Series y televisión

'Alien Earth': depredadores espaciales de capitalistas terrícolas

El creador de la serie Fargo se atreve a hacer lo mismo con Alien y carga las tintas contra las grandes empresas tecnológicas y sus extravagantes accionistas. El resto: mata-mata

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VALÈNCIA. Esta semana he leído una interesante reflexión sobre el umbral de tolerancia de los aficionados al cine de género. ¿Cuánto miedo te da una película de miedo después de cuarenta y ocho años viendo películas de miedo? Es algo que deberían contestar los asiduos a este tipo de cine, pero en mi caso sí que puedo asegurar que la primera vez que vi Alien, en Televisión Española con unos 8 o 9 años de edad, casi me da un infarto. Algo que no se repitió con la segunda parte, de videoclub, y ni mucho menos con ninguna del resto de la saga. 

Si hubo una razón por la que siempre tuve un ojo puesto en Alien, incluso en sus cómics, que los hay de toda clase, era porque la historia original tenía ese punto de la vida cotidiana en el espacio. Resumido, no había jedis, sino currantes. La tripulación de un mercante cuyos problemas eran los pluses de la nómina. Siempre quise volver a esas escenas, las que nos daba también Atmósfera Cero, o ahora The Expanse y Andor. Pero la realidad es que con el xenomorfo siempre ha primado la acción, la repetición incesante de la peligrosidad del monstruo. Una y otra vez. Mira qué peligroso es. 

Noah Hawley es el creador de la serie Fargo, paradigma del fenómeno de coger películas icónicas y tratar de amortizarlas en los formatos más rentables actualmente, capítulos y temporadas. Pasó con 12 Monos, con más pena que gloria, con American Gigoló, tres cuartos de lo mismo, o con Westworld… La verdad es que Fargo no estaba mal, pero estiraba el chicle hasta poner a prueba al espectador, era explotation pura. Y ahora tenemos más de lo mismo. 

Aun así, con dos capítulos emitidos, hay varios detalles que suben la calidad por encima de la media. El primero, la fotografía. Han empleado una ARRI Alexa LF que reproduce los tonos de piel con una fidelidad absoluta y que, en espacios oscuros, capta mucha luz, en resumen, es como una cámara de cine profesional de los años ochenta, para mí la perfección absoluta que jamás debió ser abandonada. A la vez, aunque el futurismo de la primera entrega de Alien ya está desfasadísimo, Hawley ha conservado sus tecnologías, sus ordenadores con teclado y sus monitores pequeños, toda la estética retrofuturista del clásico. Par explicarlo, ha declarado que cree que así conectará con los adultos que aún recuerdan los monitores verdes. Se conoce que el segmento más joven cada vez es más escaso poblacionalmente y hay que corregir el tiro. 

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Pero solo por eso se deja ver o, mejor dicho, merece la pena simplemente verla. Si nos vamos al argumento, surgen más peros. El planteamiento es que La Tierra es una distopía capitalista. El poder lo tienen las grandes empresas, que se reparten el territorio y se declaran soberanas. En este contexto geopolítico, una nave de cierta compañía cargada de xenomorfos cae en la zona de otra empresa y comienza una lucha por su contenido. 

El magnate que quiere hacerse con la carga está calcado de los extravagantes Elon Musk, Peter Thiel o Jeff Bezos. Una de sus obsesiones es lo que impulsa la trama: la inmortalidad. En este caso, el protagonista ha creado una serie de niños sintéticos a partir de pequeños que iban a morir que, lo han adivinado, serán los que se enfrenten al extraterrestre. Quedan capítulos por ver, pero tiene pinta de que va a ser un Replicantes vs. Alien, al hilo de lo que ya se hizo con Predator. 

Hawley ha dicho que se ha querido centrar en las dos primeras películas de la saga. Como todo el mundo sabe, una estaba basada en el suspense y la otra, en la acción. El suspense en la serie, por ahora, es algo estéril, pero la acción, que siempre es más fácil de ejecutar, es la tónica dominante. De las escenas violentas lo único que se puede decir es que son entretenidas, amenas. 

Llegados a este punto, es imposible ocultar que el problema de Alien es Alien. Las tres primeras secuelas no iban a ninguna parte; los spin-off con Predator, menos, y las precuelas, en su afán por insistir en lo malo que es el capitalismo, las corporaciones, el ser humano en general, etc… llevaron el argumento a una reducción al absurdo ¿Cómo que al final el xenomorfo surge de experimentos realizados por un androide sintético de una empresa terrícola? ¿Qué me estás contando? 

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El miedo innato que todos teníamos con Alien era a lo desconocido, al vete tú a saber qué coño puede haber ahí fuera, en otras galaxias. Una criatura indestructible, voraz e incontenible es un miedo recurrente, expresado de mil maneras a lo largo de nuestra historia en todo tipo de mitos y contextos, y por ahí la ciencia ficción tenía manga ancha para sacarse del magín hipótesis que permitieran desarrollar la saga todo lo que tú quieras y más. 

Sin embargo, con el paso de los años, los productos no han hecho más que estrechar sus miras. Es una saga asfixiante, porque lo único que hace es reiterar como un martillo pilón, desde las escenas de acción con los xenomorfos que todo lo pueden a las ideas generales que pretende transmitir la historia, el dichoso tropo de las corporaciones son culpables. 

Graciosamente, en la actualidad las grandes tecnológicas sí que están demostrando ser monstruosas y, en teoría, el villano de opereta que era David en las precuelas enlaza con los delirios de los citados magnates que tenemos que soportar. Es lo primero que dice el millonario de la serie, Boy Kavalier, interpretado por Samuel Blenkin, que la gente se cree que sus estrategias son por dinero o por ego, pero que en realidad lo que añora es poder hablar con alguien más inteligente que él, alguien cuya inteligencia le sorprenda, porque el pobre no encuentra a nadie y se siente solo. Suena bien, pero la realidad es que luego se casan en Venecia o van ciegos de keta por ahí como un mascachapas debajo de un puente tras un finde de empalmada. Porque por muchos implantes biotecnológicos que planeen ponerse siguen siendo y serán humanos. 

Desde mi punto de vista, lo propuesto en esta serie es también un argumento muy básico y carente de complejidad alguna. Lo mismo que el tema de los ingenieros de Prometheus y Covenant a la hora de resolver el enigma del Space Jockey, el esqueleto que aparecía en la 1 tumbado con un periscopio y el pecho reventado, que son una elucubración confusa e incluso pedante que no tiene interés ninguno. Dicho de otro modo: una masturbación. 

Así que con la saga de una de las mejores películas de la historia hecha unos zorros, veremos dónde va a parar la serie. En un principio, se ve mucho esperpento, estereotipo y mata-mata. Así que será divertida, pero no algo que quieras sentarte a ver apagando todas las luces, equilibrando las corrientes de aire y encendiendo una pipa del siglo XIX, como son, por ejemplo, las dos series citadas antes: Expanse y Andor

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