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La nave de los locos / OPINIÓN

Quitad vuestras sucias manos del castellano

Hay una generación de políticos que se ha educado en la más severa de las ignorancias. Sus palabras nos aclaran lo poco que han leído en sus vidas. Tanto da si son ‘rojos’ o ‘azules’, el empleo que hacen del castellano es lamentable

28/03/2016 - 

VALENCIA. Todo empezó con aquel lendakari sacado de la saga Star Trek que comenzaba sus discursos dirigiéndose “a las vascas y los vascos”. Aquella moda, lejos de ser un hecho pasajero, prendió en los hábitos lingüísticos de nuestros políticos ibéricos. La estupidez, como es sabido, es contagiosa. Y así nos fuimos acostumbrando a que cualquier diputado o concejal echase mano de la expresión “ciudadanos y ciudadanas” antes de lanzarnos su catarata de mentiras. Hoy quien no añade la terminación ‘as’ a un sustantivo o adjetivo acabado en género masculino y en plural es considerado un elemento sospechoso que conviene poner en cuarentena, cuando no un peligroso machista.

Como muy pocos (y pocas) se atreven a dar la batalla contra lo políticamente correcto en el uso de la lengua, algunos personajes conocidos se arman de argumentos para dar un paso más hacia el ridículo más clamoroso. Es el caso de Rosana Pastor, notable actriz valenciana y hoy diputada de Podemos en el Parlamento nacional. Hace unas semanas, con motivo del Día de la Mujer, defendió que el Congreso de los Diputados pasase a llamarse Congreso a secas porque la coletilla ‘de los Diputados’ podía interpretarse como una rémora machista. Según las crónicas periodísticas, defendió la necesidad de un “lenguaje inclusivo” en las Cortes. El presidente de la institución, Patxi López, no ha atendido de momento la extravagante petición de la actriz/diputada, pero bastaría con una recogida de firmas liderada por una asociación feminista para que el político vasco reconsiderara su actitud.

A Rosana Pastor y a toda esa policía lingüística hay que pedirles que respeten nuestra lengua común porque es de lo poco que podemos presumir en el mundo. La gramática no se negocia en una comisión parlamentaria ni se cambia por decreto

La propuesta de Rosana Pastor es otro ejemplo de la política practicada por gran parte de la izquierda que, a falta de soluciones para los problemas de la gente, intenta distraer con gestos más o menos folclóricos. Se centra en lo anecdótico y se olvida de lo esencial, que es mejorar la calidad de vida de los españoles. De mayor utilidad sería que el país ya tuviese un gobierno trabajando por todas esas mujeres —muchas de ellas en edad madura— que siguen sin encontrar un empleo después de varios años de búsqueda. Entretanto, Pastor y el alcalde Ribó prefieren seguir con sus ocurrencias que nos hacen mondarnos de la risa de tarde en tarde.

Como se constata en este inicio de legislatura, hay una generación de políticos que se ha educado en la más severa de las ignorancias. Sus palabras nos aclaran lo poco que han leído en sus vidas, tal vez un poemita fácil de Mario Benedetti y una guía sobre cocina vegetariana. Tanto da si son rojos o azules, lo cierto es que la mayoría son incapaces de improvisar un discurso. Da pena verlos agarrados a los folios que la noche anterior les ha escrito un asesor para salir del paso. Puede ser Rajoy o cualquier político de la oposición. Por lo general, el empleo que los políticos hacen del castellano es lamentable; puede llegar a ser catastrófico si estudiaron con la LOGSE de Rubalcaba. Sus intervenciones engordan a base de tópicos, anglicismos,  dequeísmos, pleonasmos, confusiones de citas y palabras innecesariamente alargadas. Así es imposible que nadie les entienda. Quien no sabe hablar es imposible que pueda razonar con lógica y quien no sabe pensar rara vez acertará en sus decisiones.

Cervantes y Lorca no podían estar equivocados

A Rosana Pastor y a toda esa policía lingüística que creció al abrigo del zapaterismo habría que pedirles que dejen de ensuciar nuestra lengua común; que la respeten  porque es de lo poco que podemos presumir en el mundo. La gramática no se negocia en una comisión parlamentaria ni se cambia por decreto, estimados diputados. Cervantes, Quevedo y Lorca no podían estar equivocados. La lengua no es machista, como algunos mantienen; en todo caso, el machismo se deriva del uso que pueden hacer algunos de sus hablantes.

La lengua, en definitiva, es de la gente que la utiliza a diario, con mejor o peor fortuna, para comunicarse con sus semejantes. Si uno es bilingüe la riqueza es doblemente mayor. Hablar es un acto soberano y libre que pertenece a nuestra intimidad.  Cualquier intento por violar ese espacio, por decirnos lo que se puede decir y lo que se debe callar, es reflejo de mentes totalitarias e iletradas. Por eso hay que combatirlas con la palabra, ahora y siempre.


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