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el arquitecto valenciano, más de actualidad que nunca

Todos los Guastavino posibles

Dos novelas engrosan la revisión cultural que ha aflorado la figura del arquitecto valenciano en los últimos años

4/01/2021 - 

VALÈNCIA. La figura de Rafael Guastavino, 112 años después de su muerte, está más de actualidad que nunca. El llamado “arquitecto de Nueva York”, responsable de algunos de los edificios modernistas más relevantes de Estados Unidos, y natural de València, estuvo durante décadas olvidado de las grandes biografías, pero un movimiento desorganizado y espontáneo va recuperando su vida y obra desde perspectivas diferentes. En este sentido, coinciden en las librerías dos novedades que le tienen como protagonista, una novela de Andrés Barba para Anagrama y otra de Javier Moro para Espasa.

La bibliografía de Guastavino no tenía prácticamente referencia alguna hasta hace unos pocos meses, a pesar de ser uno de los arquitectos con una contribución más clara a la construcción de los edificios públicos estadounidenses al final del siglo XIX. Tal vez la primera piedra de esta resurrección la pusiera El arquitecto de Nueva York: Rafael Guastavino, un documental producido por Endora y dirigido por Eva Vizcarra en 2016, premiado en el festival de televisión de Cannes y que hacía un repaso por algunas de sus obras más conocidas en Estados Unidos.

A partir de entonces, en València se ha ido reivindicando la figura de este valenciano, especialmente por parte del Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia, que también desde 2016 dedica su librería a este bajo el nombre de Espai Guastavino

En todo caso, la biografía del arquitecto está aún en construcción, y Andrés Barba hace un acercamiento literario en Vida de Guastavino y Guastavino, una novela de un centenar de páginas en el que se adentra en un género muy poco explotado en las letras españolas como es el de la biografía literaria y que traza la historia de su vida cruzando datos y divagaciones. Cede la voz del narrador a la duda cuya respuesta consensúa con el lector, mezcla teorías, datos, y lecciones de vida y literatura, desmitificando el personaje en pro de la narración.

Por otra parte, a Barba le interesa construir la psicología de un personaje triunfador al que, sin embargo, le mueve el miedo, la ambición o incluso la picaresca. En la novela se destaca, por supuesto, la contribución de Guastavino a un Estados Unidos atemorizado por los grandes incendios que arrasaban las principales ciudades del país, pero a la vez señala que su método patentado no deja de ser una técnica del siglo XII pero con cemento Portland y unas cinchas de hierro. Barba abre la puerta a la biografía de Guastavino desde sus luces y sus sombras. En una entrevista reciente a Culturplaza, explicaba: “Quería que fuese un libro hasta donde pudiera, fiel a su vida, pero también fiel a la imposibilidad de contar una vida, la vida que sea. Quien diga que puede contarnos la vida de alguien, miente. Y hay que desconfiar por lo general de las biografías en las que los retratados salen demasiado bien parados”.

Tampoco se censura Barba en hablar de la relación de València y Guastavino, una relación fantasmagórica -explica el escritor madrileño-: “se fue en cuanto pudo”; algo que sostiene a partir de datos biográficos y que, tal vez por cierto provincianismo o por apuntarse el tanto de su lugar de origen, duele que sea así. Para ello toma prestada una cita de Eugenio Montejo de Caracas: “Adora a tu ciudad pero no mucho tiempo”.

Por otro lado, Javier Moro publicó también hace un par de meses A prueba de fuego en Espasa, con idéntico punto de partida, la vida y obra de un arquitecto que emigra sin nada en los bolsillos a construir una vida en Estados Unidos y acaba transformando la arquitectura de todo un país. En este caso, Moro también opta por no autoproclamarlo como una biografía al uso, sino como un acercamiento literario. Y su foco lo pone en la relación paterno-filial con su hijo Rafael Guastavino Jr. El novelista explica que el origen de la historia que ha construido son unas cartas inéditas del arquitecto que le entregó un familiar de este. En él, se conoce su cara más personal, y a partir de ahí construye una ambiciosa historia que salta en el tiempo para darle voz tanto a su hijo como a él. “No me interesa alabar o hablar de Guastavino desde su obra, este no es un libro de arquitectura. Me interesa cómo construye el futuro de su hijo, qué siente cuando ha de dar el testigo… Me interesa contar cómo la relación con su hijo está hecha a prueba de fuego”, explica a este diario.

El acercamiento de Moro es mucho más popular y más novelesco que el de Barba, que a pesar de su brevedad y sencillez, juega con la narrativa, e incluso se permite especular sobre la verdad y la literatura.

Con estas dos referencias, las primeras en dos editoriales de renombre, se abre la veda a contar a Guastavino y que su figura, bien conocida y documentada en Estados Unidos, y empezada a reivindicar en su València natal, también sea reconocida en el resto del Estado. Sin apenas bibliografía previa, ¿cómo se narra la vida de una persona, 110 años después de su muerte? Tanto Andrés Barba como Javier Moro proponen perspectivas singulares entre sí, pero estas pueden ser tan solo dos de tantas.

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