VALÈNCIA (EFE). Miles de operarios velan estos días por garantizar que el suministro de electricidad y gas llegue a todas las familias confinadas en sus hogares, a los cientos de hospitales que batallan contra el coronavirus, a las tiendas que venden alimentos y a miles de locales y fábricas que han de seguir operando.
Hacer que la energía fluya es una tarea con muy escasa visibilidad que está en manos estos días de miles de trabajadores de compañías energéticas y de distribución que cada día salen de casa para realizar un trabajo en la sombra vital para que el corazón de la economía siga palpitando.
"En esta crisis hay mucha gente que se está dejando la piel, gente que se ve y gente que no se ve. Nosotros somos de los que no se ven", defiende Alberto Farre, técnico del centro de control de producción de Endesa en Lérida.
A raíz de esta crisis, la compañía ha duplicado sus centros de control de la red de distribución. En cada uno de ellos un equipo trabaja de forma ininterrumpida para controlar la transformación, el transporte y la distribución de la energía eléctrica.
También están los operarios de campo, trabajadores esenciales que estos días revisan las infraestructuras que dan suministro a instalaciones críticas como los centros hospitalarios y hacen lo posible para acelerar la conexión a la red de los hospitales de campaña que se están levantando por todo el país.
"En estos momentos sé de verdad que mi trabajo es muy importante", explica el responsable de instalar el nuevo transformador en el hospital de campaña en Málaga, Juan Antonio Campos, que, aunque admite que la labor fundamental es la de los sanitarios, se siente tremendamente orgulloso de lo que hace.
Al igual que Endesa, muchos empleados de Iberdrola se mantienen estos días en primera línea, garantizando el suministro energético y manteniendo servicios básicos, ya sea desde sus seis centros de control o desde instalaciones de ciudades, pueblos y áreas rurales de todo el país.
Trabajadores de la división de distribución de redes trabajan en un plan de atención especial en más de 300 hospitales, para asegurar tanto el mantenimiento y calidad del suministro como para facilitar el despliegue de nuevas instalaciones.
Aunque el ciudadano de a pie está más familiarizado con los nombres de estas y otras empresas eléctricas, por detrás de su servicio está el de Red Eléctrica de España (REE), el operador del sistema eléctrico del país que, como tal, debe asegurar en todo momento la continuidad del suministro.
Unos 400 de sus empleados trabajan en las divisiones más críticas para la seguridad del suministro: los centros de control eléctrico y de red, y los equipos encargados del mantenimiento. Según REE, todos ellos son "plenamente conscientes" de que están ante una sociedad "absolutamente electrodependiente", por lo que realizan su función con una clara "vocación de servicio público".
Igualmente, unas 5.500 personas trabajan en los cinco complejos industriales de Repsol de los que salen las gasolinas y gasóleos que estos días hacen posible que los camiones de alimentos lleguen a su destino o que los pescadores puedan seguir faenando en la mar.
Casi 500 empleados de su división de Electricidad y Gas mantienen su actividad durante esta crisis y siguen trabajando para garantizar el servicio a través de doce centrales hidráulicas, dos de ciclo combinado y diversas plantas de cogeneración.
Al pie de estas infraestructuras hay un enorme equipo humano dispuesto a "seguir trabajando hasta el final", como explica Javier Mesones, técnico de operaciones de la Central Hidráulica de Aguayo (Cantabria), que añade, que cada día vuelve a casa "con la satisfacción" de haber contribuido a la producción de energía.
Pero estas tareas no son de lejos las únicas, porque donde no llega el gas natural lo hace el butano. Cada año esta empresa reparte cerca de 50 millones de bombonas a 4 millones de clientes a través de 200 empresas distribuidoras y unos 1.800 repartidores.
Tras esta tarea está, entre otros tantos, Manuel de la Morena, que lleva 35 años repartiendo cada día butano a cerca de 70 hogares y que tiene el firme de compromiso de seguir haciéndolo. "La bombona no va a faltar, el suministro está asegurado", comenta con orgullo.
Enagás, transportista de gas natural y Gestor Técnico del Sistema gasista español, cuenta con unas 820 personas que desde plantas de gasificación mantienen y operan la red de troncal de gasoductos para que el gas llegue a los hogares, hospitales o comercios.
"Somos el primer paso para que todo funcione correctamente", explica Ismael Rodríguez para referirse al Centro Principal de Control, del que es jefe de turno, y al que define como el "corazón del sistema gasista" porque desde allí se coordina el bombeo del gas natural para garantizar el suministro.
Ambas compañías crearán un centro de investigación en Boston