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cuando éramos ricos / OPINIÓN

Todos somos Garamendi

Foto: EDUARDO MANZANA
21/06/2021 - 

VALÈNCIA. Cuando pensábamos que ya lo habíamos visto todo, va y descubrimos que tenemos por presidente de los empresarios a un separatista antiespañol enemigo de la patria. Porque esas son algunas de las etiquetas que se les cuelgan a quienes, como Antonio Garamendi, adoptan posicionamientos que son interesadamente interpretados como un apoyo al indulto de los presos del procés. Sin embargo, más que una opinión, el presidente de la CEOE expresó un deseo que suscribiría el 90% de la población sensata. Esto es, que dentro del Estado de Derecho y teniendo en cuenta la diversidad de opiniones, daría por buena una solución que contribuyera a la normalización del problema catalán.

En vista del revuelo que siguió a sus palabras, Garamendi trató de explicarse horas después, algo innecesario si antes de colgarle la etiqueta se hubiera acudido a la entrevista en la que las pronunció para entender el contexto. Pero en asuntos como estos en los que se deja de lado la razón y solo parecen caber posturas a favor o en contra planteadas desde las tripas, ya se encargan los demás de encasillarte como amigo o enemigo. Porque, ¿qué importancia tiene la verdad cuando se puede manipular la realidad para amoldarla a nuestros intereses?.

Sin entrar en el fondo del asunto, el caso de Garamendi con los indultos demuestra una tendencia desgraciadamente cada vez más generalizada hacia la polarización de la sociedad, desde los asuntos más banales a las cuestiones más profundas.

Me pregunto cuántas personas, tras escuchar o enterarse de oídas de las declaraciones del jefe de los empresarios, se interesaron por acudir a la fuente original, reflexionar sobre las circunstancias y, sobre todo, hacer el esfuerzo de entender el porqué de esa postura. Apuesto a que más bien pocas lo hicieron. Ni siquiera el presidente del PP, Pablo Casado, cuando o bien por ignorancia o bien por mala fe prácticamente mandó callar al presidente de los empresarios por una supuesta falta de legitimidad para posicionarse porque esto es cosa de los políticos.

nos hemos autoimpuesto la obligación absurda de tener una opinión sobre todo y a expresarla muy fuerte y todo el tiempo

La cuestión es que nos hemos autoimpuesto la obligación absurda de tener una opinión sobre todo y a expresarla muy fuerte y todo el tiempo. Cuando carecemos de elementos de juicio propios, solemos adoptar la postura que se le supone al grupo con el que nos identificamos, sin cuestionarnos por separado cada asunto concreto. De ahí que el apoyo a los indultos atribuido a Garamendi rompa los esquemas de quien considera que el presidente de los empresarios solo puede ser un señor de derechas, con todo lo que ello implica. Una doble suposición carente de todo fundamento.

Esta semana he tenido la suerte de entrevistar al filósofo José Antonio Marina y la desgracia de no poder conversar con él durante horas sobre este y otros asuntos que nos conducen a estar cada vez más furiosos y enfrentados. Precisamente a raíz del problema catalán, y movido por su interés en la contribución para hallar soluciones, Marina ha puesto en marcha una serie de artículos para analizar sin apriorismos este conflicto ancestral, de forma desapasionada y tratando de verificar la validez de los argumentos de las dos partes.

Su tesis se basa en que el conflicto catalán debería reformularse como un problema de derechos enfrentados que es necesario resolver. Para ello, invita a las dos partes a abandonar la dialéctica amigo-enegimo y vencedor-vencido con la que siempre se ha abordado este asunto para colaborar en la resolución de un problema común en el que todos van a tener que ceder algo.

Foto: EDUARDO MANZANA

Además, han de darse una serie de condiciones, entre las cuales está el deseo de las partes por hallar una solución y que las pretensiones de ambas sean legítimas. Pero lo que más me interesa de su propuesta, que bien haríamos en adoptar para abordar los grandes problemas a los que nos enfrentamos como sociedad, es el de la generalización del pensamiento crítico y la superación del mensaje rápido en el que, como dice Marina, solo caben los dogmas y los insultos, pero no los argumentos, porque son demasiado "lentos".

Para hacerlo posible necesitamos líderes con la originalidad y la valentía suficiente para transformar el conflicto en un problema común a resolver, lo cual pasa por implicar a la sociedad en lugar de favorecer la confrontación, y la originalidad para buscar alternativas diferentes a las que nos han traído hasta aquí.

Por mi parte, reivindico el derecho a que no me etiqueten, a no posicionarme en cuestiones sobre las que pueden caber más de dos únicas posiciones y a detenerme a escuchar los argumentos de las dos partes. Creo que hay más valentía y humildad en ello que en el insulto por el insulto.

El Gobierno aprobará probablemente los indultos esta semana. Nadie sabe si será el primer paso para superar el conflicto, pero desde luego no debería ser el último si, dentro del Estado de Derecho como dice el presidente de la CEOE, el desenlace es la normalización. Y en ese deseo, todos somos Garamendi.

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