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La nave de los locos / OPINIÓN

¡Que vuelvan los corruptos!

Foto: EVA MÁÑEZ

Éramos ingenuos, felices y más delgados cuando gobernaba Camps. Ciegos que no veíamos la corrupción porque queríamos que la fiesta continuase. La fiesta, ya se sabe, acabó de mala manera, con los protagonistas en los tribunales. Pero hoy, ajenos a cualquier ilusión y esperanza, extrañamos aquel tiempo de necesario autoengaño  

5/02/2018 - 

El día después de que Ricardo Costa cantara en la Audiencia Nacional soñé que el tiempo retrocedía a la tarde del 22 de mayo de 2011. Era jornada de elecciones. Me habían encargado la tarea de informar sobre la fiesta organizada por los conservadores en el Alameda Palace. Tenían mucho que celebrar pues la mitad de los votantes (48%) les habían otorgado de nuevo la confianza en las urnas. Francisco Camps había salido fortalecido. La oposición, o lo que quedaba de ella, había sido vapuleada. El pérfido Zapatero seguía en la Moncloa, el hombre que nos lo había negado todo, trasvase incluido. Lo echaríamos en pocos meses.

Arribé al Alameda Palace cuando anochecía. Poco a poco el salón principal se iba llenando de dirigentes, militantes y simpatizantes del Partido Popular. También había directivos y empresarios sumamente agradecidos. Creí ver a Rafael Blasco, uno de los políticos más cultos que he conocido, y a su señora; a Serafín Castellano, que probablemente acababa de regresar de una de sus cacerías; a Ricardo Costa y a tantos otros vestidos con prendas de Gant y Tommy Hilfiger, mientras que yo no había encontrado nada mejor que un polo de Pedro del Hierro comprado en las rebajas.

Libreta en mano, iba consignando los movimientos y los comentarios de toda aquella gente soberbia que hablaba, bebía y reía obscenamente. El pueblo les había otorgado otros cuatro años en el poder pese a que se vivía una profunda crisis. Francisco Camps fue de los últimos en llegar. Todo fueron abrazos y carantoñas para el candidato conservador, agasajado especialmente por la facción vaticana y beatífica (hablamos de Juan Cotino y sus chicos) del partido. El discurso del presidente reelegido fue una colección de necedades que no merece la pena recordar, un ejercicio de autocomplacencia en el que no hubo asomo de crítica.

EN ESTOS DÍAS DE FEBRERO SE ESTÁN GESTANDO LOS CASOS DE CORRUPCIÓN QUE ESTALLARÁN EN 2020 O 2021. LO QUE LE SUCEDIÓ AL PP LE SUCEDERÁ TAMBIÉN A LOS QUE HOY NOS GOBIERNAN  

Con la crónica escrita en la cabeza crucé de nuevo el paseo de la Alameda y llegué a la Redacción. La escupí en el ordenador, como suelen hacer los periodistas cuando es de noche y quieren regresar a casa cuanto antes. No me quedó mal.

El sueño acababa en la playa del Saler el 21 julio de 2011. Aquella tarde, recostado sobre la arena y estando en buena compañía, me enteré de que el pobre Paco había tenido que dimitir por culpa de los cuatro malditos trajes. Le sustituiría el alcalde de Castellón.

Después del sueño desperté desorientado, sin saber dónde me encontraba. En las televisiones, analistas políticos sin escrúpulos la tomaban con Costa, Vicente Rambla (conocido como Boquita de Piñón entre mis íntimos), Francisco Camps y Juan Cotino. Hacían leña del árbol caído. Miserables. Me apuesto lo que sea a que en 2007 o 2011 algunos mendigaban un lugar bajo el sol conservador cuando la hegemonía del PP parecía no tener fin.

Todos reniegan de Camps, hasta la Bonig

Es triste comprobar lo desagradecida que es la condición humana, más si cabe si hablamos de periodistas. Nadie reconoce haber votado a Camps como nadie admite haber sido franquista. Todos reniegan del viejo PP, hasta la Bonig. Los periodistas hablan del fin de una era con el juicio del caso Gürtel. Y el Gobierno PSPV-Compromís se regodea con las desgracias ajenas. Carecen de corazón y de la más mínima perspectiva, y os diré por qué.

Foto: EVA MÁÑEZ

En 2011, cuando el PP revalidó su mayoría absoluta, todos éramos más jóvenes y, si se quiere, más ingenuos. Vivíamos en la feliz inconsciencia. Estábamos ciegos porque ver suponía desengañarse. Más delgados y con menos canas que ahora, aún no nos habían detectado algunas enfermedades. Éramos más activos en todos los ámbitos (incluido en el que maliciosamente estáis pensando) y cobrábamos más en nuestros trabajos; en suma, éramos más felices.

Y como periodistas nos divertíamos con los shows impagables de Camps y de Milagrosa Martínez, mujer que llegó a inventar una variante del castellano no siempre comprensible. En los actos públicos estábamos rodeados de gente atildada, bien vestida y afeitada, que hablaba español y olía a perfume caro. Por eso los extrañamos; nos gustaría volver a aquella época hoy injustamente vilipendiada. Sabemos que estos personajes tenían sus defectillos pero, comparados con lo que ha venido después, los preferimos.

Un Consell de gente honrada y aburrida

¿Qué ha venido después? Lo peor que cabía esperar: un Gobierno de gente íntegra, honrada, honesta, que dice ser transparente (cuando la política ha sido siempre el reino de la oscuridad), austero y diligente en el uso del dinero público, que sólo vela por los intereses de la mayoría. Y aburrido, muy aburrido. Esta gente del Consell nos dice la lengua en la que tenemos que hablar, cómo los chicos y las chicas se tienen que relacionar, cuál debe ser nuestra opinión sobre la sexualidad, los escritores y los músicos a los que debemos seguir, la conveniencia de hacernos vegetarianos y la importancia de preferir la bicicleta al coche para no contaminar. En una palabra: gente con la que nunca nos iríamos de copas por el Carmen.

No os fiéis de estos políticos que presumen de íntegros porque son iguales que los anteriores. La ventaja que tienen es que sólo llevan gobernando dos años y medio. Dejad que ganen las elecciones autonómicas de 2019 (rezo todos los días a la Virgen de los Desamparados para que eso no suceda) y veréis cómo se emborrachan de poder. También morirán de éxito. Ahora mismo, en estos días de febrero se están gestando los casos de corrupción que estallarán en 2020 o 2021. Le ocurrió a la derecha, que perdió el sentido de la realidad, y le sucederá a esta izquierda de savonarolas.

La corrupción, que forma parte del genio español, no es patrimonio de la derecha; también ha alcanzado y alcanzará a la izquierda. La corrupción es democrática e igualitaria. Un Gobierno, si se enquista en el tiempo, tiende a ensuciarse y tiene mil maneras de echarse a perder. Sólo pido tener años de vida para ver cómo algunos de los inquisidores de hoy desfilan ante los tribunales, acusados de los mismos delitos por los que Ric y su pandilla de pijos han caído. Será un placer presenciarlo.  

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