VALÈNCIA. Salva espera a que comience la entrevista tomando un refresco al que se le funden los hielos. Hace calor, mucho, pese a que el día haya salido nublado y ya haya comenzado el curso escolar. Aunque en lo que él enseña, el calendario es distinto. Viste la camiseta del organismo donde imparte cómo funciona esa hostelería, que no la de los chefs afamados. Cocinero era su hermano, Tito Albacar. Salvador, o Salva, gestionaba la sala: «Siempre estamos en la retaguardia y, te digo una cosa, se puede fastidiar una comida con un camarero desagradable, que habla con un mal tono o tiene cara de amargura».
Dos hermanos, dos profesiones, un restaurante
Los Albacar nacieron en València, en la calle Císcar. Su relación con la cocina empezó, como pasa en muchas familias, al ver a su madre entre fogones. Cuando Tito terminó el Bachiller, entró en Magisterio, pero se encontró con una carrera que no era para él. «Se dio cuenta de que no era lo que le gustaba, y decidió irse a la Escuela Superior de Cocina de San Sebastián. Mi hermano era seguidor de la Cartelera Turia y, por mediación de Antonio Vergara, se decidió por ir ahí. Yo, al acabar Bachiller, y tras un impasse de no saber lo que hacer, decidí estudiar Turismo. Mi familia decía que tenía gracia para las relaciones públicas, así que quise estudiar algo con lo que tener contacto con la gente».