas. Con los precios actuales la dimensión de muchas explotaciones es inviable y se abandona el cultivo. Es claro que deben adoptarse medidas a nivel político para reequilibrar los mercados a favor del eslabón más débil, la gente que trabaja la tierra. No obstante, cualquier solución pasa por explotaciones dimensionadas y profesionales.

La magnitud de estos problemas reclama una estrategia integral que impulse procesos de reestructuración, a nivel de cooperativas y otras fórmulas asociativas, que permitan constituir explotaciones viables y respetuosas con el territorio y el medio ambiente. La estrategia integral requiere un tablero de juego y unos actores. El tablero exige una legislación que no penalice la movilidad de tierras y promueva en cambio su agrupación de manera sostenible. Los actores son las cooperativas y otras fórmulas de agrupación que permitan ganar competitividad en la actividad agraria, pero haciéndolo en beneficio del tejido social que ha sido la base de nuestro sistema agrario.

Con esta finalidad, una sociedad valenciana comprometida con su agricultura debe impulsar nuevas estrategias, incluyendo, en primer lugar, un impulso a la futura Ley de Estructuras Agrarias, formulada por el Consell; y en segundo lugar, promoviendo iniciativas de gestión común de tierras.

En el primer caso, se programan en la Ley actualmente en fase de anteproyecto, alternativas como la Xarxa de bancos de tierras, los incentivos fiscales a la reestructuración de la propiedad, los mapas agronómicos, la movilización de tierras abandonadas y otros instrumentos de mejora de la estructura territorial que suponen una acción de emergencia para evitar que una gran parte de la superficie agrícola valenciana quede abandonada.

Es claro que la ley de Estructuras requerirá de un esfuerzo de consenso en la sociedad valenciana, con una batería amplia de medidas que eviten que el campo valenciano se convierta en un erial.

A nivel microeconómico, la realidad está yendo por delante de las leyes. Es el caso de un buen número de cooperativas que ya están poniendo en marcha la gestión común de parcelas, como opción estratégica. Las iniciativas en esta dirección son varias, y podemos citar como ejemplos: el proyecto de modernización en gestión de tierras de la Cooperativa de Benaguasil, apoyado por Cajamar y la Universitat Politècnica de València; y el Grupo Operativo de la Asociación Europea para la Innovación INNOLAND, en el que participan además de los citados, ANECOOP y las Federaciones de Cooperativas Agroalimentarias de la Comunitat Valenciana y Murcia, con la colaboración de Cooperativas Agroalimentarias de España.

Los proyectos de gestión común están teniendo buena acogida por los profesionales del sector, pero deben enfrentar dos de los vicios del sector agrario valenciano: el individualismo y la desconfianza que conducen al inmovilismo. Una proyección pesimista de la agricultura valenciana es que, a treinta años vista, se tratará de un territorio abandonado (quizás reconvertido a urbano o forestal) o en manos de unas pocas corporaciones, donde ese segmento intermedio de explotaciones pugnará por sobrevivir. Para algunos ya es tarde (una mayoría de los propietarios tiene más de 65 años, sin relevo esperable), pero la gestión común de parcelas desde las propias cooperativas puede ofrecerse como una alternativa viable vinculada al territorio. Antes de retirarse, confiar y agruparse.

¿Es posible la innovación social en un sector acostumbrado al individualismo y la fragmentación? El proyecto de gestión de tierras de la Cooperativa de Benaguasil nos lleva a plantear varios ingredientes para la gestión común de parcelas, como son 1) la disponibilidad de suelo infrautilizado en la zona; 2) un liderazgo en el gobierno de la cooperativa con planes comerciales claros; 3) un plan de dinamización social realizado por personal especializado; 4) unas condiciones contractuales que generen confianza entre los agentes implicados; 5) colaboración con los ayuntamientos y otras entidades comarcales; y 6) una legislación que no sea una pesadilla para quienes acometen el redimensionamiento de sus explotaciones.

La experiencia de Benaguasil comenzó en enero del 2016, a partir del diseño de un objetivo clave: La cooperativa quiere ser la líder de su proyecto productivo, es decir, dirigir su campaña productiva según sus necesidades comerciales y sus condiciones ambientales. Para ello, el objetivo principal es optimizar su producción citrícola a través de la reconversión varietal y una gestión empresarial conjunta de los planes de producción y comercialización. Partiendo de un diagnóstico previo elaborado por la Cooperativa con el apoyo de la Universitat Politècnica de València y la Fundación Cajamar de la C.V. se propusieron dos modalidades de reconversión: a) la reconversión directa, que consiste en la interacción directa con los socios más proactivos para orientar la reconversión de las parcelas con el apoyo técnico de la cooperativa y financiación externa; b) la reconversión por cesión, que implica la firma de un contrato de cesión de la parcela a la Cooperativa por un periodo de 15 años, donde la cooperativa se hace cargo de los gastos e inversión necesaria para la reconversión.

Para poner en práctica ambos modelos de reconversión se llevó a cabo un plan de comunicación interna con los socios de la Cooperativa a través de reuniones en grupos reducidos y asambleas generales. Y también un plan de comunicación externa con entidades públicas del territorio (Ayuntamientos, Diputación, Mancomunidad y Conselleria) y entidades privadas (Comunidades de regantes, propietarios privados o particulares interesados y otras cooperativas del entorno).

El diseño del proyecto y su implementación puede consultarse con más detalle en el libro "Innovación en la gestión y modernización de la producción en una cooperativa citrícola" elaborado por los presentes autores y publicado por Cajamar. La cooperativa adopta una fórmula de emprendimiento colectivo que evita deslocalizar la producción, previene el abandono de tierras, favorece el empleo y mantiene el paisaje agrario.

A pesar de las críticas, merecidas o no, las cooperativas son entidades implantadas por todo el territorio valenciano.¡Aprovechémoslas! Fomentemos la creación del tablero de juego actualizado donde se estimulen las oportunidades del sector y podamos afrontar los desafíos de una sociedad en cambio permanente. Tanto la futura Ley de Estructuras como las iniciativas de gestión común pueden aportar soluciones para mantener la viabilidad del sector agrario, que se mantiene como una oportunidad para nuestro país.

Lorena Tudela Marco es técnico superior de investigación con grado Doctor del Departamento de Economía y Ciencias Sociales de la Universitat Politècnica de València.

José María García Álvarez-Coque es catedrático de Economía Aplicada y Coordinador del Grupo de Economía Internalización y Desarrollo de la Universitat Politècnica de València

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