VALÈNCIA. La política tiene un lado cruel que hasta los propios protagonistas suelen admitir: "Hoy estás arriba y mañana estás abajo". Esta es una de las frases que más a menudo repiten los dirigentes para explicar que están de paso, aunque en la mayoría de ocasiones lo que pretenden, precisamente, es permanecer a toda costa ya sea por vocación de servicio público o por la costumbre adquirida. Como resumió el secretario de Organización del PSOE -ahora también ministro- José Luis Ábalos en una entrevista a Plaza: "Sobrevivir a esto no es fácil. Quien quiera pueda intentarlo. De hecho, lo intentan casi todos".
Este domingo el PSOE-A pasó página a una etapa importante en su historia reciente. La victoria en las primarias del alcalde de Sevilla, Juan Espadas, respaldado por Pedro Sánchez, frente a la secretaria general y expresidenta de la Junta, Susana Díaz, culminó un cambio de ciclo. La dirigente andaluza cayó derrotada en las primarias de mayo de 2017 frente a Pedro Sánchez pese a tener buena parte del aparato socialista y a un grupo de referentes históricos de su lado. Año y medio después, perdía la Junta de Andalucía a manos del PP liderado por Juan Manuel Moreno Bonilla. Su deseo de resistencia, de voltear lo ocurrido y reverdecer los viejos laureles llevaron a Díaz al final de la escapada, simbolizado en el proceso de primarias de este domingo para la candidatura a la Junta, en el que cosechó probablemente su última y definitiva derrota orgánica.
Y en este último viaje, Díaz estaba mucho menos acompañada que en 2017. Ya no sólo en Andalucía, sino también en el resto de España. En el propio PSPV-PSOE, se produjo en aquel momento una cruenta batalla entre el aparato autonómico y las huestes de Ábalos, quien siempre apostó por Sánchez, además de otros referentes en Castelló y Alicante que confiaban en el madrileño o, simplemente, querían jugar a la contra de la Ejecutiva que lideraba Ximo Puig, que además ya era presidente de la Generalitat.
Sánchez arrasó en aquellas primarias en España y también en la Comunitat Valenciana, lo que conllevó la siempre costosa -y a menudo penosa- recomposición de los que apoyaron a Díaz. En el caso del PSPV, el propio Puig tuvo que recorrer este camino y relevó en su congreso al secretario de Organización, Alfred Boix, uno de los principales directores de orquesta del apoyo a la andaluza frente a Sánchez. Tras un par de años de frialdad, la relación fue mutando y pasó de la distancia a la proximidad, para alcanzar finalmente la alianza. Es más, pocos barones socialistas en los últimos meses han apoyado con tanta claridad a Sánchez como el propio Puig.
Quizá por ello, y más aún con el congreso del PSPV a la vista, las primarias andaluzas se vivieron este domingo de una manera muy distinta a la que cabría esperar desde el entorno 'ximista'. Ya antes de los resultados, la idea generalizada en el entorno del presidente era que la victoria de Espadas sería "lo mejor para la estabilidad en el PSOE".
Bien es cierto que algún veterano estratega afín a Puig veía también virtudes a un hipotético triunfo de Díaz, que se resumían en evitar que Sánchez acumulara más poder del que atesora y que un revés de estas características podría disuadirle de iniciar aventuras orgánicas en otras autonomías. Un pensamiento no compartido ni siquiera por la mayoría 'ximista', deseosa de dejar atrás el conflicto a gran escala de 2017 y convencida de que el liderazgo de Puig ya no está en cuestión.
Un trayecto de cuatro años en el que se ha pasado del olor a quemado de una sala de máquinas que echaba humo en favor de Díaz, a la fingida sorpresa de algún dirigente próximo a Puig cuando se le preguntaba los días previos por las simpatías de cara a las primarias de este domingo, como si el duelo formara parte de un pasado casi mitológico. Y es que el propio Puig ya dejó su mensaje en la entrevista concedida a Onda Cero dos días antes de la visita a las urnas: "Cada uno tiene su tiempo y cada uno tiene sus posibilidades de actuar para beneficio del interés general".