VALÈNCIA. Una historia sobre amistad, familia, amor y sobre el poder de la música. En el año 2004 se estrenó en España la película Los chicos del coro, dirigida por el cineasta, guitarrista y letrista francés Christophe Barrat, una película que viaja al año 1948 para contar la vida de Clément Mathieu, un profesor de música que acepta trabajar como vigilante en un internado de reeducación de menores. Conmovido por la música e intentando apaciguar a los niños del internado, Mathieu empieza a enseñarle música a sus niños, descubriendo que se pueden convertir en excelentes coristas y en artistas y personas excepcionales. Esta historia, musical, emotiva y enigmática, cautivó a la crítica en su año de estreno, ganando el Premio César a Mejor banda sonora original y Mejor sonido, entre otros.
Del 18 de diciembre al 11 de enero su historia salta a las tablas a través de Los chicos del coro, el musical, una producción para celebrar las Navidades en el Olympia -con función especial de Nochevieja- y que cuenta una historia que es “un canto a la vida”. Tras el telón se encuentra Juan Luis Iborra, director de esta producción que se muestra emocionado por poder trabajar con el talento local valenciano. En la adaptación de esta pieza para València explica que ha contado con la mitad de elenco de niños cantores valencianos -7 de 15 aproximadamente- y con dos actores valencianos para dar vida a algunos de los docentes del relato: Sergio Caballero como Rachin y Lorena Calero como Violette Morhange.

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- Foto: OLYMPIA
“Nos interesa trabajar con el talento local para dar vida a esta producción única que se defiende por sí sola. El guion es tan bueno y la historia emociona tanto que hagas lo que hagas va a salir perfectamente”, explica el director. Bajo la presión de sorprender a los fanáticos de esta película -que no son pocos- Iborra explica que más que asustarse ante este reto se motiva para ofrecerles una versión con música en directo y la voz de 15 excelentes cantores de entre 11 y 17 años. “Es maravilloso trabajar con un elenco tan joven y tan dispuesto a dar vid a Los chicos del coro. Con un elenco tan grande es muy difícil girar, pero conseguimos contar con niños valencianos que dan su nota de color a la producción y que nos ayudan a contar esta historia sobre el escenario”.
El mayor reto de esta producción es también su mayor virtud, Iborra explica que le maravilla acompañar con niños y atender a sus necesidades y cualidades durante los ensayos: “Lo interesante es atender a las cualidades de los niños y ver como trabajan, como director me interesa que se diviertan sobre el escenario y que entiendan la historia como la suya propia, es la clave para que el espectador se emocione. Oír las voces en directo de los cantores tiene una potencia espectacular, nada es comparable a poder escucharles y ver sus expresiones en directo”, explica el director de la pieza.

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- Foto: OLYMPIA
También señala que una de las claves de esta producción reside en atender a las emociones y necesidades de los jóvenes actores, que comprenden la función como un trabajo mientras la disfrutan como un juego. Iborra explica que la clave es potenciar las cualidades que traen de casa y adaptar el relato a cómo se expresan, siguiendo el camino del relato original, aunque disfrutando de las cualidades de los actores: “Los niños actúan pero son ellos mismos. Alucinan cuando ven la respuesta del público que se pone en pie para celebrar cada fin de función y disfrutan con el teatro. Yo aprovecho la personalidad de cada niño para que vaya a favor de su personaje y para que surja la magia”.
Sobre el montaje y la comparación con la película Iborra explica que en Los chicos del coro, el musical se cuenta también una parte más “feliz” de la historia, centrándose mucho en los momentos de juego y ocio de los niños antes que en el relato de la guerra que les persigue durante toda la película. Balanceando ambas partes de la historia, que coexisten sobre el escenario, Iborra ve que esta versión de Los chicos del coro tiene una luz más “mediterránea” y que consigue reflejar los momentos en los que los niños se dedican sencillamente a jugar y cantar: “Aunque hablemos de la guerra, nos centramos en la energía de los niños y en el amor que sienten por la música. Con esto se genera un espacio en el que huimos del eco más oscuro del relato francés y nos acercamos a una adaptación con un toque más mediterráneo”.

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