Lo suyo con la banca fue un amor a primera vista por un sector en el que empezó al acabar la carrera y en el que se jubilará. Entonces se dedicará al 100% a su otra pasión: su nieto Marc
VALÈNCIA.- A Rosendo Ortí López (Torrent, 1958) ni se le pasaba por la cabeza trabajar en banca mientras estudiaba Económicas, pese a que su padre era empleado del extinto Banco de Aragón. Pero hete ahí que cuando obtuvo la licenciatura un amigo que trabajaba en Consum le dijo que Caixa Popular buscaba economistas. «Me entrevistó Pepe Soriano —histórico presidente de la caja rural valenciana— y reconozco que me enamoró el proyecto de la entidad. El trabajar en banca era algo que rompía mis esquemas, pero al hablarme de los valores de la persona me cautivó». Así lo explica a Plaza este amante de los viajes, música, cine y, sobre todo, de «disfrutar con locura» de su nieto Marc.
Una vez licenciado amplió sus conocimientos con el Programa de Alta Dirección de Esade, además de pasar por escuelas de negocio del prestigio del IESE o el Instituto de Empresa. Fue en 1984 cuando asumió la dirección de Marketing de Caixa Popular —tras un breve paso por la enseñanza—, y de ahí fue subiendo en el escalafón de la mayor cooperativa de crédito de la Comunitat Valenciana hasta ser nombrado director general en diciembre de 2009.
Pero ¿qué le dijo su padre cuando le comentó que se iba a sumar al proyecto de Caixa Popular? «Se quedó sorprendido y más después de que amigos suyos le advirtieran de que era una entidad enana, que no iba a durar nada y donde mandaban los comunistas»[sonríe]. Pasado un tiempo mi padre me dijo que fue la mejor elección que había tomado», explica un Ortí coherente con los valores del cooperativismo y comprometido con el tejido social, colaborando con diferentes iniciativas sociales y solidarias, muchas de ellas vinculadas a su parroquia de Torrent.
Casi cuatro décadas lleva en la casa, pese a que al principio «cada cierto tiempo mis amigos me preguntaban si seguía trabajando en Caixa Popular (vuelve a sonreír), pero lo cierto es que trabajar aquí ha hecho que se cumplieran todas mis expectativas». Y eso que tuvo algún roce más con su padre, como explica. «Cuando me ofrecieron la posibilidad de hacerme socio de la cooperativa era joven, acababa de empezar a trabajar y quería casarme. Pepe Soriano me ofreció la posibilidad de descontarme de la nómina, pero yo le pedí dinero a mi padre. ¿Pagar por trabajar? Eso es lo último, me dijo, pero al final me dejó el dinero que yo le devolví con el tiempo», rememora con brillo en sus ojos.
¿Ha cambiado mucho la caja en los trece años que lleva dirigiéndola? «Sí y bastante porque hemos asistido a una transformación en el sector —principalmente por la tecnología—, como también el modelo de gestión donde el nuestro está muy alejado de los personalismos».
«Hace muchos años «pusimos en marcha un modelo que cuando el director general se jubila al cumplir los 70 años, pasa a la presidencia y el nuevo ejecutivo tiene cuatro años para asentarse. En Caixa Popular muchas personas tienen capacidad de interceder en la dirección, por lo que si yo mañana me voy, la entidad sigue funcionando», añade.
En estos tiempos donde los ERE y los cierres de oficinas están a la orden del día en la banca —no así en Caixa Popular—, Ortí tiene claro que sigue siendo un sector «espectacular» para trabajar. «Somos las venas del circuito económico y somos imprescindibles. Lo que ocurre es que hay una imagen distorsionada donde la banca exprime al cliente, que no es así y cuesta mucho de romper. Hay que pensar en el modelo cooperativo de distribución de la riqueza. No está mal ganar dinero, pero, eso sí, para crear sostenibilidad y trasladar a la sociedad los beneficios», señala.
En este sentido la pregunta surge rápidamente: ¿Es el modelo cooperativista algo así como la continuación de las extintas cajas de ahorro, que nacieron para desarrollar su negocio en su zona natural? «Sí, pero en dos aspectos: el modelo de banca de proximidad y el modelo social. Al no tener propietarios, las cajas tenían que revertir un alto porcentaje de sus beneficios a la sociedad, pero todos sabemos lo que ocurrió después. A nosotros nos ha servido para cubrir esa sensibilidad».
A juicio de este torrentí, el avance de la digitalización ha hecho que los organismos reguladores busquen la eficiencia de las entidades. «Que un cliente tenga que hacer todas las operaciones por sí mismo va en contra de la banca de proximidad. Estoy de acuerdo que hay que digitalizarse, pero sin perder el trato humano porque la eficiencia se puede mejorar por la vía de los ingresos con la vinculación con los clientes. Y a nosotros los clientes no nos molestan», puntualiza un Ortí que alaba el papel de la obra social de la entidad, dado que «es fundamental y queremos que se viva desde todos nuestros departamentos porque ante todo nos preocupan las personas».
Para terminar, Plaza le puso sobre la mesa la campaña Soy mayor, no idiota que el médico jubilado Carlos San Juan emprendió contra la banca. ¿Se le vino a la cabeza la imagen de Don Quijote luchando contra los molinos de viento? «Sí, efectivamente. Era una voz que clamaba en el desierto [sonríe]. Pero ha logrado recoger muchas sensibilidades de gente que pensaba lo mismo y, además, ha conseguido cosas impensables en la gran banca como, por ejemplo, cambiar los horarios por la mañana para atender a los clientes de más edad. Nosotros fuimos los únicos que hace años optamos por abrir por la tarde de lunes a jueves».
* Este artículo se publicó originalmente en el número 91 (mayo 2022) de la revista Plaza
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