Estudiaron Arquitectura en Alicante y entregaron su proyecto final de carrera en los albores de la crisis. Visitamos cuatro obras de cuatro estudios que hoy redibujan el oficio
ALICANTE. el consultorio de arquitectura aRRsa! ha bautizado su última obra como el Loft Corral y para retratarse en él han llamado hasta al encargado de la constructora y a los clientes. Una estampa nada habitual en las fotografías de arquitectos, que suelen ser sobrias y en blanco y negro. «Este loft ejemplifica muy bien cómo funcionamos y por qué trabajamos por consultas en lugar de por proyectos», explican desde la empresa. Lo que era un corral de gallinas y conejos de la antigua huerta ahora está náufrago entre solares y planes parciales. «Una nieta de agricultor es ahora una profesional licenciada que, como tantos otros jóvenes que sufren un mercado de trabajo inestable y precario, prefería no pedir una hipoteca.
Es un método de diseño participante que nos permite traducir estas historias de vida a demandas concretas creando un contexto de entendimiento en el que el cliente puede comprender cuánto le va a costar cada decisión», añaden. Esta consultoría es una de las iniciativas emprendidas por una generación que salió de la universidad con la burbuja inmobiliaria recién estallada. Un nuevo escenario económico que resultó un acicate —no el único— para emprender nuevos modelos de negocio. Frente al tópico del arquitecto egocéntrico, la consulta «permite entender al cliente qué quiere para su casa y porqué, aprendiendo a priorizar sus demandas sin renunciar a ser imaginativo y a experimentar con sus formas de habitar», añaden Ester Gisbert (Mutxamel, 1983), Alfonso M. Cuadrado (Lorca, 1982) y José Abellán (Yecla, 1982) desde aRRsa!.
El corral se convirtió en un loft estrechando las relaciones entre el interior y el exterior, como sucede en el rincón de lectura desde el que se toma la foto. Un lugar con buena luz, vistas al jardín y un asiento ancho en el que estar cómodo sin quedarse dormido. «En casa de otro cliente, estos elementos también estarán, pero combinados en formas distintas, según la experiencia de esa familia y los afectos que tenga a determinadas cosas y lugares», explican, con un lenguaje de patrones en lugar de con un estilo definido.
En el caso de las obras de nueva planta, cuentan, «lo hacemos a través de las historias de objetos que traerá la familia a su nuevo hogar, o incluso a través de sus recuerdos de vivir otras casas para recrear los patrones valiosos, como una cocina que permita compartir tiempo activo entre generaciones de una familia». En total, en poco más de seis años han llegado a atender a más de cien familias a través de las consultas de arquitectura, incluidas comunidades de vecinos afectadas por el terremoto de Lorca y un proyecto en el extranjero con chavales de familias de bajos recursos.
Miguel Ródenas (Pinós, 1980) y Jesús Olivares (Ibi, 1981) también estudiaron Arquitectura en Alicante. Unos estudios que se incorporaron a la UA en 1996. Para ellos, la principal ventaja de los estudios de arquitectura en Alicante, heterodoxos y periféricos en el panorama académico, es «aprender a gestionar y coordinar información diferente de forma creativa. Dicho de otra forma, te llega un problema y tú das tres soluciones diferentes». De esta manera, colegas de su misma promoción ahora trabajan en diseño gráfico, diseño de zapatos, gestión de residuos, consultoría de banca e incluso planeando bodas. Pero ellos acaban de finalizar su última obra en el mismo campus en el que estudiaron: la antigua facultad de Magisterio se ha convertido en el Museu de Col·leccions Naturals a través de una elegante intervención. Una nueva 'boca verde' de cerámica contrasta con la blanca fachada e invita a entrar al reluciente pabellón universitario, que antes de ser campus formó parte del antiguo aeródromo de Rabassa.
COR Arquitectos Asociados, la firma desde la que trabajan Ródenas y Olivares, ha resuelto el nuevo uso del edificio a través de una enorme sala revestida de madera con pliegues dentados, cuyo ritmo se ve acentuado por las luces y sombras de la sinuosa iluminación LED. La sala principal del nuevo museo combina dos usos, el archivo y las exposiciones, a través de una pasarela. Mientras, en un lateral del edificio se disponen los laboratorios de invertebrados, taxidermia o el herbario que apoyarán las tareas de investigación. «Nosotros nacimos antes de la crisis: empezamos a movernos en 2006 y tuvimos la suerte de ganar varios concursos antes de que estallase la economía. Cuando estás abajo no sabes lo que es estar arriba, así que ha sido una evolución natural», cuentan desde la flamante pasarela. «Ahora el modelo de negocio ha cambiado, tú propones la faena y buscas al cliente. La crisis ha influido en la situación, pero la oficina ha ido creciendo con los años. Miguel y yo estamos permanentemente, pero el trabajo es de todos, desde el equipo de administración hasta la constructora», añaden.
Frente a la figura del arquitecto estrella auspiciada por los medios de comunicación en los años del boom, ellos construyen una relación emocional con el cliente. «Nos basamos en sus demandas y aportamos los datos objetivos para maximizar el espacio minimizando los recursos económicos», exponen.
«EL MODELO DE NEGOCIO HA CAMBIADO, PORQUE AHORA ERES TÚ QUIEN PROPONE EL TRABAJO Y BUSCA AL CLIENTE. LA CRISIS HA INFLUIDO EN ESTA SITUACIÓN»
«Por ello, COR no tiene un estilo o un lenguaje formal, sino que tenemos unas estrategias vinculadas a situaciones perceptivas y sensoriales: cómo se entra al edificio, qué sensación da la fachada, etcétera». Así idearon la construcción del Auditorio y Escuela de Música de l’Alguenya, donde reprodujeron la percepción de la cantera de mármol sobre el antiguo cuartel de la Guardia Civil, despojándolo de todas las connotaciones y dotando al pueblo de un edificio representativo, poniendo en valor su tradición industrial.
Intentando reproducir la sensación de la cantera, desarrollaron junto a un pequeño taller el iridescent tile, un porcelánico muy durable cuyo color de vidrio va cambiando, por lo que cada vez que miras el edificio es diferente. «Lo mejor del proyecto es que l’Alguenya lo ha hecho suyo. La gente va a cenar a la fresca al patio del MUCA y, a pesar de estar a las afueras, hemos metido el pueblo dentro del auditorio», cuentan. Con ese material ganaron el premio nacional de cerámica y ahora dan la vuelta al mundo con el iridescent, que ya cubre una sede de distrito de Londres y pronto revestirá uno de los estadios del Mundial de Catar de 2022.
Entonces fundaron La Errería y se instalaron en un transparente local en el corazón del Vinalopó Mitjà. Ahora están enfaenados con la casa de Sonia y David, una vivienda unifamiliar en la que no solo han encofrado los forjados —las superficies horizontales— sino todo el envoltorio del edificio. «Este es un proyecto diferente en todo lo que ha sido el recorrido del estudio. Siempre habíamos luchado por librarnos de todo lo innecesario y de mostrar los materiales como son, sin artificios ni acabados de arquitecto», confiesan. Una tarea difícil en la que sus clientes mostraban la necesaria conciencia ecológica para ejecutar un proyecto así.
«Por eso la casa se podría resumir como una estructura hecha casa, donde el hormigón armado, con toda la imperfección de su ejecución, es el protagonista». Mientras que Ródenas y Olivares se conocieron trabajando y después se hicieron amigos, encontramos la historia opuesta en Luis Navarro Jover (Novelda, 1983) y Carlos Sánchez (Novelda, 1983). «Nos conocemos desde que entramos en el colegio con seis años. Nuestra historia no es ninguna historia de superación. En 2012, después de haber pasado por diferentes oficinas, nos encontramos sin trabajo y teníamos dos opciones: o nos lo montábamos por nuestra cuenta o nos dedicábamos a otra cosa», recuerdan.
Con el Ático 2L obtuvieron el segundo premio de interiorismo del Colegio Oficial de Arquitectos de la Comunitat Valenciana en 2016 y hoy publican su particular diario de obras a través del blog y las redes sociales, donde cuentan la evolución de todos sus proyectos. «Solo entendemos nuestro trabajo desde la transparencia, igual que nuestra oficina física. No escondemos nada, no posproducimos. Lo que hacemos es lo que se ve. Solo así puedes hacer creíble tu trabajo de cara a los clientes —explican—. Nuestra habilidad consiste, en la mayoría de los casos, en convertir ciertas renuncias en ocasiones y oportunidades para mejorar el proyecto. Todo ello en un contexto económico muy ajustado». Salieron a la calle en 2012, en plena crisis económica. «Empezamos en esto con unas grandes expectativas y, cuando salimos, la realidad era otra totalmente distinta: creo firmemente que somos la última generación que pensamos, quizá tontamente, que nos dedicaríamos a la arquitectura».
Desde las oficinas de La Errería, en Novelda, y siguiendo el curso del río Vinalopó, se llega al estudio de tres jóvenes arquitectos que ahora se dedican a la producción audiovisual. Ellos son Irene Mateos (Elx, 1979), Enrique Mateos (Elx, 1981) y Pablo Pacheco (Alicante, 1980), quienes conforman La Fábrica de Hielo, una productora audiovisual enclavada en una nave del ilicitano polígono de Carrús. «Desde que acabamos el proyecto final de carrera hasta hoy ha sido un camino tortuoso, pero nada traumático. Irene fue arquitecta en Madrid y Londres antes de volver aquí, mientras que Enrique trabajó como arquitecto y urbanista durante cinco años en Milán, y por último Pablo antes de acabar la carrera ya ejercía de fotógrafo.
«No está mutando la forma de hacer arquitectura, sino la relación con el cliente. Si a ellos les va bien, entonces se genera un caldo de cultivo»
«Eran malos años para la arquitectura, así que me fui a trabajar como retocador de fotos en un estudio profesional de Madrid», cuenta Pablo Pacheco. «Empecé a colaborar en spots y videoclips y de ahí nació la idea de la productora», explica. «Al final seguimos ejerciendo la arquitectura: no solo en la dirección de arte o en las producciones, sino en proyectos de reformas, viviendas o locales, donde yo llevo las riendas», recalca Irene Mateos. «Yo tengo cinco profesiones distintas, pero si me preguntan a qué me dedico diría que soy arquitecto», aclara Pacheco. «Lo de ser arquitecto suma, porque productores hay muchos, pero productores y arquitectos no. Nuestra formación nos da un plus gestionando equipos y recursos o esbozando estructuras», añade Enrique Mateos. «Si pudiese volver atrás, volvería a estudiar arquitectura. Creo que es una gran elección que luego no implica ser necesariamente el típico arquitecto, sino que es una forma de estructurar el cerebro que está muy bien, aunque la carrera se hace larga», confiesa.
El pasado curso, La Fábrica de Hielo pasó al otro lado del aula: fueron profesores de Proyectos Zero, una de las primeras asignaturas de Arquitectura en Alicante. En el estudio aún conservan la escenografía de su proyecto, una trinchera militar diseñada y construida por su alumnado con la que después realizaron un proyecto audiovisual. «El trabajo final de curso fue una producción con todas sus partes: estilismo, construcción, dirección de arte, producción, etcétera. Al final grabamos un vídeo e hicimos unas fotos donde ellos mismos eran los actores». «Es una asignatura para empezar a experimentar la arquitectura y pasárselo bien. El resultado fue positivo», recuerdan.
Desde 2015 se han encargado de realizar la producción de distintos cortos, anuncios de publicidad o vídeos musicales para conocidos artistas como Carlos Baute, Ruth Lorenzo, David Bustamente, Henry Méndez, Soraya o Dasoul, ambientados en su propio estudio y en escenarios de Elche o el Campello. «A largo plazo nos vemos con proyectos más creativos. Ahora hacemos cosas muy figurativas; se valora mucho que el escenario se parezca a lo que es. Pero nos gustaría darle más la vuelta a las cosas, con proyectos con más carga conceptual. Acabamos de hacer la escenografía para la gira de Ismael Serrano y el mundo del teatro es muy atractivo», explican desde la productora.
«En cualquier caso, no llegamos hasta aquí solo por una reinvención provocada por la crisis inmobiliaria», añaden desde La Fábrica de Hielo. Una vocación compartida con aRRsa!, COR y La Errería: una cohorte marcada por la condición periférica de la escuela de Alicante frente a Madrid o Barcelona, así como por la precaria situación traída por el cataclismo inmobiliario. «Somos los hijos de la crisis, pero creo que también somos las víctimas de una gran estafa o una gran oportunidad, como se quiera ver», definen los componentes de La Errería.
«Toda nuestra generación trabaja en los límites difusos de la arquitectura y colaboramos entre nosotros, aunque no compartamos las mismas estrategias siempre. No está mutando la forma de hacer arquitectura, sino la relación con el cliente. Si a ellos les va bien, se genera un caldo de cultivo: a nosotros nos beneficia la puesta en valor del diseño», añaden desde COR. «Como nuestra clienta en el Loft Rural, nuestros abuelos fueron pequeños agricultores que nunca hubieran imaginado que sus nietos disfrutarían de la libertad que da la educación que hemos tenido», afirman los miembros de aRRsa! sobre su experiencia. «Lo que la crisis nos está demostrando es que, para que eso se mantenga en las próximas generaciones, tenemos que inventar formas de vida y de redistribución de la riqueza que estén adaptadas a los nuevos modos de producción».
* Lea el artículo completo en el número 25 de la edición de Alicante de la revista Plaza