Qué lejanos quedan aquellos años de la Transición española en los que algunos pensaron que los nacionalistas serían leales a España y a la Carta Magna si las regiones conseguían ciertas cuotas de autogobierno a través de la cesión de competencias. Más de cincuenta años después, los separatistas ni han aceptado la España constitucional de ciudadanos libres e iguales ni lo harán jamás. Muy al contrario, el peligro de ruptura y desmembración de España es cada vez más evidente.
Qué lejanos quedan aquellos años noventa en los que se fraguó por parte de Jordi Pujol un maquiavélico proyecto de ingeniería social para construir la nación catalana. Lo que se denominó ‘El Programa 2000’.
Era necesario crear un relato apoyado en una historia, una literatura, unas costumbres y lo que fuera necesario, convenientemente manipulado y retorcido para que ese relato soporte una entelequia de tal magnitud como es la nación catalana o lo que ellos llaman países catalanes.
Ese 'Programa 2000' estaba diseñado perfectamente para conseguir sus objetivos y a los resultados me remito.
Entre sus objetivos figuraba la configuración de la personalidad catalana, la divulgación de la historia y el hecho nacional catalán, la elaboración de una memoria de agravios como el España nos roba y una sensibilización colectiva a ser diferentes. A eso hay que unir la vertiente social, convencer a los ciudadanos de que un mayor autogobierno comportaría un mayor bienestar social de todos los ciudadanos.
¿Y por dónde empezar todo este perverso plan? Obviamente por la educación. ¿Nos va sonando ya a algo parecido a lo que ha sucedido en los últimos más de treinta años en la Comunidad Valenciana?
Muchos años de mirar para otro lado y dejar hacer esperando que tuvieran un límite hasta que se ha descubierto que el único límite que conocen es ninguno. Cosa que se puso de manifiesto cuando por fin llegaron al poder en nuestra región. Entonces los que habían estado de perfil, mirando para otro lado, dedicándose solo a la gestión por no hablar de otras cosas, entonces se dieron cuenta de la verdadera dimensión del problema. Algunos lo veníamos viendo desde hacía más tiempo.
Nos hemos encontrado con la catalanización, valencianización le llaman ellos para no asustar, de los programas de enseñanza. Con la edición de libros y material de soporte para las actividades tanto curriculares como extracurriculares. Con una depuración de la lengua, normalización lo llaman ellos, que acaba con cualquier intento de mantener viva la lengua y las tradiciones genuinamente valencianas. Y unido a eso, el monopolio en la certificación de los niveles de valenciano, normalizado, cómo no, a través de una Junta Qualificadora controlada por los separatistas. No les bastaba que los niños y jóvenes acreditaran 12 años de aprendizaje del valenciano, algunos de ellos prácticamente como única lengua en la educación, tenían que pasar por el peaje de la Junta Qualificadora.
Pues bien, Vox no se pone de perfil ni mira para otro lado y hemos conseguido que la educación y la lengua vayan soltando amarras y se alejen de esos postulados nacionalistas que tan bien diseño Pujol y tan claramente plasmó en el Programa 2000.
A partir de ahora, cualquier alumno que termine la etapa de bachillerato con un notable en valenciano obtendrá la acreditación del nivel C1 de dicha lengua.
Esta es el primer paso de muchos para que la principal herramienta usada como arma identitaria para crear esa conciencia de país que es la lengua, deje de ser utilizada para destruir en vez de para construir riqueza cultural en nuestra región. Como digo es el primer paso, porque otro de ellos ha de ser terminar con la depuración de la lengua y reconocer el valenciano como tal, sin ese vasallaje normativo que lo asimila al catalán, lengua muy querida pero que no es la nuestra.
Poco a poco, paso a paso, sin ponernos de perfil ni mirar para otro lado, sin miedo a nada ni a nadie, recuperaremos la Comunidad Valenciana para España y para los valencianos.