Clarísimamente, los sueños dulces están hechos de esto. Quién soy yo para negarlo. No he viajado por los siete mares, pero sí por una buena cantidad de bares de València y como el A Tres Bandas, pocos quedan que no sean carne de reggaeton, lámparas azules y muebles de contrachapado con esquinas muy redondeadas. ¿Quiero decir que es mejor lo antiguo? No siempre. Quiero decir que me gusta sentirme como en Cheers y que el interiorismo tenga horror vacui. Y que suene Sweet Dreams (Are Made Of This) de Eurythmics.
Tengo una imagen difusa en la que sonaba esta u otra canción de synth pop mientras jugaba a los dardos en el pub objeto de este artículo. Annie Lennox, la solista de Eurythmics, ha envejecido muy bien. Ya no tiene el pelo de un color que se lleva en Ruzafa. Yo ya no hago diana en la pantalla de los dardos. Estoy pensando en cortarme el pelo como “la mejor cantante viva de soul blanco”, según el canal VH1.
Un sábado indefinido, me encontré a una amiga, que iba con otros tres amigos, como si fuera un escarabajo pelotero empujando una bola de estiércol por los bares del Carmen. Me invitó a adherirme al rodamiento de la bola. Se dirigían al Christopher Lee, al Inmortal, al Fata Morgana o al A Tres Bandas. Todo respuestas correctas.
Estamos, Kike Taberner y yo, en el A Tres (así le llamas, si eres parroquiano). Es martes, son casi las diez, hora del cambio de guardia. Entra Claudio, el dueño. Hay bastante gente para el día que es, comienzo de la semana. Son de un amplio espectro de edad. Juegan al billar, a los dardos y la existencia. Hay clientes fieles y estudiantes extranjeros que dominan los tacos. Los de billar, digo. Se ven más cervezas que cócteles —infiero que por ser martes—, pero detrás de la barra está la cornucopia de las bebidas espirituosas.