Opinión

Revista Plaza Principal

La vida a cara o cruz

¡Joder con el canuto!

Publicado: 18/11/2025 ·06:00
Actualizado: 18/11/2025 · 06:00
  • Ilustración para ¡Joder con el canuto!
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Todo son malas noticias. El mundo como lo hemos conocido se va a freír puñetas, sin anestesia, compasión ni frenos. El equilibrio que hasta ahora sostenía lo torcido, lo corrupto y las irregularidades, con voluntad de ser corregidas, está saltando por los aires. Aquí la oposición es la peor de la democracia. Afuera, los países dejan de tener importancia y las reglas se las pasan por el forro. Ahora mandan empresas, corporaciones, lobbies y una panda de sinvergüenzas desquiciados, la madre que los parió.

Durante un tiempo lucí en mi muñeca una pulsera tricolor. La idea del republicano romántico como un héroe con chupa de cuero y gorra de piloto a lo Corto Maltés. Pero no. Los rojos también fueron unos pajaritos de cuidao. Tal era mi repudia a los golpistas que llegué a instalar en mi móvil una app localizadora de rojigualdas, vibrando con fuerza cada vez que alguna se cruzaba en mi camino. Muy a mi pesar y con convicción, decidí cambiar al bando nacional, mucho más molón.

Tuve suerte, dejé la secta tricolor. Ni rastro del síndrome posbanderita. Nada de depresión, sentimiento de culpa, aislamiento, imágenes recurrentes, pesadillas, insomnio, alcoholismo, anorexia, bulimia, disfunciones sexuales, autolesiones, agresividad ni hospitalización por problemas psiquiátricos. Nada, una transición ejemplar.

Hace quince años los jóvenes de este país salieron a la calle sin razón y rabia. Querían cambiarlo todo. Creían que la solidaridad, el respeto, la justicia y la igualdad eran iguales para todos. Montaron un mal pollo. A base de protestas pacíficas pusieron en jaque al bipartidismo, crearon un nuevo paisaje político y pusieron la corrupción, los privilegios y a muchas organizaciones bajo la lupa. Políticos y mercados, pantalones bien bajados. Aquella juventud cobarde e incómoda hizo ruido, agitó el juego y dio de qué hablar. A Dios gracias, todo aquel complot se fue a la mierda. Por suerte, quince años después, la mayoría de los jóvenes promueve lo contrario: individualismo, confesionalidad, propiedad privada, tradición y conservadurismo, rescatando consignas morales que gustan a todo el pueblo: aquí estoy yo y esta es mi bandera. ¿Algún problema?

Ser íntegro ya no es una rareza. Yo lo intento. Si te va mal, cuidado con quejarte, puto rojo resentido maricón. Si te va bien, adelante con energía y cara al sol, que eres un machote y te lo mereces. Ser hipercapitalista, ultra o neoliberal está bien visto, y si encima lo pregonas con desparpajo, buena sombra y banderita de España, que se vea, ¡porque eres un tipo cojonudo! Y si te haces el malote con la sana idea de destacar, de obtener relevancia mediática o conseguir seguidores en redes, estás en auge, claro que sí. El cinismo cotiza al alza, la empatía ridiculiza pa ti pa tu tía. Nadie lo explica mejor que Mauro Entrialgo en su libro Malismo, donde radiografía esta tendencia con quirúrgica precisión.

Tengo grandes amigos que llevan la banderita con olor a gloria colgando en cualquier parte: en el llavero, en el retrovisor, en la muñeca, en la ropa interior... Es orgullo patrio, amor a la cultura, a la historia de don Pelayo, la Reconquista, Santiago y cierra, España... Ya está bien de rabia, miedo, piojos e ignorancia, joder.

* Este artículo se publicó originalmente en el número 131 (noviembre 2025) de la revista Plaza

 

¡Joder con el canuto, qué mal me ha sentado! Esta gente terminará gobernándonos, hay que votar para evitarlo. No porque la democracia sea perfecta, sino porque es el último refugio que nos queda antes de que todo se vaya a freír puñetas.

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