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Vinosofía

Senyor Pirotècnic...

Vuelven la Fallas a intentar devolver la sonrisa a una ciudad aún profundamente marcada por las consecuencias de la Dana. El peligro es que, como siempre, la fiesta transcurra de espaldas al vino

Publicado: 14/03/2025 ·06:00
Actualizado: 14/03/2025 · 06:00
  • mascletà
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Vuelve el olor a pólvora, las luces y la anual miniinundación (por suerte nada comparable con la trágica de este otoño) de cerveza. Por lo menos, los grifos improvisados de cebada gasificada que brotan en cada esquina cual aguas de manantial, amenizando el obligado recorrido fallero y entorpeciendo el normal deambular nocturno, resultan menos molestos que el nauseabundo olor a fritanga que nos hostiga durante casi un mes. Sin embargo, desde el punto de vista del enópata, las Fallas son el enésimo ejemplo de ocasión desaprovechada para el consumo de vino.

Es más que entendible que cuando el caloret aprieta, el sediento paseante acuda al refrigerio amarillo, pero, visto que la lluvia suele acompañar al fallero y que lo normal en marzo es caminar abrigados, no se entiende por qué el vino tiene que ser la última bebida inspiradora de los cánticos falleros, sean o no acompañados por vientos y percusiones. Y cuando digo última, me refiero a muy rezagada, tras la cerveza, la cazalla y los destilados.

Por un lado, la culpa, como siempre, recae en la paupérrima oferta de la hostelería que, al ofrecer espumosos y blancos de ínfima calidad, hace el juego de los feroces y aguerridos competidores de la divina ambrosía. Por lo menos, los vascos, durante las varias semanas grandes, le echan un cable dorado a los vecinos riojanos con el nada ortodoxo kalimotxo, herejía según los puristas, pero panacea para las abarrotadas bodegas de la más prestigiosa DO española. Algo parecido pasa en Sevilla, durante la Feria de Abril, con el omnipresente rebujito.

En la capital del Turia, para fomentar el descorche, haría falta un producto con más gancho que el agua de Valencia, que se ha reducido al enésimo producto engañaguiris, acompañada por las infumables 'paellas' de bote que contaminan el casco antiguo y la playa. Y este plus sería competencia de la industria, que debería inventarse y ofrecer productos vinícolas capaces de atraer al público más joven y reconvertir al cervecero empedernido. El ejemplo del Novio Perfecto de Cherubino Valsangiacomo es un camino a seguir para las bodegas con recursos en I+D y marketing aptos a influir sobre las tendencias de consumo.

Personalmente me conformaría con la presencia de vino blanco de calidad (o vermouth artesanal, mejor valenciano) en los innumerables foodtrucks y, aunque sería mucho pedir, en los bares que se preparan a la facturación del año. Por supuesto que habría donde elegir: incluso una copa de Marina Alta me parece mucho más adecuada que el verdejo de siempre, el vetusto Barbadillo, o el nuevo hit godello. Muchas veces he repetido que blancos como el Cullerot de Celler del Roure deberían estar presentes por defecto en todas las cartas de Valencia, junto a otras propuestas interesantes como el Soplo de Rafa Cambra, Lafont de la Comarcal, el Rebel.lia de Vegalfaro, el Conveniencia de Finca San Blas, el Blanc d'Enguera, la Vella de Can' Leandro, el Cosecha Dorada de Gutiérrez de la Vega y muchos más.

En cuanto a los espumosos, tendríamos un abanico mucho más amplio donde escoger que las deprimentes ofertas 2+6 de dudosa calidad, teniendo bodegas de prestigio en la región como Pago de Tharsys, Vegalfaro, Dominio de la Vega y algunos ancestrales más que aceptables para el público amante del sin sulfitos.

En el campo de las burbujas, el ejemplo a seguir sería el del spritz italiano, que ha conseguido sacar a los productores de Prosecco de un atolladero sin aparente escapatoria.

Y para acompañar las paellas callejeras qué mejor que los rosados como el Bon Homme de Cambra y el bobal de San Juan entre otros, o los tintos ligeros, como el Grillat de La Comarcal, el Safrá de Celler del Roure, las bonicaires de Can' Leandro y, para los falleros más acaudalados, el nuevo buque insignia de Celler del Roure: la Pebrella.

Me temo que mis deseos de bañar las tracas con néctar de Baco van a quedar frustrados, pero la esperanza es la última en desvanecer... Salut!

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