El músico e historiador carletense Ángel Valero explica que Amparito Roca gusta tanto por la misma razón que lo hace la Quinta Sinfonía de Beethoven: «Son obras que tienen algo especial. Puedes crear una melodía y que sea simplemente bonita, pero, en este caso, lo que vuelve grande el pasodoble es, sobre todo, cómo ha sido armonizado. Cuando aparece el primer trío, se escucha un flautín en un contracanto maravilloso. Más adelante, son los bombardinos quienes lo hacen. Esa orquestación y armonización de todos los instrumentos es la que le da entidad y cuerpo a la pieza musical. Misterios no hay; hay talento».
Las pasiones que ha levantado —y todavía levanta— el pasodoble del maestro Jaime Texidor (Barcelona, 1884 - Baracaldo, 1957) por todo el mundo es algo difícil de medir. Desde su estreno, la tarde de un viernes 11 de septiembre de 1925 en el teatro El Siglo de Carlet, su presencia en repertorios de bandas, pasacalles y verbenas, dentro y fuera de España, ha sido constante. Amparito Roca ha sonado en lugares tan dispares como el desfile inaugural de los Juegos Olímpicos de Sídney en 2000, acompañando a la delegación española, o en los cambios de guardia del Palacio de Buckingham. Bandas procedentes de diferentes universidades americanas tienen su propia versión de la obra. Al igual que tampoco hay músico valenciano que no lo haya tocado alguna vez.
«El nombre de una mujer carletina ha sido llevado por todos los rincones del mundo», resume con orgullo la alcaldesa de Carlet, Laura Sáez. Por esa proyección, y por el vínculo emocional que sigue generando cien años después, la Diputació de València decidió declarar este 2025 como Año del pasodoble Amparito Roca. Una celebración que, impulsada tanto por la corporación provincial como por el Ayuntamiento, busca reconocer, a través de numerosos actos, no solo la calidad musical de la obra, sino también su valor como pieza clave del colectivo valenciano.
Para los vecinos y vecinas de Carlet, Amparito Roca no es solo un pasodoble: es una parte de su identidad. «Cuando cualquier persona lo escucha, esté donde esté, siente que hay algo nuestro en esa música», afirma la alcaldesa. La obra ha conseguido lo que muy pocas piezas logran: reforzar el sentimiento de pertenencia, proyectar autoestima y, al mismo tiempo, conectar con la sensibilidad musical de toda la Comunitat Valenciana. «Esto no solo es de Carlet, es de toda Valencia. Somos una comunidad que vive la música al mil por mil. El maestro Luis Cobos me decía que somos unos afortunados, porque nuestro gran patrimonio siempre ha estado al margen de la política. Y eso es bueno. Es importante seguir manteniéndolo así», añade.

- Jaume Texidor Dalmau.
La propia declaración del Año Amparito Roca contó con el apoyo unánime tanto del Ayuntamiento de Carlet como de la Diputació de València. Pero más allá del respaldo institucional, la celebración también se ha vivido en la calle. El pasado 3 de mayo, el pasodoble logró reunir a más de ochocientos músicos de dieciocho bandas distintas de la Ribera Alta, que lo interpretaron al unísono bajo la batuta de Luis Cobos, junto a las dos bandas de la localidad. Un acto multitudinario que dio inicio al centenario y que sirvió para volver a preguntarse de dónde viene exactamente esta pieza que todos —o la gran mayoría— de valencianos han escuchado alguna vez.
Cuando Texidor llegó a Carlet
¿Por qué Amparito Roca?, ¿y por qué Carlet? Fue la propia Banda Primitiva la que buscó al barcelonés para que se convirtiera en su director. La sociedad musical gozaba de gran prestigio, puesto que en 1886 había ganado el primer Certamen de Bandas de Música de València. El municipio valenciano se encontraba en un muy buen momento económico, además. A mediados de los años veinte, Carlet atravesaba una etapa de esplendor económico agrario, sobre todo gracias a la exportación de naranjas, lo que se traducía en una vida cultural activa y ambiciosa. La ciudad contaba con dos teatros (El Siglo y el Giner), dos bandas de música (la Primitiva y la Juventud), cuatro academias de música particulares y un tejido social donde la música era parte del día a día.
Ante un contexto tan boyante, Texidor se trasladó con su familia hasta Carlet en 1924, donde continuó su actividad musical en la Banda Primitiva e impartiendo clases en su academia de música particular. Fue entonces cuando nacería, sin saberlo, una de sus obras más famosas.
«Llegó a Carlet un poco por casualidad, aunque ya tenía una trayectoria importante como músico militar. Había pasado por regimientos de Navarra, Lérida y Melilla, donde compuso piezas como Capitán Albarrán y empezó a destacar por su faceta como compositor», explica Ángel Valero. En Melilla, de hecho, fue ascendido hasta alcanzar la categoría de músico de primera, pero el municipio valenciano le ofreció un mejor sueldo y una casa para toda su familia, razón por la que se trasladó. Una vez ahí, la acogida fue inmediata.
Texidor conectó rápidamente con el ambiente musical local, se integró en la vida del Casino Republicano, donde tenía sede la Banda Primitiva, y estableció vínculos con otras formaciones y músicos del pueblo. En su academia de piano, daba clase a varias niñas de la ciudad, entre ellas, Amparo Roca Ibáñez, una alumna de trece años que se hizo muy amiga de su hija María Teresa. «Fueron amigas toda la vida. Y, cosas del destino, fallecieron el mismo mes y año, ya muy mayores», cuenta Valero. Una amistad de la que nacería, mucho antes, el título de la pieza musical más interpretada del compositor.

- Amparo Roca mantuvo la relación con la familia Texidor durante décadas
«Creó más de seiscientas obras pero, cuando compuso esta melodía, nadie podía imaginar que llegaría tan lejos», afirma Valero. Aunque, como apunta el historiador, Texidor sabía muy bien cómo distribuir sus composiciones. Tenía contactos en bandas militares y casas de grabación, y contaba con su propia editorial de música, lo que le permitía enviar sus partituras a cualquier parte. «En aquella época, las bandas de regimiento tocaban todos los domingos en alamedas y templetes de las capitales. Era el gran canal de difusión de la música popular», explica Valero.
Una dedicatoria que cruzó fronteras
Amparito Roca empezó a sonar pronto fuera de Carlet: al año, ya se interpretó en el Certamen de Bandas de València, y, en 1928, hay registros de su interpretación en bandas militares de Cuba. El éxito fue inmediato, porque se registró en la Sociedad de Autores y empezó a compartirse más allá, hasta convertirse en una pieza habitual en los repertorios de agrupaciones internacionales.
«Era una melodía superpegadiza. Un pasodoble que todo quien lo escucha inmediatamente lo quiere. Y como Texidor tenía el material preparado, hacía envíos masivos a quien se lo pedía», añade el historiador. La pieza se movía rápido por las bandas locales, que en aquella época viajaban de pueblo en pueblo para amenizar fiestas, pasacalles o actos religiosos. En efecto, el impacto del pasodoble fue tal que Amparito Roca llegó a tener múltiples ediciones, algo que solo ocurrió con las obras más representativas del autor, como Fiesta en la Caleta o Carrascosa. Aunque ninguna logró tanta popularidad.
A lo largo del tiempo, la obra valenciana se ha escuchado en certámenes, conciertos, desfiles, plazas de toros y hasta en los lugares más inesperados. Esto ha provocado que, incluso, se la etiquete erróneamente como un pasodoble taurino. «Se ha popularizado muchísimo en las plazas de toros, pero Amparito Roca no es un pasodoble taurino. No nació con esa intención ni está dedicada a ningún torero. Simplemente, al ser tan conocida y tan tocada, acabó entrando también ahí —indica Valero—. Texidor sí compuso pasodobles taurinos. Eran piezas pensadas expresamente para figuras del toreo, como el Niño de la Estrella o Paco Méndez. Incluso hizo una marcha fúnebre para la muerte de Manolete. Pero este no es el caso».
Cómo vivieron el éxito Amparito y su familia
La recepción general del pasodoble de Texidor fue, en definitiva, excepcional. Situó a la música valenciana y a Carlet en un plano internacional que muy pocas veces se ha alcanzado. La pieza musical es interpretada, y tarareada, hoy con la misma emoción que hace cien años, sin importar dónde suene.

- Las bandas de música de Carlet interpretan el pasodoble Amparito Roca -
- Ajuntament de Carlet / David ZPRO
Quien le dio nombre, sin embargo, mantuvo siempre una relación discreta con todo aquello. Amparo Roca llevó una vida tranquila en Carlet, lejos de cualquier foco. «Era una de tantas alumnas. Lo del título fue algo anecdótico. La eligió por ser la más amiga de su hija, y ya está. Ella lo vivió con alegría, claro, pero sin darle demasiada importancia», cuenta Valero. De hecho, no fue la única vez que el compositor dedicó obras a personas cercanas: otras piezas llevan los nombres de Carmen Riera, Bella Carmenchu o Charito Larena.
Por lo que hace a la joven, Amparito estudió en un colegio de monjas en València, fue aficionada a la pintura y pasó buena parte de su juventud ayudando en la tienda familiar, hasta que se casó con un comerciante vinculado al sector de la exportación. «Llevó una vida serena, de clase media acomodada, con apego por las costumbres y por su pueblo. En Carlet era muy conocida y querida», cuenta el historiador —como vecino tuvo el placer de conocerla—, y añade: «La relación con la familia Texidor se mantuvo durante décadas. Se conserva aún el piano que el compositor compró para su academia y que acabó en casa de los Roca. Tuvieron siempre una relación excelente».
La familia del compositor también mantuvo una actitud discreta ante el éxito de la obra. Han heredado y cuidado su legado, implicándose en su difusión siempre que ha sido necesario, pero viviendo toda esta «riqueza patrimonial» con naturalidad y desde cierta distancia. Excepto su hija, María Teresa, amiga íntima de Amparito y alumna de la academia, quien también siguió los pasos musicales de su padre y se dedicó a la composición.
En realidad, Texidor solo vivió en Carlet durante dos años. En 1926 se trasladó a Manises, y poco después ganó las oposiciones para dirigir la Banda Municipal de Baracaldo. No obstante, su vínculo con la ciudad valenciana jamás se rompió. Según relata un nieto suyo, el día en que falleció, ingresado en un hospital militar, Amparito Roca sonaba por la radio. Como si, de alguna forma, aquella melodía nacida de una dedicatoria sencilla volviera a estar con él en el último momento.

- El Mantón de Manila es protagonista en las fiestas de Carlet, que arrancan al ritmo de Amparito Roca. -
- Ajuntament de Carlet / David ZPRO
Un homenaje colectivo
Amparito Roca sigue muy viva. La ciudad que la vio nacer, y muchas otras que la han hecho suya, se han volcado este año en celebrar su centenario con una programación que combina música, memoria y comunidad. El 12 de julio, las bandas de Carlet viajaron a Madrid para llenar de pasodoble la Gran Vía, en el marco del festival Veranos de la Villa. El próximo 11 de septiembre, cien años después de su estreno, la Banda Municipal de València ofrecerá un concierto conmemorativo en Carlet. Pocos días después, el mercado municipal acogerá una edición especial del Gastromusic, con la participación del restaurante Amparito Roca. Y, a finales de mes, el tradicional Festival de Bandas Ciutat de Carlet rendirá homenaje a Texidor.
A estas celebraciones se suma la reedición del libro Amparito Roca. El pasodoble del mestre Texidor, firmado por Ángel Valero y editado por la Diputació. Una obra que recoge el contexto histórico, musical y social de la pieza, y que ahora incorporará nuevos manuscritos y documentos históricos.
Con todo, en Carlet, el pasodoble sigue marcando cada año el inicio de fiestas. En septiembre, durante las celebraciones patronales, la ciudad acoge la tradicional verbena del Mantón de Manila. Tras el pasacalle, la plaza se llena de gente y la verbena arranca, como no podía ser de otra manera, al ritmo de Amparito Roca.

Pero más allá del calendario oficial, la obra sigue encontrando nuevas formas de sonar. Una de las más recientes ha sido su inclusión en la banda sonora de La invasió dels bàrbars, la próxima película de Vicent Monsonís. El filme, que se estrenará en otoño, reflexiona sobre la memoria histórica a partir de las huellas que dejó la Guerra Civil. En una de las escenas, una multitud se lanza a bailar en plena calle. Para acompañarla, el equipo necesitaba una melodía reconocible, vibrante y popular. YAmparito Roca lo tenía todo. La pieza fue grabada por la Agrupació Filharmònica Borrianenca, bajo la dirección de Víctor Yusà, en el Teatre Payà de Borriana. El videoclip de la actuación ya se ha presentado como anticipo de la BSO, que se editará en un álbum próximamente.
Un siglo después de su estreno en un teatro de Carlet, Amparito Roca sigue pudiendo contar nuevas historias. En certámenes, en celebraciones populares o en medio de una película. Porque la melodía de Texidor no solo ha logrado cruzar fronteras geográficas, sino también temporales y culturales. Llevando el patrimonio valenciano y el pasodoble allá donde sigue teniendo sentido.

* Este artículo se publicó originalmente en el número 128 (julio 2025) de la revista Plaza