Ahora mismo, existen dos tipos de personas. Los que tiene un petardo en el culo por salir volando a sentarse en cada silla de cada terraza de cada esquina de la ciudad y los que nos hemos acostumbrado a las 4 paredes de nuestra casa. Pero ya me lo digo, y te lo digo, como un mantra, todos los días, que no. Que de quedarme en casa con este solazo nada. Que no hay nada mejor que sentir los rayos del esa bola de fuego en cada milímetro de nuestra piel, achinar los ojos porque te de el sol cuando miras hacia arriba para pedirle a la camarera una cerveza, el calor de los abrigos a medio día y que se te pongan rojos los mofletes. Que con la que ha caído, con las terrazas que tenemos y el tiempo que nos está saliendo, es imperativo salir. Y cómo no, en honor a esas fallas que no serán.
Paseando por Ruzafa nos encontramos con la terraza de Copenhague, para ser más exactos, en la calle Literato Azorín. A mi de siempre, de antes de estas turbulencias, me encantaba ir y pedir su menú. 3 entrantes, un plato a elegir y selección de varios postres. Que no es que la carta no sea digna de mención, pero es que ese menú en la terraza lo tengo grabado a fuego casi como un recuerdo memorable.
Horario: actualmente tienes dos turnos y 5 mesas disponibles. El primero de 1 a 3 y el segundo de 3 a 6 de la tarde. Normalmente se llenan las mesas así que conviene llamar con anterioridad para reservas.
Nos vamos a las calles del Carmen y nos sentamos en una de mis terrazas favoritas, para qué vamos a engañarnos. Kukla. Ya lo he dicho infinidad de veces pero lo repito, el mejor lugar de la ciudad para comer verdadera comida de Oriente Medio. La relación entre la calidad, la cantidad y el precio diría que es la más justa que he visto hasta ahora. Sencillo, muy accesible para todos los bolsillos y a parte de buenísimo muy creativo. Con los ojos cerrados, pide un Shakshuka, el falafel y el hummus nuevo con setas.