Septiembre maldito

VALENCIA. Septiembre nos asalta como una resaca a destiempo (que la intuyes, claro que sí), pero ya lo pensarás mañana. Septiembre (es lo que hay) ya está aquí, en todo su repugnante esplendor.

Septiembre, el nuevo curso; el calendario y las reuniones. La matrícula del gimnasio y las dietas detox para olvidar (aún más) aquel lejano verano del dos mil quince, los cientos de e-mails, el embarazo de Laura (¿por qué esta repentina afición a procrear sin medida?), el seguro de hogar, los calcetines de algodón, el seguro médico y «un televisor grande que te cagas». A plazos.

Cada septiembre saboteamos nuestra felicidad (nos encanta) elaborando concienzudas listas de todas las cosas que harás este temporada: (¡esta vez sí! ¡lo juro!) retomar las clases de inglés, pan con masa madre, natación a las tantas de la mañana, quizá un curso de cocina, retomar las clases de golf en El Saler, probar el Yoga Bikram de las narices o llenar la terraza de plantas (peor, ya puestos: un huerto ecológico) que regarás puntualmente como el hombre sensato que planeas ser (no como el cafre desastroso que has sido hasta ahora).

Cada septiembre (insisto) olvidamos los libros (y las promesas) que hicimos frente al mar y nos recluímos en esta cárcel que es la vida tan lejos del niño que eras en cualquier verano de tu infancia.

(Fragmento de la columna de opinión. El resto lo puedes leer en el número 11 de la revista Plaza).