VALÈNCIA. Más de una década ha pasado desde que abriera sus puertas el Ágora de Santiago Calatrava, una de las piezas que conforma el enorme puzzle que es la Ciutat de les Arts i les Ciències y, quizá, la que más dolores de cabeza ha dado a los valencianos. Fue en 2006 cuando se puso la primera piedra de un espacio que esperaba estar listo para la Copa América, un objetivo que, como otros tantos, no se cumplió. La búsqueda de la “máxima perfección”, defendía el entonces conseller de Economía Gerardo Camps, justificaba los retrasos en las obras, una construcción que el grupo socialista, entonces en la oposición, comparaba con la pirámide del Faraón Zoser a Imhotep. El espacio se inauguraba ya sí en el año 2009 de la mano del expresident de la Generalitat y la exalcaldesa de València, Francisco Camps y Rita Barberá, junto con los tenistas Juan Carlos Ferrero y David Ferrer, como previa a la celebración del Open 500. “Se ha convertido en un monumento del siglo XXI incluso antes de nacer”, declaraba Barberà. Como monumento consiguió encontrar su hueco en esa postal de alcance internacional que, aunque provoque cierta reticencia entre los valencianos, se ha convertido el complejo de Calatrava, pero, más allá de la fotografía, ¿estaban las instalaciones preparadas para la apertura?
Lo cierto es que el espacio nunca ha puesto las cosas fáciles a sus inquilinos. Y es que el Ágora abrió sus puertas sin haber finalizado al completo las obras, una situación anómala a la que se unía el conflicto político en torno a los contratos de la construcción. Los problemas en el edificio no tardaron en aparecer, con una ‘corona’ que no funcionaba, un sistema que preveía la apertura de su cubierta culminada con unas lamas que acabaron abandonadas en el entorno de la construcción -y un coste de 13 millones de euros-; a esto se sumaba el estallido de una de las puertas y hasta goteras en sus primeros meses de vida. “No creo que en una obra en la que en un momento dado pueden haber, en sus primeros días, pequeños incidentes como [que] se cuele un poco de agua, se tengan que pedir responsabilidades”, se defendía el entonces secretario autonómico de Turismo y Proyectos Estratégicos, Luis Lobón.
Y con respecto a la programación las cosas no fueron mejor. El Ágora, todavía sin acabar, acabó convirtiéndose en un elefante blanco sin un uso definido, con una agenda que se antojaba como un batiburrillo de eventos que la ocupaban sin un objetivo claro. Al Open 500 con el que abrió sus puertas se sumaron otros tantos como la Campus Party, un encuentro de aficionados a la tecnología; la Copa de España de Freestyle o una pista de hielo en Navidad. Su calendario también sumó otros actos como un mitin del Partido Popular o una València Fashion Week de capa caída, ya sin grandes nombres entre sus participantes. Tanto es así que en 2015 se anunciaba la desaparición definitiva de la semana de la moda valenciana.
Fue en ese mismo año que llegó el cambio a los despachos de la Generalitat con el primer Govern del Botànic, formado por el PSOE-PSPV y Compromís, y con ellos seguía encima de la mesa la cuenta pendiente del Ágora, ¿qué hacer con ella? La poca actividad que había acogido desde su inauguración en 2009 se fue difuminando poco a poco hasta dejar una construcción a medio hacer y sin uso, un espacio al que urgía dar salida. Tanto es así que el contexto ha servido de inspiración a distintos artistas como Erik Harley, quien ha realizado distintas rutas bajo el paraguas del falso movimiento artístico Pormishuevismo, o, recientemente, Chema Segovia y LUCE, quienes han vuelto a poner el foco en la parcela M3 donde descansan esas lamas que nunca fueron instaladas. “Iba a ser la joya de la corona, y se acabó convirtiendo en el símbolo del estancamiento, del cambio de ciclo”, relataban hace unos días a Culturplaza.
Con una compleja historia a sus espaldas, a pesar de la juventud del espacio, fue el 2 de febrero de 2017 cuando salió el Gordo: CaixaForum Valencia se ubicará en el Ágora. Así titulaba este mismo diario la noticia que muchos llevaban esperando, apenas siete palabras que cambiarían el futuro de la construcción. Se ponía en marcha entonces un complejo mecanismo burocrático y administrativo como fase previa a la entrada de operarios y máquinas que convirtieran esa ‘concha’ blanca y azulada en un renovado espacio expositivo. Fue finalmente en marzo de 2020 cuando arrancaron las obras de construcción, con una inversión total de 19 millones de euros por parte de la Fundación y una previsión de dos años de trabajo. Los más avispados ya habrán caído en la cuenta: marzo de 2020. Ese maldito mes en el que el mundo bajó la persiana por el coronavirus marcó las primeras semanas del ‘sueño’ artístico, unos trabajos que tuvieron que frenarse en seco, como tantas otras cosas, ante el confinamiento. Pero no por mucho tiempo.
Apenas dos meses después volvió la actividad a un Ágora con ganas de mambo. Y mambo hubo. Aunque el exterior se antoja idéntico al ideado por Calatrava, bajo el cascarón se ha levantado una estructura que poco o nada tiene que ver con la presentada en 2009. El responsable de esta transformación ha sido el arquitecto Enric Ruiz-Geli y su estudio Cloud 9, quienes han ideado un proyecto que se conecta intelectualmente con el mediterráneo y que, al contrario que el autor original del inmueble, irrumpe en su interior con formas y colores que se alejan de la Ciutat de Les Arts… desde ella. La parte más sorprendente es la conocida como ‘nube’, una sala dedicada a actividades artísticas y educativas que parece flotar en el espacio y que corona una instalación que usa la cubierta del Ágora como una suerte de cielo. Tanto es así que han encargado a la artista valenciana Inma Femenía que cree un arcoíris en el interior que bañará el complejo a través de la instalación lumínica Arc al cel.
El espacio, en su día diáfano, contará ahora con dos salas de exposición, oficinas, restaurante y hasta un teatro en el que desarrollar su actividad, un programa, por cierto, que ya ha desvelado sus primeras cartas. La muestra Faraón. Rey de Egipto, en colaboración con el British Museum, o una presentación de la colección de arte contemporáneo de la Fundación serán las primeras propuestas para un público con ganas de descubrir aquello que esconde el renovado Ágora. Tanto es así, por cierto, que las entradas gratuitas que han puesto a disposición de los visitantes para estos primeros días de inauguración han volado. Más de quince años después de que se pusiera la primera piedra, el Ágora tiene una nueva oportunidad.
VALÈNCIA (EP). Sueño ha sido la palabra más repetida en la presentación del nuevo CaixaForum València, el "más singular" de la red de los centros culturales de la Fundación "la Caixa" y que abrirá este miércoles al público sus puertas en el Ágora de la Ciutat de les Arts i les Ciències. En el interior del "enorme costillar de ballena" diseñado por Santiago Calatrava, el arquitecto Enric Ruiz-Geli, del estudio Cloud 9, ha proyectado un "espacio para ser vivido con un tiempo mediterráneo". El resultado es un gran centro "para la cultura, el arte, la ciencia, las humanidades y todas las edades". "Un sueño dentro de otros sueños".
Las tres primeras exposiciones viajan por pasado, presente y futuro. Faraón. Rey de Egipto, en colaboración con el British Museum, acerca a los visitantes a una civilización fascinante con 137 piezas, entre las que destacan orfebrería y estatuas monumentales. Horizonte y límite. Visiones del paisaje, a partir de fondos de la Colección de Arte Contemporáneo Fundación "la Caixa", reúne 31 obras de 24 artistas de la talla de Courbet, Miró o Anglada-Camarasa; y, finalmente, la experiencia interactiva en La Nube, con Educando en la era de la inteligencia artificial, que invita a conocer el potencial educativo de esta tecnología.