La pasión con la que describe el vicepresidente segundo del Consell la Marina Alta, especialmente Teulada-Moraira y Jávea, es adictiva. La tierra de sus padres y abuelos donde guarda sus recuerdos y siempre vuelve, pese a sus viajes a América Latina
VALÈNCIA. ¿Cómo recuerdas los veranos de tu infancia?
Yo soy de la Marina y mis veranos son allí. Mi madre es de Teulada Moraira y siempre íbamos ahí y mi padre de Benissa, otro lugar espectacular. Entonces mis veranos eran en casa de mis abuelos en Teulada en la calle Sant Vicent (en aquella época Muñoz Grandes) y los veranos los pasaba entre Teulada-Moraira y Benissa, la ventaja era que ya vivíamos en lugares de ensueño y de veraneo. La primera fotografía que tengo del mar es en la playa de l’Ampolla en Moraira que posiblemente sea una de las más bonitas del mundo.
Veo que lo cuentas con pasión y una sensación de cercanía…
Recuerdo perfectamente las tardes de verano en la playa, nos bañábamos entre los muros caídos de la torre vigía de Moraira, con musgo, algas y los cangrejos que habitaban en los bloques de piedra, también tengo un intenso recuerdo de los pinos y la uva, algo típico de la zona. Los veranos sabían a fruta, mi abuelo Batiste traía del Plà melons d’Alger (sandía) y nos sentábamos a la fresca por las noches a comer fruta.
Cuánta belleza, sonidos, olores, sentidos, …
En aquellos tiempos caminabas tranquilamente por la calle, y el sonido que recuerdo oias por las tardes era el de las mujeres estisoradores capando las partes feas de la uva en sus casas, en aquel tiempo eran casas-almacén, luego se vendía la uva al por mayor. Mi abuelo era corredor de uva y la vendían en la cooperativa a la gente de Madrid que venía a comprarla.
“El azul de ese mar es increíble y el olor a salitre lo impregnaba todo.”
Una infancia y unos veranos muy mediterráneos, entre mar y montaña, ¿alguna anécdota especial?
Pues de las historias que recuerdo, mi tía Inocencia y mi madre nos escondían a mi primo Julio y a mi dentro de nuestros carritos para hacer autostop y cuando paraba el coche nos sacaban y pedían que nos llevaran de Teulada a Moraira, los años 70, era la época del autostop.
La gastronomía de la zona, cuna de la dieta mediterránea…
Mi abuela Dolores Blasco, magnífica cocinera y una mujer con una gran sonrisa. Ella cocinaba y además adaptaba el menú a la época del año. Pasábamos de los arroces caldosos de invierno a los secos de verano, el más sabroso para mí era de espinacas y bacalao y siempre había mucho tomate. Además, en verano las fiestas típicas del verano, en Benissa se engalanan las calles espectacularmente respecto a otros pueblos de la zona.
Y cuando llega la adolescencia ¿cambian tus veranos?
Radicalmente, porque nos trasladamos a vivir a Jávea y mis padres abren un restaurante y como es lógico la temporada alta es en verano y me tocó trabajar durante varios veranos y ayudar en la economía familiar, todo ello lo combiné con la parte lúdica y de ocio de Jávea, los años 80 fueron muy divertidos. En aquella época aún se podían hacer fogatas en la playa, y mi recuerdo de las playas de Jávea es con el olor a leña quemada. También he pasado muchas noches en el Cabo de la Nao donde es maravilloso ver amanecer y los días muy claros se puede llegar a ver Ibiza.
Jávea, un lugar idílico, conocido como el Amanecer de España
Así es, recibíamos y enviábamos postales que nos mandábamos en verano y ponía ese mismo lema “amanecer de España”, era una cosa muy emocionante recibir postales. Además del Cabo de la Nao, creo que las vistas del Cabo Negro son imposibles, ves els payars, la isla del Portichol, el Mongó al fondo y el Cabo de San Antonio, sinceramente creo que son las vistas más increíbles del mundo, yo a veces pienso “esto no puede existir así”. También la Cala de Granadella que en aquella época era casi de difícil acceso, la carretera era complicada.
Mencionas como recuerdo los incendios, la tragedia de todos los veranos.
Tristemente recuerdo estar en casa y que llegara la Guardia Civil y nos hablara de que se quemaba la Granadella y recuerdo ver a mi familia llorando. Y por cambiar de tercio, otra cosa que también recuerdo mucho es el crisol de culturas que había. En el restaurante de mis padres veías alemanes, suizos, norteamericanos, etc. El padre de unos amigos estadounidenses era militar y a mí me fascinaba la posibilidad de poder convivir con personas de todo el mundo, mi mejor amigo es Remo, hijo de un pintor italiano y una madre de Hong Kong, eso te permite abrir tu mente.
¿Y de ahí la vocación de viajar y conocer mundo?
A los veinte años empecé a recorrer América Latina: Cuba, Brasil donde estuve dos veranos como profesor invitado, Paraguay, Colombia, Venezuela, Perú; también hice el interrail y un verano me fui a Marruecos con una amiga mía de la que estaba totalmente enamorado.
¿Cómo son tus veranos en la etapa adulta?
Todos fueron veranos de trabajo, descanso unos días en Perú en Lima donde tengo un apartamento mirando al mar y viajo mucho por América Latina dando cursos de doctorado en La Paz, Cali, Barranquilla. Eso lo intento compaginar con viajes de vacaciones dos semanas a Panamá, Guatemala, etc. Voy siempre en nuestro verano porque es invierno allá, huyendo del calor y en invierno prefiero viajar a Asia, Camboya Vietnam.
¿Y como vicepresidente segundo del Consell cómo se presentan los veranos?
Creo que van a ser de trabajo y lo poco que pueda descansar será en Jávea con mi familia unos días, mi verano va a ser mi despacho. Y por supuesto voy a combinarlo como siempre con mucha lectura.