VALÈNCIA. Antxon Monforte ha dirigido el documental Mousso Faso. La patria de las mujeres íntegras, que cuenta, durante una hora, como miles de familias han sido presuntamente estafadas por la empresa Tigernuts Traders, al frente de la que se encuentra el empresario valenciano Ramón Carrión. El documental, seleccionado para más de 18 festivales internacionales entre los que se encuentran New York, Los Ángeles, Cannes, Roma, Praga, Melbourne o Quito (donde acaba de recibir el premio al “Mejor Documental”) podría ser secuestrado, tal y como sucediera con el libro Fariña, si la demanda de conciliación de Tigernuts Traders prospera.
Este lunes, Monforte ha acudido al juzgado de Primera Instancia Número 10 de València para un acto de conciliación, en el que el abogado de la empresa de importación de chufas ha solicitado que se retire el documental de cualquier plataforma, festival o entidad que quiera difundirlo. Obviamente, Monforte, se ha negado a ello y el encuentro se ha zanjado sin acuerdo. Tigernutts ha anunciado que proseguirá con las acciones judiciales, aunque todavía no especificado de qué manera, pero lo más probable es que se plantee una querella por injurias y/o calumnias. En este caso ya no hablaríamos de una solicitud de retirada por parte del abogado, sino del secuestro del documental como medida cautelar urgente.
Tanto el director de la cinta como sus colaboradores han sido demandados por injurias, calumnias y atentado al honor, además de ser acusados de tener intereses comerciales. Cabe recordar que Antxon Monforte es, a su vez, el dueño de Món Orxata, empresa valenciana de horhata elaborada a partir de chufa valenciana. Se les exige que se avengan a retractarse públicamente, pedir perdón a estas empresas, y cesar inmediatamente en la proyección de Mousso Faso en cualquier formato y en cualquier sitio.
En el juzgado, Antxon Monforte ha asegurado: “Lo único que he hecho es viajar a África, ponerle un micrófono a la gente, y recoger testimonios que creo que son de interés público. El único responsable de este documental soy yo y no mis compañeras”. Sobre la posible judicialización por vía penal, el documentalista afirma: “No tengo miedo de las consecuencias, simplemente hemos explicado una realidad que ha dejado en la más absoluta miseria a miles de familias africanas. Si sentarme en un banquillo sirve para que esta realidad se haga pública, bienvenido sea el banquillo”.
Aunque con respecto a las posibles represalias de la empresa, más allá de las judiciales, Monforte agrega: “Lo único que me da verdadero miedo al enfrentarme a una macreempresa como esta es que, en algún momento, suceda algo ajeno a mí y que pueda afectarme a mí o mi familia y allegados”. “Yo sé que soy una persona íntegra, pero no descarto que a raíz de todo este procedimiento salgan mentiras sobre mi persona y se manipule la realidad”, ha agregado.
En este sentido, tanto el director de la cinta como las personas que han colaborado en su grabación y difusión, aseguran haber recibido presione. Llanos Rodríguez, colaboradora del documental y fundadora de la Asociación CIM Burkina, que desde hace más de 10 años trabaja como voluntaria con asociaciones de mujeres en África, afirma categóricamente: “Estamos percibiendo presiones y nos sentimos acosadas e intimidadas.” Por su parte otra colaboradora, Eva Fernández Rangel, relata: “Por primera vez en mi vida estoy sintiendo miedo, y temo por la seguridad de algunos participantes en este documental.”
Desde Tigernuts niegan tajantemente haber presionado o, incluso, establecido contacto con ninguno de los impulsores de este proyecto después de que este fuera estrenado.Por su parte, Antxon Monforte, exculpa a sus compañeras y asume el 100% de la responsabilidad de la cinta. “Las empresas que cita este documental están en su derecho de pedir que me retracte, igual que yo lo estoy de pedirles que pidan perdón por la forma en la que han tratado a mujeres y niños en África durante casi dos décadas”, añade.
Respecto del plano judicial, según Toni Navarro, director desde hace doce años del Festival de Cine Independiente de Derechos Humanos más antiguo de España, el de Barcelona, se trata de una situación “inaudita”. “He visto a directores de documentales pasar por situaciones semejantes en Pakistán, Turquía o Marruecos. En España, y con temáticas aún más controvertidas que las de Tigernut… Es la primera vez que tengo noticia de que los responsables de un documental tengan que vivir situaciones tan lamentables y represoras de la libertad de expresión”, asegura el responsable de este evento, donde en noviembre se emitirá de nuevo el documental.
En el documental, tal y como informó este periódico cuando se estrenó en el Festival de Derechos Humanos de Barcelona, se delata el expolio que varios países africanos llevan sufriendo más de una década, después de que se les encargara la producción masiva de chufa para su consumo en Europa. Suleiman Gouindougouba, un agricultor de Burkina Faso, narra como “un día vino un hombre a pedirnos que cultivásemos mucho, y así lo hicimos". Tras meses de trabajo duro, de arar campos en los que se ocultan serpientes, de resistir picotazos de escorpiones, de limpiar a mano la chufa en grupos de mujeres que se sientan en el suelo, nadie vino a pagar. Así fue como las familias que habían confiado en un futuro mejor acabaron sin tener ninguno. La nuez de Tigre, la superfood, la chufa, les arruinó.
A partir de las escalofriantes historias de las familias africanas que han trabajado en régimen de semiesclavitud se va tejiendo una red que desemboca en un nombre, el del valenciano Ramón Carrión. Este hombre aparece en el documental dando las explicaciones que le parecen oportunas al director del documental sobre la investigación que éste ha realizado durante varios meses en África. En un tono nada amable, tilda de “chikilicuatres” a las personas que lo han perdido todo por, supuestamente, la estafa a la que él les sometió. Sin ningún tipo de empatía asegura que todo lo que cuentan estas familias, productores y demás implicados es mentira.
Así, mientras Tigernuts presume de haber dado trabajo a 4.000 mujeres y 8.000 familias, Monforte recoge en su documental el testimonio de numerosos agricultores que aseguran no haber cobrado ni un céntimo. Es más, un técnico del Ministerio de Agricultura de Burkina Faso, se atreve a revelar que realmente pesa sobre el empresario valenciano Ramón Carrión una orden de búsqueda y captura, que solamente tiene vigencia en África y que nunca se ha hecho valer por cuestiones diplomáticas. La investigación llega a insinuar que su compañía habría creado, de manera intencionada, un sobrestock de la chufa en África para así abaratar precios y, finalmente, adquirir solo el producto de quienes estuvieran dispuestos a aceptar sus condiciones. Según expone la cinta, un kilo de chufa africana que se vende a 24 dólares en el Primer Mundo, apenas deja 40 céntimos en África.
El nombre del documental, por cierto, hace referencia a su epílogo. En él se muestra la experiencia del poblado de Mousso Faso, donde se ha puesto en marcha un sistema de cultivo de chufa respetuoso. Las mujeres no recogen cultivos a 40 grados, ni temen a las serpientes. Se rigen por pautas tan básicas como escolarizar a las familias que trabajen en los campos, de modo que tengan la posibilidad de labrar un mejor futuro. Adiós a la chufa de sangre. Tras su emisión en Barcelona, la cinta continuará su periplo por Madrid y, ya en 2018, iniciará su andadura internacional en los festivales de cine independiente más prestigiosos de Europa, Estados Unidos, Africa, Japón y Sudamérica.
Antxon Monforte viaja hasta el triángulo conformado por Burkina Faso, Mali y Níger para recoger los testimonios de las víctimas. Familias que confiaron en el cultivo de la chufa para conseguir progresar, pero han quedado arruinadas