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día internacional de jazz

Tres postales para bucear en el presente, el pasado y el futuro del jazz en València

30/04/2020 - 

VALÈNCIA. València, exterior noche. Las luces de un local de música están encendidas y desde la calle solo se oye de fondo el sonido cambiante de un instrumento de viento. Es un club de jazz. Ya dentro, si es que la curiosidad hace bien su trabajo, un grupo reducido de personas llena el local, escuchando al grupo que hay encima del escenario. No corean las canciones, que toman giros imposibles e imprevisibles. La gente está a gusto, aunque algunos no pueden esconder su cara de comparación, que piensan argumentos para sostener que lo que oyen "se parece demasiado a..." o "no está tan definido como...". Hay silencio, y a la vez, la gente habla, normalmente de música, ya si eso -de paso- de ellos mismos.

Esta estampa es una habitual, tal vez simplista, de el ambiente que se respira en un club de jazz. Dicen las personas que más disfrutan del género que no hay otra cosa como vivirlo en directo. "Podemos subir contenidos a internet, pero la gente lo que necesita es volver a asistir a un concierto", dice un conocido promotor de la ciudad. Hoy es Día Internacional del Jazz; y como todos los demás desde hace mes-y-pico, es el más extraño de todos los celebrables. Los clubs no abrirán, el jazz se queda en casa, con una misma o con uno mismo. Culturplaza aprovecha la efemérides para hablar con tres personas que describan una postal del pasado, presente y futuro del género musical en València. De paso, este diario les ha pedido una canción para ambientar su relato. Aquí va el primero.

Club Perdido, punto de fuga

Woody Shaw, Joe Newman, Lou Bennett, Jim Hall, Dannie Richmond, George Adams, Bob Berg y Steve Lacy, Mal Waldron, Barry Harris, George Cables, Randy Weston, y un inacabable número de músicos valencianos y valencianas llenaron las noches del Club Perdido, que estuvo abierto durante 15 años, y que no solo recuperó el jazz en la ciudad de València, sino que lo puso de moda. Durante el franquismo, el género del jazz fue marginado por considerar que podía alterar el orden público. "Una música de negros". Algunos conciertos se cancelaron, y excepto Madrid o Barcelona, pocas ciudades pudieron mantenerlo vivo. 

En plena Transición, abre en València Tres Tristes Tigres, el primer local dedicado a la música en directo de jazz, un proyecto que solo duraría dos años (1977-1979), pero que abrió el camino de la difusión jazzística en la ciudad. El Teatro Principal programaba conciertos y las entradas -a veces- se agotaban. Eso hizo pensar a un grupo de personas que el negocio sería rentable: "Luego se dieron cuenta de que no: tener un local con música en directo todas las noches ahora es casi imposible, pero entonces era directamente suicida", comenta Jorge García, uno de los comisarios de la exposición Valencia Jazz. Perdido Club y otras voces de una eclosión musical, que tuvo lugar en 2016 en la Fundación Bancaja y cuyo catálogo se ha recuperado de manera online durante la crisis del coronavirus.

Club Perdido duró bastante más, 15 años, y fue el detonante de la recuperación de la afición en la ciudad. El jazz no solo tenía un local, también se programaba en los grandes auditorios, y hasta Nina Simone vino a la Plaza de Toros. Nina Simone.

"De cuando en cuando venían conciertos importantes al Perdido, pero sobre todo era el lugar de encuentro de los músicos valencianos. Era donde actuaban, experimentaban e intercambiaban experiencias. Y eso fue lo realmente importante", señala Jorge García. Estos dos locales abrieron el camino a locales del València 2020.

Jimmy Glass, el presente "¿teniendo en cuenta el coronavirus o no?"

"Los conciertos de primer nivel siguen sucediendo, los conciertos que veíamos en la Plaza de Toros o en el Principal, han pasado después a Black Note o al Jimmy Glass, lo que pasa es que el género se ha devaluado muchísimo desde la crisis del 2008", concluye García, y añade: "Del club de jazz se escapan solo unos pocos nombres, es el hábitat natural del género". Y así, da paso a la siguiente postal, que empieza con la canción que ha elegido el siguiente entrevistado.

Jimmy Glass está escondido en el laberinto que es el Barrio del Carmen. Su gerente, Chevi Martínez, lleva más de dos décadas manteniendo el proyecto. "Supongo que podremos continuar de alguna manera", dice, a la primera pregunta sobre el presente de las salas. Es imposible preguntarle a alguien de la cultura qué tal estos días y no recibir un encogimiento de hombros. El jazz fue una moda, y ha dejado de serlo, pero mantiene una de las parroquias con fieles más fieles. "Yo no programo pensando en si va a venir más gente o menos gente, y eso me ha funcionado", explica el promotor.

Cuesta entenderlo, pero contra todo pronóstico humano occidental en una sociedad capitalista, tal y cómo dice Chevi Martínez, "nadie que se monte un club de jazz lo hace para ganar dinero. Lo hace porque le gusta". Allí se reúnen algunos de los melómanos y melómanas más exigentes para vivir en directo y junto a otras personas su pasión: "Jimmy Glass no es una sala de conciertos, y por eso yo insisto en llamarle Jazz Bar, porque es un sitio que uno a la gente y se siente identificada con la música, con los grupos y con las personas que le rodean".

¿Es València una ciudad de jazz? "Yo creo firmemente que sí, y que ha venido para quedarse. Hay clases de jazz en muchos sitios, la gente lo escucha cada vez más...", comenta. A corto plazo, las giras internacionales no pasarán por el local, pero a Martínez no le preocupa especialmente: "Hay músicos valencianos estupendos para empezar, y cuando se pueda contratar giras nacionales, también tendremos mucho que programar. Poco a poco ya irán volviendo los artistas internacionales. Tampoco es algo que vaya a preocupar mucho al público. La gente quiere conciertos ya y no va a poner muchas pegas porque no puedas traer a grandes músicos. Lo que te pide el jazz no es que lo veas por Facebook. La música te exige reunirte, interactuar con los músicos y escuchar las canciones en directo", comenta. Esto no quita que los dueños de los locales estén inquietos y ayer, junto a otros cinco clubes de otras partes de España, Jimmy Glass envió un comunicado expresando su incertidumbre -y a la vez- ganas de resistir al que se ve abocado a vivir por la congelación de la agenda cultural.

El futuro sí está en València

La última postal está por construir. Bueno, en realidad ya se está construyendo. Se hace en los clubes de ahora, pero también en el Conservatorio Superior de Música, en Berklee y en decenas de escuelas de música. Pero en València. Aquí una muestra.

"Los niños y niñas tienen un nivel que yo nunca había visto. Y se ven los primeros frutos, hay grandes músicos de jazz valencianos que tan solo tiene 16 o 17 años. Uno de ellos ya ha conseguido una beca completa en Berklee, algo que es dificilísimo". Así de bien lo pinta, Francisco A. Blanco Latino, de Sedajazz, un proyecto que desde 1991 enseña, ensaya, produce y exhibe el género y que tienen la cartera de músicos jóvenes de jazz más interesante de la Comunitat Valenciana. Hoy celebrarán el Día Internacional del Jazz con música en directo, a través de un festival online con artistas internacionales.

"El nivel en València es altísimo, y eso ya se puede ver en España. Cada vez hay más niños y niñas, el área de jazz del Conservatorio Superior funciona a pleno rendimiento... Si hablamos de nivel, solo podemos estar contentísimos", explica Latino. La última postal dibuja un momento al alza. El pasado, el presente y el futuro del jazz es luz sin salir de la penumbra musical. València, exterior noche.

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