El Ministerio de Justicia no sabe dónde han ido a parar los 500 millones que recaudó gracias a las tasas judiciales que introdujo por obra y gracia el exministro Ruiz Gallardón. Así ya puede pedir el Tribunal Superior de Justicia de la CV medios no sólo para perseguir el trapicheo político sino para intentar recuperar el dinero desaparecido en los casos de corrupción autonómicos. Que lo averigüe nuestro ministro de Interior en funciones, que está en todo, como en el Brexit
Y en esas estábamos, traspuestos y más que abducidos por los mensajes de la segunda campaña electoral y deseosos de que se cierre definitivamente la carrera por la Moncloa para que no nos metan otra sobredosis de mensajes pasteleros, cuando se nos coló la Eurocopa. Y, cómo no, el affaire del ministro de Interior don Jorge Fernández Díaz para animar definitivamente el cotarro. Lo santo que parecía y lo enredador que nos ha salido constatando una realidad: el uso partidista y sin límites de los resortes internos del Estado para ser puestos sin escrúpulos políticos, tanto en ese ministerio como en otros, al servicio de un Gobierno con fines mucho más que oscuros, como si la Securitate de Ceausescu hubiera rejuvenecido con los rescoldos de San Juan.
Durante días, y con el fútbol metido en nuestras neuronas, parecía no haber existido nada más. Y mira que han sucedido asuntos hasta la llegada de unos de los mayores escándalos políticos previos a unas elecciones. Tantas cosas, casi ya olvidadas, que si atendemos bien a lo que hemos sufrido por aquí hasta se nos ha quemado lo que no está escrito. También resulta que nuestras autoridades, según ha denunciado Compromís, se gastaron diez milloncitos, con parada, fonda y rasca que rasca, en un campeonato de golf allá por Castelló por expreso deseo de nuestros exvirreyes Camps/Fabra. Con ese presupuesto todo parece indicar que regalaban a los participantes hasta la bolsa con los palos e incluso los carritos eléctricos. De otra manera no salen las cuentas. Seguro que don Jorge nos lo puede aclarar con un par de llamadas.
"Teníamos/tenemos colegios sin concluir desde hace años y A LA VEZ especulábamos con el complejo cinematográfico de LA CIUDAD DE LA LUZ"
Es tal la melopea de mensajes y empecinamiento sectorial de los habituales contertulios -empiezo a creer que alguno/a de ellos con lo que cobran por ser simples correas de transmisión política se ha hecho con una máquina de teletransporte de “Star Trek” para poder estar a tiempo en todos los platós- que a muchos se le debe haber pasado otros asuntos de interés. Uno. Pues que teníamos, porque la Generalitat somos todos, unos multicines en Logroño con cargo al Instituto Valenciano de Finanzas junto a participaciones en equipos de fútbol consecuencia de créditos impagados.
Así que no sólo aspirábamos a ser el jollybu del Mediterráneo con esa Ciudad de la Luz que finalmente será rescatada del saqueo final sino que nuestra autonomía era también exhibidora. Pagábamos complejos cinematográficos externos -hasta trece salas y ocho locales en un centro comercial riojano- mientras cerrábamos festivales, teníamos/tenemos colegios sin concluir desde hace años y al mismo tiempo especulábamos con el complejo cinematográfico de Alicante que sólo nos dio después de 400 millones de inversión para algo más de medio centenar de largometrajes. Campeones de todo, que se decía antes. Líderes hasta en escuchas, intrigas, vendettas y grabaciones esclarecedoras de las cloacas más turbias.
Pero lo más sustancioso, con disculpas a don Jorge por restarle protagonismo, lo advirtió el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana (TSJCV) en unas jornadas sobre Justicia y Administración Tributaria en la que participaban representantes de ambas instituciones junto a miembros de la Fiscalía, la Policía y la Guardia Civil. El asunto era para dejarlo pasar después de leer el enunciado, pero escondía en su desarrollo un gran tema.
Encabezados por la presidenta del TSJCV, Pilar de la Oliva y el juez decano de Valencia, Pedro Viguer, reclamaban con coherencia juzgados especializados de delincuencia económica. No era simplemente un gesto para salir del paso, como parecía sugerir el titular. El contenido de la reclamación escondía una reivindicación objetiva y muy lúcida. Su trasfondo tenía como base advertir a los ciudadanos que si bien podemos ir detrás de presuntos delincuentes de guante blanco y perfil político que sólo esperan alargar lo máximo posible sus causas para intentar salir indemnes gracias a la prescripción de los delitos, el auténtico drama es que sin instrumentos reales la Justicia se queda a medias. Se puede condenar al culpable pero no existen medios suficientes al alcance de nuestro sistema judicial autonómico para perseguir de forma eficaz las tramas, conocer el verdadero patrimonio de los autores del delito y recuperar lo estafado. Ahí es nada.
Estamos aburridos de oír que la Justicia es igual para todos, no camina al ritmo de la vida política y que los juzgados están colapsados. Pero lo grave es escuchar a los expertos afirmar que algunos de los grandes casos de corrupción perseguidos durante los últimos años en nuestra autonomía se han cerrado sin que se pudiera recuperar el dinero defraudado incluso con sentencia firme. ¿Por qué? Pues porque faltan medios de todo tipo y sobre todo especialización judicial y contable en los juzgados mientras nadie pone remedio. Y es que, según datos del Consejo General del Poder Judicial, el 66% de los juzgados de Valencia instruye causas de corrupción. Menudo colapso.
Ya lo predijo el excanciller socialdemócrata alemán Willy Brandt cuando afirmó que permitir una injusticia significa abrir el camino a todas las que le siguen. Más triste siquiera conociendo después, gracias a una respuesta parlamentaria al diputado de Compromís Joan Baldoví, que el Ministerio de Justicia no sabe dónde han ido a parar los 500 millones de euros que el departamento recolectó gracias a la brillante medida social del exministro Alberto Ruiz Gallardón a través de su recaudatoria tasa judicial.
En fin, ya pueden trabajar sin descanso jueces, fiscales y cuerpos de élite en un cometido que tiene encrespada a la opinión pública para acabar topándose con un muro que quienes han de poner remedio no se atreven a derribar. Da que pensar.
No es que la Justicia sea lenta sino que sin medios nunca podrá serlo. Por eso, seguramente, otros preferían gastar en partiditos de golf y tenis, estudios de cine, salas de exhibición y hasta ciudades donde enseñan malabares. Así se entiende que ahora tengamos grandes “actores” y brillantes saltimbanquis de la negación de lo obvio. Y por supuesto mejores prestidigitadores. Tenemos elenco, montemos un circo.
PD. Vaya susto les ha entrado ahora a los británicos con el resultado del Brexit. No lo esperaban. Buena es la UE como para lamentarse a estas alturas, aunque todo sea posible a medio plazo. Conociendo a los británicos, con lo nacionalistas, tradicionalistas y suyos que son, era lo esperado. Más aún alentados por los discursos más conservadores, untados por el miedo y con una batalla política interna como trasfondo. Cameron sabía dónde se metía. Una cosa es la City, otra los barrios londinenses y muy distinto el resto del país, idiosincrasias añadidas. Pero en algo sí tienen razón. La UE suele ir siempre a la suya.