El libro parece escrito a dos manos, y al final se construye de una manera que proyecta historias de la vida de ambos como si fuera un pequeño diario: “He estado mucho más tiempo editando, leyendo y subrayando que escribiendo. He tenido muchos saltos en el tiempo, me baso en sus escritos para analizar las historietas e intento darle la forma que merece”.
Con ayuda de su tío le da forma dibujada a los pequeños relatos, perfilando los pequeños detalles que construyen las historias. “Le da un toque bastante auténtico, y al final es una manera mejor de conocerle. Las historias que pasan son reales, pero hay algunas en las que doy un poco rienda suelta al escritor que llevo dentro, me dejé llevar por lo que querría encontrar si leyera un libro así”. En este juego, que baila entre lo reflexivo y lo personal, la lectura no es ni demasiado novelística ni se pasa de biográfica.
A todo este relato se le suman las definiciones que añade Tino a pie de página, para explicar algunos de los conceptos con los que cuenta "todo sobre su padre". Basándose en internet, y en sus criterios personales, crea una especie de glosario de su relato compartido: “Crear esta historia es ir también jugando con estas ideas, forma parte de la nueva lectura de las historias que me cuenta”.
La magia está en releer la correspondencia desde el momento presente, ya que el Tino de 22 años las leía con “un ojo puesto ahí y otro a saber donde”: “En el momento en el que leía las cartas yo estaba disperso en otras cosas, pero cuando las he descubierto ahora ha sido como poder ver mi tesoro. Esto es algo con lo que quiero hacer un viaje conjunto, estuve meses y meses leyéndolas y sabía que estaban condenadas a convertirse en un libro”. Finalmente, en la última página, una advertencia despide al lector: “No te fíes ni de tu padre”, y casa perfectamente con toda la ternura, recuerdo y conciliación que se crea entre la correspondencia de padre e hijo, o mejor dicho, de Ximo y Tino. Desde prisión o desde donde sea.