El Informe de la Comisión por la Verdad en las Residencias de Personas Mayores de la Comunidad de Madrid ha dado unos resultados demoledores y muy graves. He necesitado digerirlo con calma, pero, ayer, escuchando en la SER, en A Vivir, el programa de Javier del Pino, el tema reventó de lleno en todos los rincones de mis emociones. Tras escuchar, sobrecogida los testimonios de María, cuya madre y su padre murieron en una residencia madrileña, el coraje de Elvira, técnica de Enfermería, trabajadora en uno de estos centros, y del magistrado emérito del Tribunal Supremo, José Antonio Martín Pallín, presidente de la Comisión por la Verdad, me quedé en silencio, sufriendo una subida extrema de indignación y tristeza.
Los testimonios han sido brutales, desgarradores. Hace ya demasiado tiempo que se están denunciando las decisiones que adoptó el gobierno autonómico de Isabel Díaz Ayuso. Son miles de personas mayores las que murieron en soledad, ahogadas en sus vómitos, deshidratadas, asfixiadas por falta de aire, sin cuidados paliativos, sin una mano cercana que les acompañara en sus últimos momentos. Total, iban a morir igual. Esta maldita afirmación fue pronunciada por la presidenta autonómica madrileña en el marco de un pleno de la Asamblea de Madrid. Ayer volví a escuchar las palabras de esta señora, y me centré, una vez más, en su tono vocal despectivo, prepotente, indolente.
Ahora se sabe, con datos contrastados, que la presidenta autonómica ha mentido, como en otras muchas cuestiones. Según indicó ayer en la SER, José Antonio Martín, "cuando dicen que habrían muerto igual mienten. El 65% de las personas que fueron derivadas a hospitales se salvaron. tomando este dato se podrían haber salvado cuatro mil. Es ley de vida que fallezcan, pero no de la forma en que lo hicieron".
Escuchando ayer estas entrevistas radiofónicas quedé con la boca sea y el estomago encogido, pero lo más intenso es la inexistente de una masiva respuesta de la ciudadanía madrileña. También están las conciencias sociales que permitimos, una realidad de las Residencias para Personas Mayores como espacios para morir, habitaciones y salones comunes para despedir la vida. Es muy duro este concepto.
El escritor y periodista Juanjo Millás, expresó ayer, en el mismo programa de radio que "las residencias se han convertido en guetos para los que ya no forman parte de la red". Millás también se sorprendía de la desproporción entre el espanto que fue y lo que se ha hablado del tema. "Esto que ha pasado da una idea de la consideración del mundo hacia los viejos".
Y, mientras el proceso judicial de esta tragedia no avanza como debiera, la actualidad está engullendo a una presidenta madrileña que acaba de sumar otro relato vital de acumulación y enriquecimiento delictivo, y sin vergüenza. Porque ya son varios los casos cercanos a esta gobernanta que se vienen creciendo en la acumulación de capital de dudosa procedencia. Y, claro, relacionado con la jodida pandemia que sufrimos en este país.
Mientras Ayuso está vendiendo en Chile La libertad madrileña, carajo¡, aquí los juzgados ya han imputado a su pareja, al que han desmontado numerosas pifias y delitos económico fiscales. Acciones fraudulentas de manual, del mas puro estilo de la picaresca, sumando, además, al matón de Rodríguez, el jefe de gabinete institucional de Ayuso. Un cuadro perfecto y mafioso.
Porque se trata de mafia española, como las redes que creara Zaplana para ganar millones extra y enredar a unos cuantos cargos del PP cuando fuera Presidente de la Generalitat Valenciana y ministro del Gobierno de Aznar. Esos cargos, por cierto, le han dejado solo en el proceso de imputación que se ha reanudado estos días en València, esperando que Zaplana no podrá, otra vez, morir y resucitar tras años en riesgo de muerte.
Hay demasiados temas que siguen indignando, pausando mi mirada en la tristeza y melancolía. Cada semana, les confieso, es una tortura, deseando desconectar completamente de la realidad, de la violencia que ocupa las primeras instituciones públicas de este país, de las mentiras que el PP está regando para crispar, para dinamitar la democracia, acompañado por esa ultraderecha que aplica la censura y el discurso del odio con total impunidad. La derecha y su ultraderecha están tejiendo una peligrosa confrontación política y social de la mano de una irresponsabilidad sin precedentes. Desde Madrid, desde València y, por supuesto, desde Castelló.
Para atemperar tanta tristeza, ayer volví a comer con mi vecina Carmen. Una paella valenciana de la Ribera, con esas pequeñas pilotes, receta de mi abuela Pepica, nos unió en el cabreo monumental que nos ocupa. Terminamos el encuentro con una piña de nuestro estimado paquistaní, el de la esquina. Carmen también escuchó la Cadena SER ayer por la mañana. Ella está a punto de cumplir noventa años y me contó que lo de las residencias de Madrid es una masacre, una ignominia insoportable. Ellas y ellos no merecen morir en soledad y dolientes, con frio, miedo y desesperación. Ellas y ellos son los pilares de nuestra democracia, abandonados en esos centros que confinan la muerte. Mi vecina, muy triste, me dijo que tiene la suerte de contar con su familia y buenas previsiones en el último viaje de la vida.
Buen lunes. Buena semana. Buena suerte.