¿No os da la sensación que buena parte de la ciudad se ha quedado en un especie de tiempo muerto indefinido? Curiosa paradoja, estas Fallas desubicadas (un poco como todos nosotros), València inundada y un dejavú que no logro quitarme de la piel, ¿pero en serio ya es septiembre?
De lejos lo mejor de esta vuelta al mambo un poco taciturna ha sido esa Falla tan maravillosamente necesaria, su nombre es T'ho veus? (¿Te lo ves?), pertenece a la comisión Cronista Vicent Veguer en Torrent y es obra del artista Raúl Martínez Chuky. Visibilizar colectivos invisibles, ya solo por eso han merecido la pena estas Fallas de nadie. La ilustración que encabeza el artículo es cosa de África Pitarch, que ya en Culturplaza deslizó a nuestro Vicent Molins una (su) idea del verano maravillosa, que no puede parecerme más hedonista: “Para mí, el verano en València llega con la piscina de casa de mi abuela y las típicas sillas de forja blancas con formas redondeadas. Esas en las que parece que el respaldo haga la forma de un corazón. Sentarme sobre el almohadón amarillo redondo que hay atado con lazos al respaldo para, así, evitar tocar la forja porque arde y beberme la Coca-Cola muy fría, ahí, sentada en equilibrio”. Me encanta.
Leo en casi todas partes que qué guay ese “reivindicativo beso lésbico” pero yo no termino de entender el apellido: un beso es un beso, punto. Tiene razón Patri Moreno, aquí lo suyo sería “una pareja de mujeres” o “de dos mujeres”, lo otro me suena justo a lo opuesto que nos quiere enseñar la obra, ¿no? A mí el acercamiento de África, por cierto, me ha recordado un poco a una de mis películas favoritas de la última década: Retrato de una mujer en llamas. Larga vida a esta creación en madera y corcho que inspira sin gritar y a esta València que (esta sí) nos enamora.
En lo gastronómico parece que todo sigue más o menos igual, a ver si la llegada del Only You (una alegría volver a disfrutar del talento tras la barra de Iván Talens, que se hará cargo de su coctelería Trotamundos) anima un poco el páramo que ha sido el centro este verano raro. Qué de falta nos hace una buena fiesta. Hasta entonces las reuniones del empresariado valenciano en la zona cero seguirán oscilando entre las mesas (y algún privado) de El Ventorro, Q' Tomás, Lavoe o Poblet; o eso o cruzar el río hasta la milla de oro del producto: Hocho, Askua, Gran Azul o Aragón 58 lo van a reventar estas semanas, siempre me soplan (justo el otro día en la planta baja de Aragón) “mira, ese es no-sé-quien” y se supone que es alguien que tal en el planeta fútbol pero yo creo que solo reconocería a David Beckham. Eso como mucho.
Paco Pallardo, tras pasar por Seu Xerea o Sierra de Aitana, se hace cargo de la cocina de Bao Bab tras la salida de Raúl Aleixandre (¿cuándo seremos capaces de hablar de las cosas que no queremos hablar?), Huerta Ultramarinos a puntito de caramelo y Sergio Giraldo y Cristobal Bouchet deben estar subiéndose por las paredes con las ganas de abrir ese Señuelo —su particular homenaje al mar y a los pescadores— en el bajo de Ameyal, aquel mexicano de altos vuelos (según ellos, claro) del que se habló mucho pero no se comió tanto. La salida de La Sastrería fue como la de tantos (septiembre, por cierto, es el mes del divorcio) divorcios: mejor corramos un tupido velo pero digámosle al mundo que ha sido “de mutuo acuerdo”, como los ministros y los toreros. Mutuo acuerdo y buen rollo mis cojones, no sé ustedes pero yo pienso en separaciones y se viene una úlcera.
Quique Dacosta ha puesto todavía más guapa a Vuelve Carolina (pues anda que no somos felices en esa barra), los chicos de Sofoko se piran al centro al antiguo local de El principio del fin en plaza Arzobispo, 5 (allí estuvo Enópata, y durante un tiempo València fue el lugar donde mejor se bebía en España) y está un poco en el aire ese bar à vins que quieren abrir a pachas Luca Bernasconi (ahora en Entreblat) y Mario Tarroni de L' Alquimista, en el almacén de vinos dos pasos más allá del restorán. Que ya está aquí septiembre, tetes. Solo nos queda beber.