VALÈNCIA. La líder del PSPV en València, Sandra Gómez, fue proclamada oficialmente este jueves como candidata a la Alcaldía tras ser la única aspirante que logró los avales necesarios en el proceso de primarias abiertas iniciado por la formación socialista semanas atrás. La también vicealcaldesa, que disponía de la bendición del presidente de la Generalitat y secretario general del partido, Ximo Puig, tuvo que esperar unos días más de los previstos tras el inesperado concurso de un militante de base que, finalmente, no llegó a presentar las firmas necesarias para la votación final.
De esta manera, Gómez se convierte por segunda vez en candidata a la Alcaldía de València, después de que en 2019 subiera los registros del PSPV en dos concejales (de cinco a siete), un ascenso por otro lado insuficiente para dar caza a Compromís (10 ediles, uno más que en 2015) y PPCV (8 regidores, dos menos que los anteriores comicios). Para el entorno de la dirigente socialista, este resultado, pese a ser la tercera fuerza política del consistorio, significó poner la primera piedra de la recuperación del partido en el Cap i Casal, donde no ostenta la vara de mando desde hace 32 años.
Fue en 1991, cuando el PSPV-PSOE con Clementina Ródenas (13 ediles) a la cabeza perdió la Alcaldía por el pacto Rita Barberá (PP) y Vicente González Lizondo (UV), cuando los socialistas se sumieron en una oscura crisis que ningún candidato ha podido revertir hasta ahora: Aurelio Martínez (1995, ocho concejales; a cuatro de sumar una mayoría con EU); Ana Noguera (1999, 11 representantes, también a cuatro de alcanzar una mayoría con EU); Rafa Rubio (2003, 12 ediles, a tres de lograr una mayoría con la Entesa); Carmen Alborch (2007, 12 concejales, a cinco de la mayoría sin posibles socios); Joan Calabuig (2011, ocho regidores, a cuatro de sumar una mayoría con Compromís y EU) y, de nuevo, Joan Calabuig (2015, cinco ediles que permitieron, con los nueve de Compromís y los tres de Podem, que Joan Ribó fuera alcalde). Con este histórico de resultados, el razonamiento del entorno de Sandra Gómez es simple: el PSPV nunca se ha tenido tan cerca una oportunidad como la que habrá en 2023 para recuperar la Alcaldía desde hace tres décadas.
Este razonamiento optimista desde el PSPV de la ciudad no ha sido compartido por todos los sectores del partido a lo largo del mandato. De hecho, podría decirse que, jugando con la simbología socialista, Gómez ha debido transitar por un camino más de puños que de rosas dentro de su partido hasta lograr una nueva oportunidad de examinarse ante las urnas.
Fuentes próximas a la candidata restan importancia a las informaciones publicadas especialmente durante estos dos últimos años relacionadas con otros posibles candidatos o la irrupción de algún 'mirlo blanco' que pudiera sustituirla: "Han sido casos aislados dentro del partido que buscaban ventajas orgánicas. Siempre ha existido el apoyo del presidente Puig y del partido en el ámbito municipal y en el autonómico ", aseguran.
En el análisis de este recorrido, todas las fuentes consultadas admiten que hay un antes y un después de la salida del exministro José Luis Ábalos del Gobierno de España y, más importante si cabe, su relevo poco después en la Secretaría de Organización del PSOE en julio de 2021. La familia política del dirigente tenía una fuerte implantación en la provincia pero, sobre todo, en la capital, por lo que la caída en desgracia de su máximo referente provocó una sensación de desorientación en las filas de este sector.
En cualquier caso, el trabajo orgánico por parte de Gómez estaba hecho previamente con su triunfo en las primarias de 2018 por el liderazgo del PSPV local frente a Maite Girau, afín a Ábalos. Tras eso, el dominio interno de la vicealcaldesa se fue consolidando hasta llegar, tras revalidar su liderazgo sin oposición, a controlar o consensuar liderazgos en casi todas las agrupaciones de la capital.
Pero paralelamente a estas pugnas orgánicas más o menos tradicionales dentro de la formación socialista, también se producía un runrún en este tiempo que emanaba en ocasiones desde el entorno próximo a Puig dirigido a cuestionar la candidatura de Gómez a la Alcaldía. Una situación que ya ocurrió antes de los comicios de 2019 y que, a lo largo de los últimos dos años, se ha mantenido de forma intermitente con la suficiente intensidad para que llegara a los medios de comunicación. Con todo, si el presidente Puig llegó realmente a tener alguna duda, nunca la manifestó públicamente. De hecho,nombró a Gómez presidenta del congreso de su reelección en el PSPV en noviembre de 2021.
Con la entrada en el último año de mandato, a los dirigentes que habitualmente insistían en activar un debate sobre la búsqueda de una alternativa a Gómez -ya fuera por intereses meramente estratégicos o por considerar que otro candidato con más tirón era posible-, se les unieron algunos otros próximos al sector del nuevo secretario provincial y alcalde de Mislata, Carlos Fernández Bielsa; que trataban de agitar alternativas quizá como venganza orgánica a la oposición inicial mostrada por Gómez respecto a que Bielsa se convirtiera en líder provincial.
En este contexto, se produjo incluso la irrupción de medios nacionales, que situaron en las quinielas como posible candidata a la ministra de Ciencia e Innovación y exalcaldesa de Gandia, Diana Morant, quien no tardó en desmarcarse públicamente de una operación de esas características. Tras estos últimos escarceos, Puig transmitió a Ferraz la decisión que, probablemente, había sido la misma durante todo este tiempo: que Gómez repitiera como cabeza de cartel a la Alcaldía de València. Una decisión que cristalizó este jueves con la confirmación oficial.
Desde 2015, los socialistas han sido la segunda fuerza en el gobierno municipal liderado por Compromís. El primer mandato, con València en Comú (Podem) como tercero en discordia, y desde 2019, sólo con la coalición valencianista. Y en ambos casos, con Joan Ribó como alcalde de la ciudad. Un hándicap que Gómez ha intentado superar casi sin descanso desde que se convirtiera en portavoz del PSPV en el consistorio en 2016, pero en especial desde que fuera candidata a la Alcaldía hace ahora más de tres años.
Los resultados de los últimos comicios, recortando un concejal de diferencia a su socio de gobierno, empujó a la socialista a poner como línea roja para reeditar el ejecutivo local su nombramiento como vicealcaldesa. Un cargo que, si bien no tiene repercusión a nivel ejecutivo, confería un estatus superior de cara a la galería y también en lo protocolario. Así acabó siendo. Eso sí, optó por dar salida al que fuera concejal de Urbanismo el anterior mandato, el socialista Vicent Sarrià, en dirección al Congreso, y quedarse con dicho departamento, uno de los más importantes y con mayor visibilidad en una gran ciudad como València.
Grandes asuntos como el desarrollo del futuro Nou Mestalla han constituido campo abierto para las sonoras reivindicaciones de Sandra Gómez, que ha buscado diferenciarse de sus socios de gobierno, en ocasiones llegando casi al choque directo. Ahora, en plena negociación del Ayuntamiento de València con el Valencia CF, mantiene la postura más dura dentro del ejecutivo local. Otra muestra de esta estrategia se ha dado esta semana, cuando Gómez ha anunciado un acuerdo con la Generalitat para que la EMT de València -gestionada por Compromís- se sume a la gratuidad temporal para los jóvenes del transporte público autonómico anunciada por Puig.
Al mando de la concejalía, por otra parte, se podría hablar de luces y sombras. La innegable mejora en el trabajo de desatascar el tapón de licencias urbanísticas que existía en 2015 no ha calmado a los promotores, que siguen quejándose del tiempo de espera en la concesión de permisos municipales. En otros casos, ha intentado conjugar los intereses de inversores, promotores y vecinos, lo cual no le ha salido siempre bien, como en el Plan Especial del Cabanyal-Canyamelar (PECC), todavía sin aprobar, que ha recabado el apoyo de múltiples asociaciones vecinales pero también el enfado de las más reivindicativas -por considerarlo insuficiente en la protección- y el del sector de los pisos turísticos -por verlo muy restrictivo-.
También el Plan de Ciutat Vella, el único gran plan aprobado, que está recurrido en los tribunales por las viviendas turísticas. El resto de grandes planes -PAI del Grao, PAI de Benimaclet, por ejemplo- siguen pendientes, en el primer caso por el retraso en las negociaciones con los propietarios; en el segundo, por las divergencias importantes mantenidas con Compromís durante los últimos años. Y al mismo tiempo, gestiona un plan de construcción de 327 viviendas heredado del pasado mandato mediante la empresa municipal Aumsa, que preside, y del que, por el momento, se han construido una quincena, aunque su intención es que todas estén acabadas o en marcha para las elecciones del año que viene.