Los amigos son para siempre. Y se protegen. Aunque algunos vivan del cuento. “El clan de Agujero”, círculo político en su momento de grandes nombres políticos, lo tiene complicado. Están lanzados a su suerte. Y las miserias o excesos de alguno de ellos salpica a la inteligencia y la decencia
Insisto. Sólo queda uno de los miembros del denominado Clan de “El Agujero” -el bar cercano a Mestalla donde se reunían aquellos amigos universitarios que un día accedieron al poder- por saltar a los papeles. Ahora le están sacando más colores a Gerardo Camps nuestro exconseller de Economía y diputado reciente de pocos meses- ya está en el caso Nóos, en el que dos testigos han desmentido su declaración-, por “autorizar” importantes gastos en comidas, cenas, meriendas, y vinitos, según una denuncia política. Al parecer, salía el dinero de algo denominado caja fija, que no debía de estar muy anclada ya que, por lo expuesto, se podía entrar en ella con suma facilidad. Hablan de casi 600.000 euros autorizados en apenas cuatro años. El PP quiere sacarlo de las nuevas listas electorales. Vislumbran por lo que se ve otro marronazo en el camino.
Ya están tres de los amigos del clan -Francisco Camps, Vicente Burgos y Gerardo Camps- en el ojo del huracán, o sobre el trampolín del capitán Garfio; Vicente Burgos, exmarido de María José Alcón, Francisco Camps con todo lo que se le viene encima en forma de alud y Gerardo a quien los interventores se lo avisaban año tras año a base de recomendarle mirar bien lo que firmaba y acudir a los consejos de Administración inherentes a su cargo. Un día cantarán de verdad, pero Gerardo o su equipo estaban a lo suyo: croquetas de boletus, sushimi de entrecot y los 56 pavos de las dos botellitas de Álvarez Nölting, un vinito de excelsa calidad, como bien reflejo VP, y mucho más caro que los solomillos servidos para festejar el encuentro. GC dice que se va a querellar, que todo es falso. Así que el lío puede ganar con el amplificador. A la platea y los palcos, amigos.
Se cierra el círculo. González Pons está de momento ausente, o en Bruselas se supone, aunque ya nadie se sorprendería si todos se volvieran a encontrar un día en otro agujero. Pero si lo de la caja móvil, que para nada fija, de Gerardo Camps va a traer cola agárrense fuerte a los encarguitos de Vicente Burgos en plan atracción adrenalínica de la Terra Mítica de saqueo y sentencia condenatoria; el territorio donde se inició el denominado “saqueo”.
Me sitúo. Yo no tengo caja fija –bueno tengo las de los zapatos y una en la que guardo céntimos que molestan en el bolsillo-, sólo cartilla, y me gusta recorrer librerías de viejo, rastros y tiendas de segunda mano. No porque sea un acumulador compulsivo como esos que aparecen en programas surrealistas de las nuevas TV que acabarán como otras en manos de telepredicadores. Simplemente me gusta mirar y recuperar objetos antiguos.
Pues bien, esta semana tocaba librerías de lance. Y entre ellas París Valencia, una de mis preferidas. Y para sorpresa encontré una gran pila de lujosos libros editados por el IVAM, Bancaixa o la Generalitat –foto 1– a precio de auténtica ganga. Deben de pertenecer a ese lote de miles y miles y miles de volúmenes almacenados en una nave de Riba-roja que nos cuesta de alquiler 4.500 euros al mes y almacena 375.000 libros editados por nuestras eminencias e intelectuales cargos políticos a precio de nuevo rico.
Y, de repente, me subió la adrenalina, el ritmo cardíaco y la tensión. Porque por apenas por 8,95 euros allí estaban apilados un buen número de catálogos sobre la exposición dedicada al Toisón de Oro que se expuso en l’Almodí de Valencia en 2007 -foto 2-. Cuando volví un día después, no dando crédito al precio ni a su existencia real, casi estaban agotados, pero iban a recibir más. Muchos más, confesaron.
Que se acomode el lector y, de paso, se sujete a la silla con bridas en plan sadomaso –que ya lo es cargar con un ejemplar a cuestas-, aunque sin pillarle gusto al asunto. La obra consiste en dos lujosísimos tomos de más de 500 páginas cada uno, papel de altísima calidad, encuadernación de lujo y además metidos en una caja de cartón. La exposición, bien es cierto, tenía su gracia, pero no era para tanto catálogo. Un escándalo.
Cuando se editó, según cuentan, se evitó que llegara a muchos sitios. Vamos, que se conociera públicamente. Era un regalo institucional. La exposición la organizó la Fundación Jaume II El Just- la que iba a convertir el Monasterio de la Valldigna en centro espiritual de los valencianos, pese a su tórrida historia- que dirigía Vicente Burgos. En ella, además de algunos textos interesantes, todo sea dicho, se encuentran prólogos de Rita Barberá, Vicente Burgos, Alejando Font de Mora, entonces conseller de Educación y Cultura, y nuestro Francisco Camps, impresos en papel couche de alto gramaje y explicando no se sabe qué sabían de verdad de la orden de caballería y de nuestras relaciones con Flandes. El precio original de cada uno de los ejemplares, según aseguran, era de 120 euros. Me lo creo. Porque menos no lo podía valer. Ni siquiera al peso.
Añaden que los ejemplares se han salvado de su viaje hacia la trituradora. Por ello se saldan a ese precio. Todos son libros institucionales. Pagados de nuestros impuestos. Alegremente, por supuesto, y con presuntos manejos. Eso ya nadie lo duda hoy.
No sé lo que costaría en sí la edición y realización de estos dos volúmenes cuyo peso supera los cinco kilos –muchísimo- pero yo exigiría y exijo que se averigüe ya que podemos estar hablando de cantidades fuera de toda lógica para no se sabe qué o para quedar bien con no se sabe quién. Como exijo también que se investigue el coste de todos esos libros y otros que se venden ahora a precio de saldo y a quienes se beneficiaron de su publicación. Y de paso, que nos expliquen lo que se quedó en el camino de esta y otras instituciones ahora ante la fiscalía por irregularidades.
Todavía me late el corazón a 45 rpm cuando lo recuerdo. Más aún sabiendo que los niños continúan en barracones, las prestaciones se agotan, nos espera una subida de impuestos más que gruesa nada más pasar el verano o Madrid nos quiere exprimir a los valencianos mientras los vividores se pasean sin escrúpulos por Costa Rica y Panamá. ¿Qué me dicen de los intermediarios y elegidos para la ocasión? Al estilo de adjudicación directa por urgencia. Quiero la lista.
En resumen, mientras unos comían, otros editaban y luego comían. Los demás sólo pagábamos todo, además de impuestos. Ya se sabe la sentencia de Rousseau: las artes depuran o corrompen las costumbres. A alguno sólo le hace más idiota. O sea, un timo integral.