VALÈNCIA. La historia de María Sabina Suey explica muy bien cómo la acción de las mujeres fueron esenciales para algunos hitos históricos de nuestra comunidad. Fue esta señora de la limpieza la que protagonizó una de las tramas de acción más interesantes de Valencia, un guion perfecto para la mejor película de Indiana Jones.
El libro que ha servido para poner en el foco de la historia a esta mujer es La persecución del Santo Cáliz en la guerra (1936-1939), escritor por el profesor José Francisco Ballester-Olmos, adjunto a la presidencia de la Cofradía del Santo Cáliz. Y precisamente sobre la protección de este objeto sagrada discurre este libro. Algunas personas anónimas acabaron siendo absolutamente fundamentales, convirtiéndose en héroes que ahora Ballester-Olmos reivindica.
Una de esas mujeres fue María Sabina Suey, la mujer que era la encargada de limpiar la reliquia y ante la amenaza de las milicias sobre la Catedral de Valencia, decidió rescatarla y resguardarla en la habitación que compartía con su hermana Maria Milagro. Según los documentos familiares los hechos se produjeron de la siguiente manera: el 21 de julio de 1936, el canónigo de la Catedral de Valencia, Elías Olmos, un tiempo antes del asalto e incendio de la Seo, entregó el Santo Cáliz a Sabina Suey, quien lo llevó a casa de su madre en la calle Avellanas y, semanas después, a la calle Pelayo, donde fue escondido en casa del hermano de Sabina, Adolfo, entre los muelles de un viejo sofá. Después fue llevado a Carlet, a casa del primo Bernardo. Así lo contaron los descendientes de los Suey en una jornada que presidió el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, con motivo del Año Jubilar Eucarístico del Cáliz de la Misericordia en 2016.
“Ese mismo mes de enero de 1937 fue devuelto a la calle Avellanas, donde Bernardo Primo lo ocultó realizando una pequeña obra en la cocina (…) por temor a nuevos registros y a los bombardeos, el 19 de junio lo trasladó, junto con su mujer, Lidia Navasquillo, de noche y a pie, en una caja de galletas dentro de una cesta, desde Valencia hasta su casa de Carlet, en la calle Padilla, hoy calle del Santo Cáliz”.
Ya en Carlet, el cáliz se escondió en el piso superior de la casa, en el hueco de una ventana, “dentro de la caja de galletas y rodeado de algodón, donde colocó tres bloques, se tapió y se pintaron las paredes”.
Pero anoten otro nombre fundamental que recordaremos más adelante: el anarquista José Pellicer tuvo su particular importancia. Hemos de recordar que el cáliz llegó a Valencia después de haber estado en Israel, Roma, Huesca y Zaragoza. Fue en 1424 cuando el rey Alfonso El Magnánimo entregó a Valencia esta reliquia como recompensa por su lealtad a su persona. Después llegaron las tropas napoleónicas y posteriormente de la Guerra Civil. En este sentido, hace un par de años, la Universidad Católica de Valencia ofreció una visita guiada a los asistentes al III Congreso Universitario de Historia Comarcal (CUCH) para ver la exposición Els Camins del Grial, en el Museo del Almudín, que repasaba el camino que hizo el Santo Cáliz, custodiado en la Catedral de Valencia desde hace casi seis siglos, desde Jerusalén hasta la ciudad del Turia.
Sin embargo, fue en nuestra guerra más fraticida cuando la importancia de Sabina Suey se hizo palpable. Como decíamos antes, Sabina se encargaba de la limpieza de la Catedral de Valencia que se cerró al culto. La mujer se llevó el cáliz a su casa y un buen día, un grupo de anarquistas, entrar en casa de Suey para un registro. Entre ellos estaba José Pellicer, un anarquista valenciano que combatió en defensa de la Segunda República en el frente de Teruel. Fue Pellicer el que entró en la habitación de las hermanas, abrió el cajón y encontró la reliquia. Como si no hubiera visto nada y proteger a aquella mujer, Pellicer cerró el cajón y siguió preguntando a sus compañeros. Finalmente abandonaron la casa pero antes, Pellicer le dijo a Suey que tuviera cuidado porque su vida corría peligro.
Tiempo después, la mujer de Pellicer coincidió con la nieta de Sabina y ésta le confesó que fue la actitud de su marido la que salvó la reliquia. En 2008 se celebró el Valencia el I Congreso Internacional Valencia la ciudad del Santo Grial. En este evento, la investigadora Janice Bennet presentó su libro San Lorenzo y el Santo Grial. La historia del Santo Cáliz de Valencia, en el que abordaba la historia de la reliquia coincidiendo con el 1750 aniversario de su llegada a España. Ahí aparece Sabina Suey, una mujer que no estaba llamada a ser un mito y, sin embargo, cambió para siempre la historia .