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«Sobre el diseñador sobrevuelan dos claves: la inseguridad y la insatisfacción permanente»

| 18/09/2019 | 8 min, 31 seg

VALÈNCIA.-Tras una década de parón profesional, el diseñador valenciano Sebastián Alós ha regresado a la escena con el mejor de los resultados posibles: un nuevo Laus de Oro que sumar a los dos anteriores.

— Dos Laus de Oro consecutivos (2004 y 2005) y tras eso el silencio profesional. ¿Qué ocurrió?

— Sucedieron varias cosas al mismo tiempo. Por un lado, en el momento en que me conceden el segundo Oro por el proyecto con el hundimiento del Prestige como leitmotiv, ya me encontraba trabajando para la Fundación Laboral de la Construcción. Era un trabajo más publicitario que de diseño gráfico, aunque en ocasiones hacíamos agendas, calendarios anuales, etc. Con varios trabajos para esta empresa obtuve dos Laus más (plata y bronce) pero era un trabajo muy complicado de desarrollar. Además, todo se imprimía en el País Vasco y era un proceso difícil de controlar. 

 Por otra parte, el motivo para dejar de trabajar fue debido a una fuerte crisis y una depresión asociada. Esta me obligó a abandonar el diseño durante diez años porque me costó encontrar un profesional (Josep Ribes, en La Fe) que me ayudara a darle una solución al problema y esta llegó tras un largo proceso. Finalmente conseguí salir del hoyo. Puedes imaginar que tras una década fuera del diseño, tuve que volver a andar un camino, adaptarme a los cambios tecnológicos, los nuevos programas, etc. Me vi obligado a realizar una transición tecnológica total.

— ¿Por qué te planteas regresar?

— En realidad nunca dejé de estar vinculado al diseño, aunque fuera con un mínimo de energía, porque me apasiona lo que hago. No dejé de comprar libros, ni de dibujar. El dibujo es un aspecto que me gustaría retomar.

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— ¿Este regreso ha sido sencillo?

— Sinceramente, ha sido más fácil de lo que yo esperaba; especialmente el trabajar con nuevos clientes y retomar la relación con los anteriores. En este sentido, el primer proyecto importante que afronté en esta nueva etapa fue el de la identidad visual para Las Naves. En estos momentos estoy colaborando con el IVAM en un proyecto que saldrá a la luz durante los próximos meses.

— ¿Has notado algún cambio apreciable en el ecosistema del diseño en València después de diez años? 

— Por supuesto. Se hace mejor diseño gráfico gracias a varios factores. Uno de ellos, que los diseñadores de mi generación han alcanzado una madurez profesional; todo aquello que se apuntaba que podría pasar, creo que se va cumpliendo. Y el segundo es que se han ido sumando generaciones nuevas con mucho talento.

— ¿Y en cuanto al diseño en general?

— Si abordamos el diseño desde la edición, veníamos de unos años noventa caracterizados por la inercia de la deconstrucción, en parte por el trabajo de David Carson, pero en aquellos momentos ya se había introducido una forma de entender la página ordenada, muy suiza. Destacaría el trabajo de profesionales y estudios como Experimental Jet Set o Norm. Este mismo nombre es producto de esa determinación por la norma y el orden en la edición. La Werkplaats Typografie de Karel Martens y Tomato cuestan más de ubicar en esos términos. 

A finales de los noventa participé en un workshop que Tomato organizó en Tokio. Debo decir que su forma de afrontar el proyecto y el proceso del mismo me influyeron mucho. Si tuviera que destacar un aspecto sobre ellos es la casi disolución de los límites entre arte y diseño. Provoca que pienses cuáles han sido realmente esos límites a lo largo de la historia. Por otro lado, las redes sociales son ahora muy determinantes en la evolución del diseño. El bombardeo de imágenes hace que el público se sature antes de cualquier forma de entender el diseño o de cualquier tendencia que se haya convertido en meainstream.

— Recientemente has sumado un nuevo oro gracias al proyecto Glory Hall. ¿Reconforta que sigan apreciando tu trabajo tras una década fuera del mapa?

— Por un lado reconforta, claro. Por otro, te devuelve seguridad y te vuelve a colocar en el mapa mucho más rápido. En la figura del diseñador, como en cualquier otra persona creativa, sobrevuelan dos factores. Por una parte, esa eterna duda a la hora de tramar un proyecto, que solo termina cuando lo finalizas, ya que durante este proceso no atisbas ese final con claridad, tan solo lo intuyes. La página en blanco es el abono perfecto para esta duda. Y por otro lado, otra clave es el perfeccionismo y la insatisfacción permanente que provoca el buscar constantemente nuevas soluciones. Lo que desde el estudio Tomato llamaban el ‘y si...’. Es decir, nunca dar nada por sentado. Esto te engulle dentro de un proceso de cambio permanente.

Hace cierto tiempo, para un diseñador valenciano, ganar un Laus era una ambición lógica pero muy difícil de culminar

— Los Laus han galardonado en su última edición a Estándar, Fase, Yinsen, Néctar, Dídac Ballester o Ibán Ramón. ¿Es un indicativo de la buena salud del diseño valenciano?

— Creo que sí. También puede ser debido a que la organización y el jurado miran más y con mayor atención al diseño producido fuera de Cataluña, no por desinterés o porque no le prestaran atención, sino porque conocían menos los proyectos y su alcance final. Ahora me consta que hay más diseñadores extranjeros en el jurado. Hace cierto tiempo, para un diseñador valenciano, ganar un Laus era una ambición lógica pero muy difícil de culminar.

— ¿Crees que este buen momento llega al ciudadano de a pie?

— No. En mi caso, por ejemplo, mi madre ha tenido que explicar a sus amistades a qué me dedico; que hago carteles, logotipos y después, explicar qué es un logotipo. Al ciudadano medio, por el momento no le llega, aunque el trabajo que están haciendo algunas asociaciones debería dejar un poso. Vivo el diseño con mucha intensidad y no sería capaz de trabajar en otra cosa y supongo que le pasa lo mismo al resto de diseñadores. Sería deseable que en una educación general, la gente supiera en qué consiste nuestra profesión y cuál es su marco de trabajo. Para este ciudadano medio persiste todavía una falta de definición entre el diseño gráfico o la ilustración, por ejemplo. El problema con el diseño hoy en día, pese a que existe una mayor concienciación, continúa siendo el mismo: sin diseño no hay proyecto empresarial. 

— ¿Te gustaría retomar el diseño industrial?

— Hace años realicé dos proyectos de diseño de producto para el Salón Nude que a día de hoy se encuentran en el Museu del Disseny de Barcelona. Es un área de trabajo que estoy retomando.

— ¿Cómo influye tu forma de ser en tu trabajo?

 — Es tan emocional como racional. También depende del tipo de proyecto que llegue a mis manos. Por ejemplo, al hacer la portada de un disco es necesario sumergirse en la filosofía del grupo, para poder interpretar esa filosofía y esa música de una forma gráfica. Vinculas el lenguaje del sonido con el lenguaje plástico. Aunque empleas la razón, encuentras un camino mucho más libre para la interpretación. Un logo sería un tipo de proyecto totalmente contrario.

— Al hilo de esto, en tu trabajo para Twelve Dolls experimentaste con la fotografía. ¿Es aún hoy una herramienta importante?

— En el caso de Twelve Dolls empleé la fotografía como un instrumento analógico más para obtener una composición tipográfica. La fotografía es una vía de investigación. Me siento más cómodo investigando con este tipo de elementos, que puedes tocar, que con el componente digital, software en 3D, etc. La descontextualización es también un aspecto muy importante en mi trabajo. Puedo pasear por la calle, ver un rótulo y, en lugar de lo aparente, estoy viendo otra cosa: en una letra ‘a’, una estructura para una silla. Tomo nota y la empleo posteriormente en un proyecto. Me inspira más la calle porque es un espacio donde casi siempre lo que me seduce carece de intención, es un espacio más virgen. 

— ¿Esta curiosidad la trasladas a tus proyectos de diseño?

— También la reflexión. El momento, la manera y el proceso de abordar el proyecto es esencial. Debes tener muy claro aquello que quieres comunicar gráficamente y el lenguaje que emplearás. Respecto al proyecto Glory Hall, todo empezó con el tratamiento del espacio. Da nombre a la marca y es un espacio con unas características muy peculiares. Debía representar en los carteles que aquello mutaba en cada una de las fiestas al tiempo que necesitábamos una imagen sólida y fácilmente reconocible. 

— Por último, ¿tu trabajo necesita de varias miradas?

— Es curioso que hagas esta pregunta, porque personas que no están adscritas al mundo del diseño me han comentado que con el tiempo le van encontrando matices a los proyectos; que hay un tiempo entre la reacción inicial y la completa digestión. Para mí eso es importante y un reto porque el proyecto acaba siendo más inclusivo y obliga a una reflexión en el tiempo que permite mantenerlo vivo.  




* Lea el artículo completo en el número de 59 (septiembre de 2019) de la revista Plaza

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