En clave de proximidad y confianza se desarrolla el proyecto de responsabilidad social Aportem, que promueve una veintena de empresas del puerto de València y cuyos beneficiarios son menores de los barrios marítimos en situación de riesgo
VALÈNCIA.- Como cada mañana, Francisca Oyonarte espera en el rellano la llegada de los pequeños que acuden a la guardería. No solo vienen a aprender y a ser cuidados, sino que la mayoría tomará aquí la primera comida del día. Luego se quedarán a comer y a merendar porque esa será posiblemente también su cena. Además se asearán, dormirán, jugarán y recibirán el cariño y la atención psicoeducativa que necesitan. Las hermanas de la caridad de Santa Ana mantienen el centro de día de menores de Nazaret desde hace tres décadas. Su alumnado son menores en situación de riesgo derivados de los servicios de Bienestar Social.
Con historias muy duras a sus espaldas, los pequeños conocen en esta guardería lo que debería ser un hogar, mientras que sus familias encuentran en sus profesionales una mano tendida para ayudarles a ser mejores padres. Su cole es un tanto particular. Se ubica en una preciosa casa valenciana de principios de siglo XX cuyos azulejos, techos y suelos hacen enmudecer hasta al más versado en arte y arquitectura, que no necesitará atinar muy fino para reparar en lo costoso que es mantenerla y sobre todo calentarla. Sería un detalle anecdótico si no fuera porque el trabajo de la religiosa Francisca, directora del centro, y de su equipo, así como los cuidados de los treinta menores a los que atienden dependen de la ayuda externa.
Su labor, aunque reconocida en el ámbito institucional valenciano, quedó sin suficientes apoyos con el estallido de la crisis económica, y su bello patio alicatado vio peligrar el proyecto fundamental que en él se desarrolla. Han sido años especialmente duros para los vecinos de los barrios históricamente deprimidos, recuerda Francisca, muchos, concentrados en la València marítima. Una realidad palpable a la que no pudieron dar la espalda las empresas del puerto de València que detectaron la necesidad de lanzar un proyecto común de responsabilidad social corporativa en su entorno más próximo.
Auspiciadas por la Autoridad Portuaria y por la Fundación València Port, diecinueve compañías logísticas y portuarias fundaron en 2013 Aportem-puerto solidario València con el objeto de implementar programas sociales con incidencia inmediata sobre menores, mujeres y población inmigrante. Para las religiosas del centro Santa Ana este milagro se ha traducido desde entonces en el pago de la calefacción, en el sueldo de una psicóloga, en pañales o en la cesta de la compra del desayuno. Para sus pequeños, en la posibilidad de contar con un entorno seguro que cure las cicatrices que les va marcando la vida.
Aquel compromiso inicial con los vecinos de los barrios marítimos no ha hecho más que consolidarse. «En 2016, Aportem se constituyó como asociación con dieciocho de los diecinueve socios que creyeron en el proyecto desde su inicio pero con la experiencia contrastada de su razón de ser», señala Pilar Blaya, secretaria de la asociación. Entre sus beneficiarios están varios centros educativos con perfil CAES (Centros de Acción Educativa Singular) ubicados en el Cabanyal, Nazaret o La Punta. Colegios cuyo alumnado procede de entornos marginales, algunos, de asentamientos que no cuentan con las condiciones básicas de agua o electricidad en sus viviendas, niños que viven en familias desestructuradas o en situación de riesgo extremo.
Estos centros son mucho más que lugares de aprendizaje para los alumnos. En común desarrollan más de una treintena de programas de apoyo integral en los que está involucrado Aportem de forma directa. Desde la compra y el reparto del desayuno o de la merienda, el programa de duchas o cambio de ropa, hasta el equipamiento de uniformes o material deportivo, o el apoyo a las extraescolares —en algún centro se prolonga hasta las 22 horas— como la única fórmula para combatir el abandono escolar y ofrecer una cobertura básica de las necesidades de los menores.«En estos cuatro años hemos constatado que empresas que compiten en un sector pueden aunar esfuerzos y repercutir positivamente como ejemplo de ciudadanía corporativa», explica Blaya.
Desde 2013 hasta 2016, Aportem reporta que ha contribuido con más de nueve toneladas de comida, 13.000 prendas de vestir, cuatrocientas revisiones oftalmológicas para los alumnos, más de treinta mil unidades de material escolar, y ha atendido a más de quinientos menores, además de dar apoyo directo a una veintena de organizaciones que trabajan con mujeres en situación de vulnerabilidad o personas inmigrantes. Estos proyectos se financian con un presupuesto anual que ronda los 29.000 euros, tal como se refleja en el apartado de transparencia de su página web.
Los gastos logísticos los asumen los socios, uno de los puntos clave de este proyecto en el que colabora todo un sector empresarial. Francisco Prado, presidente de Propeller, la asociación de directivos y empresarios logísticos del puerto, y vicepresidente de Aportem, señala que es fundamental el componente de proximidad y honestidad. «La cercanía nos hace incrementar nuestra capacidad de gestión y permite que no se pierda dinero por el camino, sino que se traduzca íntegramente en gafas, desayunos, ropa o higiene. Esto es posible porque la logística la asumimos los socios. El transporte, la organización, la distribución, etc. Creo que todos los problemas del mundo se podrían resolver con logística y honestidad», indica.
La cultura de la ciudadanía corporativa que promueve Aportem ha sido recientemente destacada por la secretaria autonómica de Transparencia, Responsabilidad Social, Participación y Cooperación, Zulima Pérez, como una de las premisas fundamentales de la futura Ley de fomento de la Responsabilidad Social por la que «se regulará el compromiso de las Administraciones Públicas y organizaciones privadas para que integremos la Responsabilidad Social en nuestras acciones y así convertirse en el motor que potencie la transformación de la Comunitat en una sociedad más competitiva y sostenible», señalaba en la presentación oficial de la asociación a finales del mes de noviembre.
Su principal fuente de financiación procede de la recaudación de la cena benéfica de Navidad del Propeller Club. La asociación de empresarios del sector celebra este año la quinta edición de su noche más solidaria a la que, año tras año, se han ido sumando más participantes y se han conseguido recaudaciones más importantes a través de colaboraciones y patrocinios. En esta ocasión y como viene siendo habitual —dicen—, la rifa que se organiza a lo largo de la velada es el aliciente más atractivo, en la que los regalos sorteados van desde un viaje en crucero, pasando por circuitos de spa, invitaciones exclusivas para ver la mascletà desde un balcón del Ayuntamiento, hasta los elementos de electrónica de moda, todos gentileza de las empresas portuarias que colaboran en este evento. No es la única fuente de financiación de los proyectos de Aportem, pues también cuentan con los ingresos de las cuotas de los socios o las recaudaciones obtenidas de otros eventos como los ya veteranos concursos de paellas del puerto o las donaciones puntuales de particulares o empresas, tanto en dinero como en especie.
El apoyo a los programas educativos ha posibilitado entre otras cosas que los alumnos del colegio Santiago Apóstol del barrio del Cabanyal hicieran el año pasado en el Palau de la Música un concierto con instrumentos donados, y que los fondos recaudados fueran a parar a una entidad benéfica, como muestra de solidaridad compartida. O que el Colegio Juan Manuel Montoya (ubicado en La Punta), con un alumnado de aproximadamente 180 niños, la mayoría procedentes de asentamientos en los que viven de forma inestable y más que precaria, fuera noticia por convertirse en un ejemplo de proyecto escolar en 2016, con su programa de aprendizaje consistente en arreglar su patio escolar entre todos, y que hoy puede ser la envidia de cualquier escuela. Un esfuerzo colectivo posible gracias a un pequeño empujón de entidades como Aportem.
La fe es recíproca. «Nos hemos ganado la confianza de las empresas, de los socios con la transparencia. Eso ha hecho que ya seamos un referente para muchas de ellas cuando tienen la posibilidad de donar no solo dinero sino material», comenta Francisco Prado. «Ha sido el caso de uno de los socios que tenía un contenedor de más de dieciséis mil libretas de primera calidad que pudimos donar a los colegios con los que colaboramos, o que hayamos podido renovar las pantallas electrónicas de varios centros gracias a la donación de un hotel de la zona del puerto que renovaba las suyas; también que hayamos repartido el donativo de sábanas y toallas de un gran crucero, o el hecho de que un empresario socio solicite que los regalos de su cumpleaños sean donaciones para Aportem», indica Blaya. «Este proyecto es vocacional y tiene un claro compromiso con la responsabilidad social, que también es la de todas las personas de los barrios marítimos que lo hacen posible», concluye.
* Este artículo su publicó originalmente en el número de 37 de la revista Plaza
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