VALÈNCIA. ¿Qué tienen en común la asociación de vecinos La Plata- General Urrutia, la asociación Sordos 2000, Intramurs o Acció Cultural País Valencià (ACPV)? Todas fueron, en distintos tramos económicos, beneficiadas por la convocatoria de ayudas promovida por el área de Cultura del Ayuntamiento de València. Si seguimos jugando a buscar las diferencias –o, en este caso, similitudes- nos topamos con que, además, todas ellas son catalogadas como asociaciones o entidades sin ánimo de lucro, una de las condiciones sine qua non para acceder a la jugosa subvención de 150.000 euros. Golosa en el total, aunque no tanto en el reparto, pues el abanico va de un mínimo de 282,60 euros a un máximo de 8.743,50 euros. Las irrisorias cantidades que la concejalía, encabezada por la edil Glòria Tello, maneja son un problema ya de por sí, al que se suma uno no menor: la presunción de que el tejido cultural no se nutre de trabajadores, sino de voluntarios. Y es ahí cuando la industria deja de ser tal cosa para devenir un pasatiempo, un área que en dos años se ha demostrado como secundaria para el grueso de un gobierno más preocupado por impulsar grandes planes en Movilidad o Urbanismo.
La fórmula de las ayudas culturales no es nueva, un sistema que se repite por segundo año consecutivo con idéntico montante y requisitos, una convocatoria que abrió el plazo para pedir subvenciones este lunes, tras ser publicada en el BOP (Boletín Oficial de la Provincia), y que abre un nuevo debate en torno a la profunda brecha entre política cultural e industria cultural. Las subvenciones excluyen a cualquier proyecto con ánimo de lucro, es decir, con la intención de superar la barrera cero, de generar riqueza más allá de la propia subsistencia. “Aprende como si fueras a vivir toda la vida y vive como si fueras a morir mañana”, que decía Charles Chaplin. Se trata de eso, de aprender a vivir como si uno estuviera siempre al borde de la muerte. Cierto es que Cultura nunca ha sido la niña mimada de Joan Ribó, a la que este año ‘premió’ en los presupuestos municipales con un aumento del 5%, hasta los 25 millones de euros, una subida que no varia su posición con respecto al resto de áreas, situándose en la mitad de la tabla. Además, cabe destacar, que el Palau de la Música se come prácticamente la mitad de este montante, cuyo resto se divide entre las concejalías de Patrimonio y Recursos Culturales, Acción Cultural y Cultura Festiva.
Generar una convocatoria que no parte de la idea de apoyar el trabajo (digno) tiene una consecuencia directa: no hay salarios, sino propinas. Dividida en distintos tramos, el grueso de las ayudas se sitúa entre los 200 y los 3.500 euros por asociación, subvenciones que recayeron el pasado año en 73 entidades de las 91 que se presentaron. “Están hechas así para conseguir la igualdad. Hay proyectos como VLC Negra, que creo que fue de los que más dinero obtuvo, que tiene unas necesidades y una estructura. Hay otros que son de una asociación de vecinos que quieren presentar unos poemas... En las bases había unas baremaciones y puntuaciones para diferenciar la cantidad a recibir según la comisión”, explicó Tello en una entrevista concedida a Cultur Plaza y publicada el pasado 17 de febrero. Así, prácticamente todas las entidades que solicitaron las ayudas fueron beneficiarias de unos 150.000 euros que acabaron haciéndose muy pequeños. Las que quedaron fuera, principalmente, fue por no estar al corriente de sus obligaciones con Hacienda, siendo todas las que cumplían con los requisitos básicos de la convocatoria agraciadas. Nada cambiará este año.
Entre ellas, entidades de tan distinta índole como puede ser la Asociación de Vecinos del barrio de San Isidro, la Asociación de Diseñadores de la Comunitat Valenciana (ADCV), la Federación Entidades Andaluzas en Comunitat Valenciana, la Associació Valenciana Persones Sordes, la Casa de la Dona, Amics de la casa de la Demanà, Russafa Escènica o Fundación Mainel, un batiburrillo que no hace sino generar más dudas en torno a cuál es el modelo cultural que quiere a largo plazo para València el gobierno municipal. Si bien, las ayudas a entidades con ánimo de lucro se reservaron a tres eventos elegidos directamente por la concejalía, con 20.000 euros cada uno: el festival Mostra Viva del Mediterrani, el festival de artes escénicas Tercera Setmana -generado por AVETID, asociación de empresarios valencianos de teatro y circo- y el festival de documentales DOC's. Para resolver la incógnita sobre la València cultural, mejor dar pasos atrás. Reza así el programa electoral de Compromís presentado en las pasadas elecciones municipales: “la política cultural no puede tener como único objetivo el beneficio económico, sino el enriquecimiento del conjunto de la sociedad en ese tipo de riqueza que se resiste a ser cuantificada”.
Si la riqueza social “se resiste a ser cuantificada”, no pasa así con los salarios de los trabajadores de la industria cultura. Según el estudio 'La Actividad Económica de los/las Artistas en España', que publicado por la Fundación Nebrija el pasado mes de febrero, el 46,9% de los artistas españoles recibe menos de 8.000 euros al año por su trabajo, por debajo del salario mínimo interprofesional. De esta forma, la convocatoria de subvenciones para proyectos y programaciones culturales de Glòria Tello marca distancia con el ámbito de la industria cultural y, también, con la fórmula puesta en marcha por la concejala de Acció Cultural, María Oliver, dependiente de Tello. En este último caso, el programa de ayudas a proyectos de artes escénicas impulsado por su compañera sí incluye proyectos con/sin ánimo de lucro. Más allá de hojas de ruta, líneas de actuación y demás clichés no cabe sino preguntarse qué papel quiere jugar -si es que lo quiere hacer- la política cultural valenciana en una industria que, no se engañen, vive de lo mismo que ustedes y yo.