Hoy, viernes y hedonista, nos vestimos de rubia dama que se quita el guante oscuro y retador, pero no para dar bofetón, sino para beber un copón. ¿Que de qué? De vino, claro, el de color blanco hecho con uvas tintas
Fórmula muy habitual cuando hablamos de gurbujas, sobre todo champagneras, donde la pinot noir, sola o en compañía de alguna blanca, da vida a preciadas botellas. Maneras y modos que, sin embargo, casi desaparecen entre los vinos tranquilos. Tanto que nos han tenido en vilo, busca que rebusca con preguntas una y mil y respuestas tan dispares. Que si no hay extracción, aromas o esqueleto no tendremos resultado coqueto. O por contra lo contrario, que no hace falta mucho estruje o reposito para que la uva se exprese bonita. También la mirada a tradiciones asoma las albinas orejitas, que te rondaré morena, porque casi siempre sale el tema. Y nos llenamos de argumentos que se montan y desmontan como debe ser, descorchando lo encontrado. Un puñado de referencias que demuestran que los pálidos de negruzas pueden dar alegrías. Y muchas.
Como lo hace el Albino 2018 (Albamar). Elaborado con caíño tinta y traviesa que nos engaña un poquito con sus toques entre no se sabe y qué se yo. Porque ofrece frutillas pequeñas y sonrosadas y alguna perita fresca, pero sobretodo es piedro loco. Acidez de filo directo con su suave tanino que profundiza en lo sabido para desentrañar misterios junto a una de chorizo negro con cachelos.
Seguimos hablando de amor con el Pinoteamo (Gramona). Las tres pinot en uno, que es de noir, gris y blanc con su pelín de barrica al fermentar. Penedés en estado puro con el peso de la experiencia y la perseverancia del que nunca se cansa. Bayas rojas, silvestres y aciditas que redondean los momentos con seguridad, sabiduría y aún mejor con unos pies de cerdo con cigalas.
El Langhe Bianco Pinner 2018 (Cavallotto) es sorpresa inesperada de pinot nero venida desde el Piamonte más hermoso. Finura liviana y sugestiva que cautiva nuestro interés reteniéndonos en torno a una mesa con amigos de los de pasarlo bien. Y nos imaginamos en esos montes que evocan caminata con cesta de recolectar fresas chicas, para terminar bebiéndolo con ganas y una lasaña doradita.
Nos vamos en cuerpo y alma hasta el Sitges de esos veranos tan bien pasados. Allí nos recibe el Tardatio 2017 (Clos dels Guarans) con una malvasía muy especial, porque es rosada. Intenso en aromas a melocotones sabrosones. Con sapidez y su amargor, se pone a hablar y nos dice que tiene mucho por ver y que el tiempo le dará la redondez necesaria. Y mientras tanto nos lo bebemos tan contentos con un arroz de espardeñas y butifarra.
Entre chiribitas y golferío
Damos salto grande y aparecemos en plena Tracia con el Vino Dessera Blanc de Noirs 2017 (Vino Dessera). Con uva de nombre innombrable y nombrada kalecik karasi nos hace chiribitas rebonitas. Discreto, apasionado y divertido nos lleva a un recorrido por su patria. Chulito como es, se dirige por caminos en paseo que fluye sin darnos ni cuenta. Y estamos tan a gusto que no queremos que se termine si es con un kebab adana.
El Ca’n Xicatla 2017 (Ca'n Verdura Viticultors) es blanc de mantonegro mallorquín subidito de color. Se balancea entre frutas con su hueso bien puesto y las rojas más colorás. Un elegante señor que se impone con potencia en equilibrio. Con su porte, no se corta en conducirnos a montañas rocosas que de tan lisas parecen espejos. Y nos vemos reflejados en su bella acidez mientras comemos un frit de la tierra.
La mencía del Pelgar Blanc de Noirs 2018 (Bodegas Vidas) se rebela como golfilla sinvergüenza, pero en plan bien, eh. Nacida en Cangas del Narcea es sencillez bien entendida, porque tiene su sapiencia. Divertida, vivaracha y de no cansarnos nunca, es clarita cuando dice que tiene su enjundia. Que mira cada detalle y, esmerada como es, nos pinta estampa de acantilado con vistas y un caldo de berzas.
Terminamos como siempre, pero con La Diferenta 2018 (La Diferenta Viticultors). Macabeu y sumoll de Pla de Bages con fragantes misceláneas donde se impone el candor. Ese tan candente que no se puede estar quieto y va raudo a golpe del gluglú para que mires sólo tú. A tope de ir a campiña y plantarnos entre margaritas para montar picnic de recordar con emoción y una escudella i carn d’olla. Que se nos va la cabesita de la emoción y así, sin más dilación, decimos hasta luego, pronto y bien, amiguis.
La última comida, esta misma semana, fue ejemplar. Cocina de altos vuelos, inimaginable hace no tanto en un menú de veinte pavos: Gyozas, vieira, caballa (magistral), taco de cerdo, buñuelo líquido de bacalao, tarta de queso y frutos rojos al plato, lingote de chocolate. Sigue así, Luis.